Estudiantes de La Plata tomó una decisión distinta a la de muchos: en lugar de quedar atrapado en la queja permanente contra la AFA de Claudio Tapia, eligió el camino más complejo y, a la vez, más eficaz.
Armó buenos equipos, invirtió, profesionalizó su estructura y apostó a competir fuerte aun en un contexto adverso. El mensaje fue claro: si el arbitraje y el ecosistema del poder no se pueden cambiar de inmediato, la respuesta debía ser deportiva.
Esa fórmula le funcionó. Fue campeón durante la actual gestión de Tapia y volvió a tener peso internacional, algo que no se regala ni se impone desde un escritorio.
Alguna vez lo hizo el Vélez de Raúl Gámez, múltiple campeón local, sudamericano e intercontinental, y crítico de la AFA de Grondona.
Ese mérito existe y es innegable. Estudiantes aceptó el desafío tácito de superar los eventuales perjuicios arbitrales con fútbol, carácter y protagonismo. En un fútbol argentino en el que la desconfianza hacia el arbitraje es regla, el club platense probó que podía discutir poder con un gran equipo. Ganó respeto y títulos como el Trofeo de Campeones 2024, la Copa de la Liga 2024 y la Copa Argentina 2023.
Sin embargo, el escenario cambió últimamente: su crítica pública al “sistema” apareció recién ahora y de manera enfática. La instrumentación de la copa al campeón anual —entregada por escritorio a Rosario Central, sin votación ni consenso— fue el detonante visible. El pasillo de espaldas a ese “campeón” que había que saludar de frente fue “la” imagen.
Pero hablar hoy del sistema, cuando la sospecha de perjuicio propio se vuelve tangible (que una equivocación arbitral lo deje afuera del título del Clausura, después de las sanciones por ese pasillo de espaldas), suena más a reacción que a convicción histórica.
La crítica tardía perdió fuerza, aun cuando tuviera fundamentos válidos contra un sistema de gobierno de AFA en el que han quedado en el camino casi todos los clubes que son afines: desde el “caballo del comisario” Barracas, pasando por Riestra y Central Córdoba.
El sistema no nació ayer. Los tiempos dependen del temor propio más que ajeno. Cuando Andrés Fassi declaró —el 9 de septiembre— abiertamente la guerra a la AFA de Tapia, denunciando el envío de “árbitros serviles” para perjudicar a Talleres por su visión crítica, el silencio fue casi absoluto. Ni el Estudiantes de Verón, ni River, ni Boca acompañaron ese reclamo.
Tampoco lo hicieron Belgrano ni Instituto. Ni en las reuniones de Liga ni en la Asamblea de AFA que renovó por cuatro años más el mandato de Tapia —de la que incluso Rodrigo Escribano, vice y representante de Talleres, debió retirarse— hubo respaldos visibles.
Nadie apoyó aquellos cuestionamientos que la “T” hizo hasta en el balance mismo de AFA, con cuentas que no cerraban. Como se cuestiona en serio, recién ahora.
Fassi quedó solo, aunque por lo bajo le decían que fuera hacia adelante. Y pagó costos. Un año después, y tras la obtención de la Supercopa Internacional ante River, tuvo que arriar banderas ante el riesgo deportivo de perder la categoría y los bloqueos que complicaron algunas transferencias. Pidió disculpas por las formas y el momento porque nadie quiso cambiar el sistema desde adentro como pretendía Fassi.
La disputa frontal mostró hasta dónde puede llegar el poder cuando no encuentra resistencia colectiva.
Algo similar ocurrió en el plano político. El gobierno de Javier Milei avanzó con allanamientos en la AFA y en 17 clubes en la causa “Sur Finanzas”. Pero en el momento más disruptivo de Andrés Fassi —cuando incluso recurrió a la Inspección de Personas Jurídicas para suspender la Asamblea del 17 de octubre—, la soledad fue total. Foto sin acompañamiento real.
Por eso, el debate no es si Estudiantes tiene razón al señalar vicios del sistema. La pregunta es otra: ¿por qué ahora y no antes? Competir y ganar en la cancha sigue siendo una estrategia inteligente. Sin embargo, cuando hubo que presentar una lista, nadie lo hizo. Hubo que esperar a que el Gobierno y los jueces se decidieran a entrar a la disputa. Cuando estuvo seguro, Estudiantes fue a fondo. Como ahora, lo harán varios.
Fue más fácil.
