“Este grupo logró algo increíble. A estos chicos los mataron, dijeron que se tenían que ir todos. A mí también. La falta de respeto que hubo hacia el grupo fue terrible. Tendrían que salir y pedirle perdón a cada uno de los jugadores, si son verdaderamente de Racing”.
Gustavo Costas, de él es ese crudo pensamiento postítulo en defensa de su plantel, hizo más historia en Racing, el club del cual es hincha, socio vitalicio y un fanático fundamentalista al punto de evitar al máximo todo lo que tenga color rojo, el del clásico rival de toda la vida. Y cuando uno piensa en todo, es todo. Ni siquiera tomates come Costas para esquivar el color del Diablo.
Costas ya había hecho historia en la Academia como jugador y ahora acaba de hacerla como entrenador. Al mando de un plantel rico en variantes, en predisposición y en calidad, condujo al equipo a coronarse a nivel internacional después de 36 años: el sábado ganó con autoridad la Copa Sudamericana, primer título en esa escala desde la Supercopa 1988, en la que Costas participó como futbolista. Fue el séptimo trofeo internacional oficial de la historia albiceleste luego de la Copa de Honor Cousenier 1913, los campeonatos rioplatenses Copa Dr. Ricardo C. Aldao 1917 y 1918, la Libertadores 1967, Intercontinental 1967 y la última Supercopa ganada, también al Cruzeiro, con Alfio Basile como DT.
Costas, quien vive y sufre los partidos como un hincha más (enfervorizado, frenético, gritando, corriendo, saltando, besando la virgencita), tuvo su revancha. Este año su equipo había sido eliminado de la Copa Argentina y se había quedado a las puertas de los playoffs de la Copa de la Liga Profesional. Entonces fue cuando tanto su plantel como él recibieron una catarata de críticas.
Pero el DT siguió firme con su apuesta, logró que sus jugadores se convencieran y creyeran en su propuesta, llenó de convicciones a sus dirigidos y logró tocar el cielo con las manos para que uno de los cinco “grandes” del fútbol argentino se subiera a la cima de uno de los dos podios más codiciados del fútbol sudamericano en lo que hace a clubes, en un mapa dominado desde hace un tiempo por los brasileños.
Ahí logró ubicar Costas a su Racing para que el fútbol argentino volviera a coronarse y reverdeciera prestigio más allá del que alimenta desde hace un buen tiempo el seleccionado nacional. Y si hay virtudes para destacarle a este campeón son varias que trascienden lo futbolístico, pero apuntalan cualquier misión: pasión, unidad y capacidad para poner lo colectivo sobre lo individual, aún en los momentos más críticos. En eso, la Academia también dio una lección.