Río Cuarto está revolucionada. Una vez más, Estudiantes quedó a un paso del ascenso a la Liga Profesional y nadie habla de otra cosa por aquellos lados. El equipo que dirige Iván Delfino deberá enfrentar en la final a Deportivo Madryn, al que muchos llaman “el caballo del comisario”.
Pero a diferencia de otras veces, en el Imperio del Sur se respira algo distinto. Hay ilusión y argumentos para creer que esta puede ser la definitiva. Y que el León está frente a una oportunidad histórica para devolver a la ciudad a la elite del fútbol argentino, con lo que sería la cuarta plaza cordobesa en Primera después de muchísimo tiempo.
Las razones del presente no son casualidad. En primer lugar, hay que nombrar al entrenador Iván Delfino. Fiel a su estilo, hizo de Estudiantes un equipo duro, que no luce pero que suele ser efectivo.

Muchos lo tildan de defensivo, de que busca siempre ganar 1-0 y nada más, de no haber hecho nunca tres goles o más en un partido en todo el torneo. Está claro que no es un equipo vistoso y quizá por eso los riocuartenses jugaron con poco público durante buena parte del año.
Sin embargo, el DT fue el sostén estructural del proyecto. Muy estudioso de los rivales. E incluso fue el que timoneó el barco en un momento muy tenso, tras la detención del presidente Alicio Dagatti.
Aquella crisis institucional pudo haber desdibujado al plantel. Pero Delfino se hizo cargo de todo: hablar con el plantel, tranquilizarlos, tirar para adelante y unir al grupo. Con su 4-4-2 de local y un 4-4-1-1 de visitante, transformó a Estudiantes en un equipo “sacapuntos”. Orden, disciplina táctica y un plantel que se alineó detrás de la idea. Esa coherencia explica en gran parte por qué el León llegó tan lejos.
“El Colo” Cabrera, un símbolo
El otro factor clave de este presente también tiene nombre y apellido: Alejandro Cabrera. “El Colo” la rompió y quizá es el mejor “5” que hoy tenga el fútbol de Córdoba.

Después de superar tres roturas de ligamentos y pasarla mal, volvió a Río Cuarto para estar cerca de la familia y de los amigos. El volante nacido en Los Cóndores hoy es otra persona: superó su depresión deportiva y poco a poco fue sumando cada vez más minutos. Desde la sexta fecha, empezó a jugar los 90 de cada encuentro y no paró más. Es el emblema y la bandera. Un jugador influyente, equilibrado y con un liderazgo silencioso que se siente en cada pelota dividida.
Junto a él, los otros mediocampistas acompañaron bien, aunque sin lucir. Si hay que destacar a uno, ese es Mauro Valiente, uno de los que más jugó. Mientras que la creatividad se la repartieron entre Tomás González y Álvaro Cuello, quienes aportaron réplicas, pases punzantes y criterio en los últimos metros.
Pero hubo también otros puntos altos para destacar: el arquero Brian Olivera la descosió. El ex-Instituto es un jugador bicho, picante. Manejó los partidos. Comenzó suplente y se ganó la titularidad tras las primeras fechas. Y la defensa lució completamente sólida: tanto la tarea de los laterales como la de los tres centrales ha sido impecable. “El Huevo” Maffini está en su mejor momento y ordena un sector del equipo que funciona de maravillas.
En delantera, uno que marcó diferencia todo el año con su pegada y sus desbordes fue Martín Garnerone (jugó en Belgrano y en Racing). En tanto que los centrodelanteros aportaron cada uno sus granitos de arena. No brillaron, pero cumplieron, algo que en instancias decisivas pesa más de lo que se dice.

A ese combo estrictamente futbolístico se suma un componente político-institucional que no es menor.
Alicio Dagatti ordenó todo...
Por último, cuando salió de prisión, el presidente Dagatti movió los hilos necesarios para que Estudiantes volviera a estar ordenado en varios frentes.
Al León lo perjudicaron mucho los arbitrajes en su ausencia. Incluso, no ha tenido un penal a favor en todo el torneo.
Dagatti es amigo íntimo de Pablo Toviggino, una de las manos derechas de Claudio “Chiqui” Tapia. Su rol será clave por estas horas, antes que se conozcan los árbitros para las finales.
Alicio es uno de los empresarios más poderosos vinculados al rubro de la carne en el sur de la provincia. Oriundo de General Deheza, fue recién en 2015, cuando asumió la presidencia del club, que su perfil empezó a crecer.
Y su participación en otros negocios vinculados a rubros como medios de comunicación permitió a los y a las riocuartenses ponerle un rostro al nombre. Además, posee inversiones en los medios. Es propietario del canal Quatro (televisión) y tiene un porcentaje del paquete accionario en el diario local Puntal.
Y ahora, con la pelota en el piso y la final a la vista, Estudiantes llega con alma, con oficio y con una historia reciente que le enseñó a sufrir. Río Cuarto está otra vez al borde del sueño. Y si este León muerde en la ida, si se planta en la vuelta y si la suerte deja de hacerse la distraída, entonces que Madryn se prepare: porque cuando el Imperio del Sur se despierta, no hay “caballo del comisario” que aguante.




















