A fines de diciembre del año pasado, Walter Ribonetto, quien había sido el técnico alterno de Javier Ganfolfi hasta que “Cobija” fue cesado en su cargo, asumió la dirección técnica del plantel de Talleres para la Liga Profesional que comenzaría a jugarse un par de meses después.
Fue una fuerte apuesta personal del presidente del club, Andrés Fassi, al confiarle a un técnico novato, pero de muy buenos antecedentes como entrenador de la reserva albiazul y como ayudante de campo de Diego Davobe en Lanús, con un tremendo desafío por delante: conducir a la “T” en tres torneos: el de la LFP, la Copa Argentina y la Copa Libertadores.
“Tino” dirigió al equipo en 36 partidos, en los cuales ganó 17, empató 12 y sumó 7 derrotas, acreditando una efectividad del 58 por ciento, durante 26 juegos de LFP, dos en Copa Argentina y 8 en la Copa Libertadores, competencia en la que logró clasificar al equipo a octavos de final.
Pero después de esas buenas estadísticas y producción en el primer semestre, el inicio del segundo semestre no fue el ideal para Ribonetto, quien desde la reanudación del Torneo de la Liga Profesional solamente ganó un partido (2-1, ante Independiente Rivadavia de Mendoza). Después, acumuló cuatro empates y cuatro derrotas, incluyendo las dos de la serie ante River por la Libertadores, que valieron la eliminación del equipo en los octavos de final del certamen. Y en la antesala del partido contra Boca por los octavos de final de la Copa Argentina, que la “T” perdió por penales con el escandaloso arbitraje de Andrés Merlos, fue el propio Fassi quien decidió que su gestión se terminara.
“Cacique” por “Tino”
El equipo había perdido el norte futbolístico, por distintos motivos no repitió el eco dentro del plantel que tuvo en la primera parte.
El titular albiazul, en una jugada de alto riesgo, decidió que Alexander Medina fuera su reemplazante e iniciara a fines de septiembre pasado su segunda etapa al frente del equipo, tras una primera brillante a la que le faltó, para coronar, haber ganado la Liga o la Copa Argentina, torneos a los que los llevó a su etapa de definición.
Fue por conveniencia mutua. “El Cacique” no venía de buenos pasos como DT de Vélez, Inter y Girona y Fassi no encontraba un DT con el perfil que quería para hacerse cargo ni tampoco quien quisiera hacerse cargo. Le vino al dedillo que Medina aceptara. Limaron algunas asperezas que quedaron de su primer paso en el club y encontró a un DT que conocía el paño del club y con espaldas.
Después de dirigir su primer partido contra Boca en Mendoza, por la Copa Argentina, vino una etapa irregular de cinco partidos, en la que la “T” se fue cayendo de arriba de los puestos de arriba de la tabla, en la que llegó a poner en riesgo su clasificación a la Copa Libertadores.
No le fue fácil al uruguayo enderezar el rumbo de un plantel que él no había armado y mientras intentaba que el equipo fuera adoptando su estilo y formas futbolísticas, la “T” empató contra Rosario Central 2 a 2, perdió frente a Argentinos Juniors 3 a 0, empató contra Tigre y Riestra sin goles y 1 a 1, hasta que llegó la dura caída ante Lanús 2 a 1 en el Kempes, de la fecha 21, en la que parecía que la “T” había ingresado en una caída libre de la que no se repondría.
Pero después el equipo fue adquiriendo los rasgos que pretendía, y en la medida en que progresivamente fue recobrando su mejor estado físico tras las malas consecuencias que en ese aspecto trajo la pretemporada en Rusia de mitad de año, Talleres arrancó una gran racha: ganó cinco partidos seguidos -contra Godoy Cruz (1-0), Sarmiento (2-0), Unión (3-2), Huracán (1-0) y Gimnasia (1-0)-, desde la fecha 22 hasta la 26, y fue trepando escalones en la tabla, aprovechando que el entonces único y cómodo puntero Vélez, iba resignando puntos insospechados en el camino.
Un trayecto en el que se aseguró, con la victoria ante el Lobo en el Bosque platense, jugar la Fase de Grupos de la Libertadores 2025, el principal objetivo a cumplir esta temporada (un par de fechas antes ya había logrado la condición de internacional al asegurarse participar en la Sudamericana del año próximo).
Ese sprint victorioso lo llevó, en la penúltima fecha, a alcanzar al equipo de Liniers en la tabla del campeonato con 48 puntos y ponerse a tiro de ganar el título, en la última jornada del torneo, frente a Newell’s, en el Kempes. Si ganaba ese partido y el Fortín no vencía a Huracán (el tercero en discordia y también con chances de ser campeón), la obtención del anhelado título nacional por el que viene pugnando desde hace 46 años y que en los últimos venía arañando, se convertiría en realidad. Sin embargo, Vélez ganó y se aseguró el título, mientras que la “T” perdió de local y cerró con tristeza una campaña en la cual fue subcampeón y segundo en la tabla anual.