Qué no va a ser clásico. Andá a explicarselo al hincha de Instituto que se gastó la guita que no tenía para llegarse al estadio Kempes. Con lo que significa salir de casa, de Alta Córdoba, del Monumental. Preguntale al fana de Belgrano que tuvo que poner 10 mil o 15 mil pesos para irse fuera del Gigante, ahí donde nunca pierde.
Aver que te dicen los que tuvieron que tomarse un colectivo o fueron a pata para estar ahí, donde la pasión llama. Qué van a saber esos desprevenidos que solo reconocen a Talleres como al único rival clásico.
Que te lo diga Gustavo Juan Spallina, quien fue el primero en reinvindicarlo, tras enojarse por las declaraciones de un jugador celeste que dijo que “el clásico solo era con Talleres”. “El Tano” se hizo en nuestro fútbol, fue gloria de Belgrano y al cierre de su carrera pasó por Instituto. El sabe cómo muchos lo que es jugar cuadro contra cuadro, barrio contra barrio. Por la gaseosa, el sandwich, la plata o simplemente por la gloria.
Que te cuente Óscar Dertycia qué daría por una ratito más con los cortos para jugar un partido así. Aunque fuera un minuto más. Lo mismo que siente Luis Fabián Artime, Luis Ernesto Sosa, Norberto Fernández, por nombrar algunos de los que se calzaron los cortos y hoy visten de largo en Belgrano. Cómo en Instituto, el propio Mario Kempes, quien le dan nombre al estadio, siguiendo desde el exterior las alternativas del partido. Lo que dirá Osvaldo César Ardiles, tan campeón del mundo como “el Matador”.
Igual que Cristian Romero y Paulo Dybala, quienes se llamaron antes del partido para torearse. Por Belgrano y por Instituto, por sus amores.
Había que enfrentarse como lo hicieron Franco Watson y Santiago Longo. La lucha que vivió Alejandro Rébola que surgió en Instituto y pasó a la historia con Belgrano, en el último ascenso. Ellos también saben. Soñaron con marcos así desde que querían ser futbolistas. Con los propios y también los contras. Entre el aliento y el abucheo. Así.
Pregúntale a Adrián Martínez que hizo el 1-0 final. Un gol que muchos soñaron hacer y que es para siempre.
Minuto 19 y 18 segundos
Hubo 45 mil personas en el Mario Kempes. El estadio latió. Gritó la mayoría de Alta Córdoba, poblando la Willington, Gasparini y en parte de la Ardiles; contestaron los Piratas desde la Artime y el otro sector de la Ardiles. El partido tardó en despegar, pero en las gradas, fue una final. Empujó la hinchada de Instituto porque costó mucho volver a Primera. Fueron 17 años de sangre, sudor y lágrimas y había que hacérselo sentir a Belgrano. Y hubo un blanco de la hinchada de Instituto: Pablo Vegetti. Aquel al que no le perdonaron que se fuera al celeste, cuando venía rompiendo redes.
Sonó fuerte el “Hay que alentar, que la Gloria es un carnaval”, sobre todo después del 1-0 de “Maravilla”. Al frente, no había nada de piedad. Era a “lo Belgrano” y nada más. El “No se compara”, fue la respuesta a Instituto. La vuelta a Primera, venía genial y dejar en el camino al albirrojo tenía que ser parte de eso.
Bengalas y candelas
En zona de palcos también se vivió el clásico. La expectativa se debía a la puesta en escena del primer clásico con ambas hinchadas y por el control de la barra brava de Instituto. La interna no asomó nunca. “Ranchos” y “Capangas” cantaron lo mismo, ayudados porque el primer equipo había demostrado otra actitud.
La fiesta se de mambo solamente en el segundo tiempo. Fue el minuto 19 con 18 segundos, los números del año de la fundación de Instituto. La hinchada de la Gloria desplegó un espectacular juego de luces en la tribuna que promovió que el árbitro Andrés Merlos detenga el partido. Hubo bengalas y candelas, más allá de la pirotecnia permitida y autorizada.
Momentos después, en el minuto 68, se dio la respuesta de Belgrano y todo su arsenal. El juez Merlos detuvo el juego por 11 minutos. Se veía poco y nada. El humo cegó todo. O casi. Fue en el momento en el que Belgrano empujaba e Instituto resistía. Ya nada se modificó.
El clásico lo ganó Instituto, el festejo fue sin agravios y la derrota fue bancada por Belgrano. Hubo clásico y en paz. Con dos hinchadas, con vencedores y vencidos.
Sin problemas.
