Se le fueron otros tres puntos a Instituto. Después de un comienzo de campeonato prometedor, ya ni siquiera puede hablarse de amesetamiento, en su respuesta de las últimas semanas. Que quizá haya sido así en un par de partidos luego de haberle ganado a Gimnasia y Esgrima de La Plata y a Vélez Sársfield, pero que ya no se puede identificar de esa manera luego de caer varias veces en el resultado y, sobre todo, en un rendimiento cada vez más pobre.
Es que lo que más debe preocupar en Alta Córdoba es la manera en que perdió ante Argentinos Juniors, uno de los líderes del grupo A. Superado por las ganas del rival, empujado hacia su propio arco por la actitud de su adversario, el equipo de Pedro Troglio siempre pareció ir detrás de las circunstancias, sobre todo las que hacían padecer a Manuel Roffo.
Un poco más, un poco menos, el partido siempre se mostró así. Local y puntero, con hombres jóvenes y algunos experimentados, Argentinos Juniors siempre tuvo el control del juego y, además, evitó con buenos pases, con algunas correctas triangulaciones, aunque con poca eficaz definición, que la lluvia y el campo de juego impidieran que sus buenas intenciones, fracasaran.
Esa superioridad no fue tan notable en el primer tiempo. En dicho lapso Instituto tuvo la energía para pelearle la posesión del balón, aunque ese esfuerzo pareció dejarlo sin ideas como para asustar a Diego Rodríguez. Alex Luna era el que mejor desdoblaba su performance: trataba de ayudar a que Instituto poseyera la pelota y buscaba contactos en la ofensiva como para producir peligro. No pudo ser. Ni Matías Godoy ni Nicolás Cordero, amenazaron. Argentinos, mientras tanto, desde los pies de los dos Alan, Rodríguez y Lescano, y con la contención y el empuje de Federico Fattori en el círculo central, empezó a buscar con más decisión, y sobre todo, con más precisión, la valla defendida por Roffo.
Y así llegó el gol. Desde el comienzo del segundo tiempo se notó cómo los locales llegaban primero y ganaban las pelotas divididas, a la vez que le imprimían a su juego un ritmo que los albirrojos parecían no poder frenar. Y lo que se insinuaba como evidente, finalmente ocurrió: gran jugada de Alan Rodríguez, quien con habilidad previa y un posterior remate certero, clavó la pelota en un ángulo.
Tras el tanto, podría producirse una respuesta del, en ese momento, derrotado. La lógica reacción, al comienzo, fue tibia, y cuando parecía tener consistencia y ambición, recibió el sorpresivo freno de un grave error que decididamente lo puso en jaque. Gonzalo Requena quiso tocar el balón hacia su arquero, la pelota se frenó por el agua y el campo pesado, y Tomás Molina, después de dos amagues convirtió el segundo gol, el que sentenció las posibilidades de cada equipo.
Desde ese momento Instituto, quien de a poco había producido cambios de jugadores para tratar de mejorar su producción, usó el resto de energía que le quedaba como para achicar la diferencia y ponerse a tiro del empate. Mientras tanto, los de La Paternal se recluyeron un poco más en su campo, aunque tuvo varias oportunidades de liquidar el pleito con una diferencia mayor.
Más que el resultado, el aviso de alerta parece girar hacia la postura de los jugadores, su escasa conexión para armar jugadas y para generar zozobra al rival. El equipo hizo cinco goles en ocho partidos, tres de ellos a Gimnasia y Esgrima y dos a Vélez Sársfield, el último campeón. En los otros seis encuentros no pudo anotar, siendo quizá su falta de gol su principal déficit, aunque bien vale colocar a la par la falta de ideas y del empuje necesario como para escaparle a la mala racha.