El sol pega en La Agustina, y Emanuel Beltrán arma el mate mientras se acomoda en la silla. No hay mesa ni formalidades: apenas una ronda de charla y el ruido de la pelota, más el grito de algún que otro compañero que lo gasta por la entrevista que está a punto de dar.
Así, en un clima relajado, el uruguayo habló con Mundo Gloria sobre su primer año en Instituto, los golpes que lo hicieron más fuerte y el sueño intacto de llegar a la selección de su país.
El lateral derecho de 27 años llegó desde Boston River (Uruguay) a préstamo por una temporada. No le fue fácil ganarse un lugar. Entre lesiones, falta de ritmo y adaptación, el comienzo fue cuesta arriba. “Hubo que aguantar meses difíciles porque no jugaba. Pero siempre tirando para adelante. Acá lo importante es el bien común del club”, cuenta.
Hoy, con continuidad y confianza, se convirtió en una pieza clave en el esquema de Daniel Oldrá. “Estoy muy contento por el presente del equipo e individualmente también me estoy sintiendo muy cómodo. Llevo 10 meses acá y estoy muy a gusto”, dice con una sonrisa que se nota incluso fuera del audio.
Beltrán habla con naturalidad sobre el salto al fútbol argentino: “La liga argentina es una de las mejores de Sudamérica y cuesta un poco el cambio. Hay otra dinámica, es un juego muy físico y con jugadores de jerarquía. No sé si me costó, pero tuve también muchas lesiones y no estaba acostumbrado a eso. La del tobillo fue la más grande y me perdí cuatro partidos”.
El defensor, nacido en Santa Lucía, tiene recorrido: pasó por Cerro Largo, Defensor Sporting, Central Español, Rampla Juniors y Estudiantes de La Plata, donde jugó en 2022. También participó de la Copa Libertadores 2023, experiencia que le dio “el roce internacional” que hoy lo sostiene en el fútbol argentino.
En Alta Córdoba encontró una institución en expansión. “El club ha crecido mucho. Cuando yo llegué, no estaba inaugurado el edificio. Antes de venir, les pregunté a Joaquín Varela y a Rodrigo Pérez Casada por Instituto. Me hablaron maravillas y me dijeron que no dudaron en venir. Las instalaciones son tremendas y está todo muy organizado. Nosotros, dentro de la cancha, tenemos que acompañar ese crecimiento”, afirma.
Un sueño glorioso en Instituto
La ilusión por meterse entre los ocho primeros y pelear por entrar a las copas lo motiva: “Estamos muy sólidos y cerca del objetivo. Queremos meternos entre los ocho y después tenemos el ejemplo de lo que pasó con Platense”. Aunque reconoce: “Hemos sido bastante irregulares todo el año. Hicimos partidos muy buenos y al siguiente nos ha costado. Le estamos buscando la manera para encontrar la regularidad que necesitamos”.
A medida que su rendimiento creció, también lo hizo el reconocimiento del hincha: “Ahora que estoy jugando con más continuidad, los hinchas me empiezan a reconocer. No es que me piden fotos todo el tiempo. Son muy pasionales los hinchas acá en comparación con Uruguay”.
Emanuel Beltrán y su cuenta pendiente
Con los pies firmes en Córdoba pero la mirada siempre hacia su país, Beltrán confiesa su gran meta: “Mi sueño es poder jugar en la selección de Uruguay. Sería lo máximo. Ojalá que Bielsa (Marcelo, entrenador argentino de Uruguay) vea los partidos de Instituto. Pero hay mucho nivel en la selección. Yo estuve en la sub 17. Hasta el día que me retire voy a tener esa ilusión”.
Antes de irse, el uruguayo deja una frase que resume su momento: “Ahora disfruto de jugar y no estoy pensando en qué va a pasar el año que viene. Me gustaría continuar porque me gustaron mucho el club y la ciudad. Me siento muy cómodo. Instituto tiene opción de compra, pero ahora no pienso mucho en eso”.
Y se detiene un instante cuando recuerda a su compañero Facundo Suárez, lesionado recientemente durante una práctica, cuando se encontraba a su lado: “Sentí el ruido. Lloraba, increíble. Fue chocante, fueron dos o tres días duros. Venía de una lesión dura. Y le faltaba muy poco para integrarse con nosotros. Fue triste para todos. Se va a recuperar bien porque es fuerte”.
En La Agustina, donde todo parece brillar un poco más, Beltrán se ganó su lugar a fuerza de paciencia, trabajo y constancia. El uruguayo que llegó en silencio hoy disfruta de su presente y se ilusiona con dejar huella en Instituto.