Los hinchas argentinos, para bien o para mal, dan para todo. Pero, durante el feriado navideño y en pleno receso futbolístico, se reveló una faceta absolutamente inesperada de los tabloneros vernáculos: la mediación diplomática. Como es sabido, a lo largo de 2024 la Argentina se trepó al top ten mundial de los países con conflictos diplomáticos debido a la tolerancia cero del Gobierno nacional con la proliferación por momentos descontrolada de gobiernos marxistas en la región y en diferentes partes del mundo. Incluso, desde Cancillería tienen bajo observación a la ex Alemania Oriental, ya que sospechan que sus habitantes siguen siendo marxistas y practican el comunismo en secreto, en cuyo caso se procedería a denunciarlos generando un nuevo entredicho diplomático.
Trepados a esta ola pendenciera o simplemente para no ser menos, durante los controles de alcoholemia de Navidad en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, un nutrido grupo de zorros grises porteños armaron en un puñado de minutos un pico de tensión diplomática nada menos que con Moscú, al intentar controlar si había aliento etílico en las bocas de funcionarios de la embajada rusa que, tal vez, llevaban nafta de avión en sangre (nunca se sabrá) pero que fundamentalmente estaban a salvo de soplar pipetas debido a la maravillosa inmunidad diplomática.
Con los rusos atrincherados en sus vehículos y los zorros dispuestos a llevar el caso a la Convención de Viena, apareció un impensado hincha de Nueva Chicago de origen ruso que de inmediato solicitó autorización para iniciar una mediación con sus connacionales que seguían empacados dentro del vehículo.
El hincha diplomático golpeó la ventanilla del conductor y se dirigió en ruso a los funcionarios de su país tratando de convencerlos de que depusieran su actitud y así superar el entredicho que podía escalar con el consiguiente peligro para la paz mundial. Pero, pese a sus buenos oficios, los ofuscados funcionarios lo mandaron a la mismísima Siberia y siguieron en la suya hasta que les permitieron seguir adelante.
Si bien la gestión del hincha del Torito no fue exitosa sino más bien todo lo contrario, tal vez porque inició su tarea de conciliación diciéndoles que no se hicieran los “Putin” y bajaran la ventanilla (el conductor le habría respondido en ruso “no me quemés”), su iniciativa fue bien recibida por el ambiente diplomático porque abriría la posibilidad de que hinchas de clubes argentinos originarios de países con los que tenemos algún conflicto podrían mediar para bajar la espuma.
Una de las principales preocupaciones radica en mejorar las cosas con los chinos, quienes están lógicamente ofendidos desde que de distintos estamentos del Gobierno los trataran de marxistas iguales o, al menos, muy parecidos entre sí. “Si bien no tenemos datos estadísticos, suponemos que la mayoría de los inmigrantes chinos del país deben ser hinchas de Tigre debido a que uno de sus máximos ídolos futbolísticos es ‘el Chino’ Luna”, explicó un veterano funcionario de relaciones exteriores de Argentina. “La posibilidad de que algún inmigrante chino envuelto en una bandera de Tigre inicie una ronda de negociaciones con la cúpula diplomática de su país de origen, e incluso se reúna con Xi Jinping, ayudaría mucho en el mejoramiento de las relaciones chino-argentas”, especuló la fuente.
Sin embargo, el regreso del “Chino” Zelarayán a Belgrano, celebrado con un video con música china, empanadas chinas, galletas de la suerte y monjes shaolín seguramente generará muchos hinchas celestes en la comunidad china cordobesa que también podrían presentarse como una alternativa pirata para llegar al escritorio del presidente de la República Popular China para calmar las aguas.
En otros casos, la cuestión viene más complicada. Por ejemplo, en conseguir un danés hincha de algún club local para que oficie de mediador entre Argentina y Dinamarca en el caso en que el país escandinavo persista en su postura de no entregar o vender Groenlandia a Estados Unidos, actitud que podría provocar el malestar del Gobierno argentino ya que se trata de un reclamo puntual del presidente electo Donald Trump. “Si los daneses siguen siendo poco empáticos con el presidente Trump, podríamos vernos obligados a intervenir a su favor, en cuyo caso necesitaríamos algún danés que podría ser hincha de Independiente de Tandil (donde hay una importante colonia danesa) para que después suavice las cosas con Copenhague”, estimó un analista internacional que sigue de cerca estos entreveros diplomáticos. “Si es necesario, le compramos un juego de camisetas del rojinegro que incluiría casaca oficial, alternativa y la de entrenamiento, para que disponga del vestuario necesario para iniciar las gestiones”, agregó.
La veta de la diplomacia del fútbol puede llegar a ser muy positiva si se la explota de manera eficiente y, en ese sentido, sería un rubro vedado a las barras bravas cuyos procedimientos no fueron ni serán diplomáticos, salvo que se comparen con la denominada diplomacia del garrote o del Gran Garrote instalada por Estados Unidos a principios del siglo XX para sus relaciones con Latinoamérica y que, como su nombre lo indica, no utilizaba la sutileza como método.