Héctor Rivoira es uno de esos personajes que vivirá por siempre en el recuerdo de los hinchas de Instituto. Fue el entrenador que logró el ascenso en 2004 y se metió en el corazón de todos por su trabajo y su forma de ser.
Este jueves, “el Chulo” cumpliría años, ya que nació el 10 de abril de 1960. Y el club de Alta Córdoba lo recordó en sus redes sociales, a lo que sus hinchas respondieron con mucha cariño.
El querido “Chulo” falleció el 14 de agosto de 2019, a los 59 años, tras sufrir cáncer. Su marca quedó en la historia albirroja, donde ya tiene un mural. Rivoira tuvo varios pasos por Instituto, siempre que el club lo necesitó.
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A continuación, cinco anécdotas contadas por el periodista Agustín Caretó de Héctor Rivoira y su relación con Instituto.
De la radio al freezer
Héctor Rivoira había hecho un Apertura bárbaro con Instituto en 2003. Fue campeón y eso le permitió al equipo jugar la final por el ascenso. Por cuestiones familiares, el DT se alejó en el Clausura y las cosas no anduvieron bien de la mano de Ricardo Rezza.
Meses después, “el Chulo” volvió pero en su retorno el equipo no era el mismo. Y el entrenador se convenció de que el problema era que un periodista le traía mala suerte cuando viajaba a ver a la Gloria.
Así que escribió su nombre en un papel y lo puso en el freezer de su casa con la esperanza de que eso le trajera buenos resultados a su equipo. Dos meses después, Instituto fue campeón y consiguió el ascenso. Creer o reventar.

La remera verde y el calzoncillo albirrojo
Las cábalas del “Chulo” eran interminables. Siempre se ponía un calzoncillo de Huracán cada vez que tenía que dirigir al equipo en un partido importante. Rivoira era hincha del “Globo” y asegura que esa prenda le traía mucha suerte. Lo cierto es que el calzoncillo sufrió el paso del tiempo y el DT cambió de amuleto.
Un miércoles por la noche, el periodista Marcelo Bertona le regaló en el programa El bar de la Gloria una remera verde de uno de los sponsors. El entrenador decidió usarla en el partido siguiente que tenía Instituto y el equipo ganó. Así que no se la sacó más.
“Cuando vuelve al club y lo volvemos a invitar, lo primero que preguntó fue si había de regalo una remera porque volvía a ascender. Ya no estaba el sponsor, así que salí a comprar una urgente”, recordó Bertona.

Los pibes y la final
En la previa de las finales con Almagro en 2004, Rivoira comenzó a “guardar” a varios jugadores ya que en las últimas fechas Instituto no jugaba por nada. Así que era difícil saber quiénes serían los 11 titulares para la final. Pero en una mañana soleada y fresca de junio ocurrió algo que dos pibes (por aquel entonces) del club no olvidarán más.
Al terminar la práctica en Alta Córdoba, “el Chulo” tomó del cuello a Enrique Ortiz y a Julio Moreyra, antes de que ingresen al vestuario. Los llevó a la mitad de la cancha y les pidió que se acomodaran sobre el césped. El DT se sentó arriba de una pelota y les habló durante 30 minutos.
“Como jugadores del club, voy a confiar en ustedes, les voy a dar la responsabilidad en las finales. Voy a confiar en sus rendimientos porque se lo merecen. Va a ser el partido más importante de sus carreras. Piensen en sus familias y en todo lo que hicieron para llegar a ese lugar”, les dijo Rivoira esa mañana.
El propio Ortiz aún recuerda ese momento: “Fue un acto de sinceridad que hasta el día de hoy se lo agradezco. Nos dio confianza y así salimos a jugar esos partidos. Salí a jugar esos dos partidos como si fueran los últimos dos de mi vida. Siento mucho lo de su muerte, lo quería bastante”.

“Pochola” y los penales
Héctor Silva fue el goleador de Instituto en la temporada del ascenso de 2004. Pero como les suele pasar a todos los delanteros, atraviesan momentos en los que el arco se les cierra y van perdiendo confianza. Así que Rivoira tomó nota de esto, junto a su ayudante Sergio Lippi, e hicieron todo lo posible para que “Pochola” vuelva a tenerse fe.
Durante un trabajo táctico en la previa a un partido de visitante, “el Chulo” puso a todos a practicar penales. Y Lippi le pidió al arquero Jorge Carranza que se tire al lado contrario en los penales pateados por Silva. En otras palabras, que se deje hacer los goles. “El Loco” pensó que se trataba de una broma y se lo atajó. Así que Lippi lo miró con cara de pocos amigos y entre risas le gritó: “No te mando a Córdoba por qué no tengo otro arquero acá”.
“Era un crack Rivoira. Se lo va a extrañar”, recordó el propio Carranza.

“El Tano” cayó en su trampa
No había terminado el Clausura de 2003, pero en Instituto el presidente Diego Bobatto ya pensaba en el armado del próximo plantel. Así que tomó la decisión de invitar a Renato Riggio a Córdoba para que venga a ver un partido de Instituto ante Defensa y Justicia. Con esa idea, “el Tano” viajó en auto desde Salta hasta nuestra ciudad.
Al terminar el encuentro, Bobatto llevó a Riggio hasta su oficina. Allí lo esperaba un contrato para firmar y, por detrás, apareció el propio Rivoira para convencerlo.
“Yo solo viajé para ver el partido y charlar un poco. Pero entre los dos me ‘metieron el pecho’ y terminé firmando esa misma noche”, recordó el volante que, posteriormente, convirtió el gol de oro que le dio al ascenso a la Gloria.