El técnico colombiano Juan Carlos Osorio, que dirigió a la selección mejicana en el Mundial Rusia 2018, abordó en una entrevista un tema perturbador dentro del fútbol como es el de la corrupción al afirmar que “el fútbol es un medio corrupto”, frase que, sin embargo, después del Fifagate (e incluso desde antes), es tan poco original como decir “el océano Atlántico es un medio acuoso”.
En los fundamentos de sus dichos, Osorio tampoco tiró nada novedoso: “El fútbol, como la política, es un medio donde hay mucho dinero y por eso hay una corrupción al extremo”, poniendo el acento en el poder corruptor que tiene el dinero en distintos ámbitos, algo que ya fue denunciado por pensadores, filósofos y por especialistas en el combate a los sobornos y cohechos. El ejemplo, sin embargo, no habría caído bien en el Senado argentino desde donde se estaría redactando una dura respuesta contra el DT debido a que algunos senadores y testaferros se sintieron aludidos por sus dichos.
“La relación entre dinero y corrupción lleva a que los criticados planes de ajuste implementados por algunos gobiernos sean muy positivos desde la perspectiva ética, incluso cuando caen sobre jubilados o trabajadores, porque los aleja del flagelo de la corrupción”, señala el licenciado en Ética Pública y Privada, Carlos Decoroso. “Si los sueldos no alcanzan para comer todo el mes es un problema, pero tiene la ventaja de que quienes los perciben son personas incorruptibles, hambrientas pero insobornables”, agregó el experto.
Precisamente, la corrupción en el fútbol denunciada por el actual técnico de Tijuana alcanzó un punto crítico en el fútbol del Perú donde el presidente de la Federación Peruana, Agustín Lozano, fue a parar a la cárcel acusado de integrar una asociación ilícita, ser el presunto líder de la banda criminal “Los Galácticos” (por el nombre, se trataría de una banda interplanetaria) y de lavado de dinero proveniente de la reventa de entradas. “Pensar que en Argentina nos ponemos como locos porque los árbitros favorecen a Riestra”, reflexiona un analista local al leer el cuerpo de acusación que pesa sobre Lozano y más de una decena de dirigentes peruanos, entre ellos, al presidente de Sporting Cristal.
Lozano y los otros arrestados ya fueron excarcelados (aunque sigue la investigación) y su primera acción al recuperar su libertad fue poner en duda la continuidad del DT del seleccionado incaico, Jorge Fossati, cuestionado por el flojo desempeño de la bicolor en las eliminatorias sudamericanas y que muchos consideraron como una densa columna de humo destinada a tapar su complicada relación con la Justicia de su país.
“En los países sudamericanos, si se quiere tapar algo grave (un estallido social, un golpe de Estado, un default, un escándalo político-sexual, etc.), una eficaz forma de hacerlo es cuestionar al entrenador del seleccionado de fútbol del país en problemas, aun cuando el equipo marche invicto con puntaje ideal”, señalan los conocedores de la idiosincrasia de las sociedades del subcontinente. “Inmediatamente, la atención y los debates se disparan hacia la suerte del seleccionado y nadie logra recordar lo que se estaba discutiendo previamente aunque se trate de una invasión extranjera, a esto Lozano lo sabe muy bien”, asegura el especialista británico en cortinas de humo, Patrick Smog.
Al analizar las acusaciones, llama la atención que una de las imputaciones refiere al lavado de dinero proveniente de la reventa de entradas de partidos de la selección, lo que lleva a pensar en la magnitud que esta actividad ilícita había alcanzado ya en las eliminatorias para el Mundial de Rusia. La investigación se inició a partir de un aviso clasificado que apareció en diarios limeños en los que se leía “Entradas Perú-Colombia. Ubicación inmejorable: al lado del Giani Infantino. Primeros planos de TV asegurados. Preguntar por el señor Freddy. Estricta confidencialidad”.
Tal como sospechaban los sabuesos peruanos, se trataba de entradas de cortesía que llevaban el sello “prohibida su venta”. Como se calcula que cientos de entradas con esta leyenda fueron vendidas haciendo caso omiso a la prohibición, la Justicia peruana decidió desalentar la compra ilegal con el texto: “Una terrible maldición caerá sobre quien compre esta entrada”. Sin embargo, la estrategia tampoco funcionó: “Las maldiciones en las tumbas egipcias tampoco desalentaron a los saqueadores, está claro que los anatemas están en crisis y no asustan a nadie desde tiempos remotos”, especuló una fuente judicial peruana.
Evidentemente, el sistema no solo se mantuvo sino que prosperó y según la acusación habría multiplicado sus ganancias con la reventa de entradas para el Mundial de Qatar alcanzando un porcentaje importante en el PBI peruano. Para varios dirigentes del fútbol peruano, sin embargo, no hay ningún ilícito sino que se trata un ejemplo regional de emprendedurismo exitoso a partir de una idea que pudo ser transformada en un servicio y en un negocio de alta rentabilidad. A veces, los visionarios son víctimas de la incomprensión general.