El interrogante se escuchó recurrentemente en la extensa fila de cordobeses que desfilaron hacia el Cabildo municipal para poder observar de cerca las copas ganadas por la selección argentina en los últimos años. “¿Será la levantada por Messi en Qatar?”, se preguntaban más de uno sobre el magnetismo del premio más preciado. La Copa del Mundo, un ilustre visitante de la ciudad, llegó acompañada de la Copa América ganada en 2024 y de la Finalissima de 2022. Un pack imperdible.
Las leyendas, mitos y versiones acerca del codiciado trofeo ganado en Qatar son tan inmensas como la historia de los mundiales. Para colmo, todavía está fresca la celebración de nuestro equipo en el Lusail, cuando hubo ¡tres copas! “iguales”, pero distintas.
“Yo ya la vi en el Orfeo, en 2014”, decía un fanático, mientras otro creía haberla observado antes. ¿Es la misma exhibida este fin de semana? La respuesta es no. ¿Entonces no es la que trajo Lionel Messi desde Qatar? Sí, es esa misma. ¿Cómo puede ser esto? La explicación es compleja y vale la pena conocerla.
Con estos datos sobre la mesa, las dudas se agigantan. Pero para disiparlas y comprender qué fue lo exhibido este sábado en Córdoba, hay que detallar el mecanismo de protocolo que rodea a la ceremonia de entrega del trofeo.
Para empezar va una aclaración: el día de la final del Mundial de Qatar, la Copa original, valuada en 20 millones de dólares, sólo se exhibió en la apertura del partido y en el momento de la coronación. Es la que alzó Messi vestido con la túnica negra “besht” obsequiada por las autoridades qataríes. Minutos más tarde, y bajo un estricto operativo de seguridad, dos empleados de Fifa le intercambiaron al capitán argentino la original y le entregaron la “réplica oficial” que trajeron a Argentina y que pasó este sábado por el Cabildo cordobés.
Este protocolo está vigente desde Alemania 2006 y tuvo un desafortunado debut para su primer ganador, Italia. El equipo azzurro, durante los festejos del título, se excedió en algarabía y la rompió al arribar a Roma. La noticia fue un impacto mundial, pero el alivio llegó cuando se conoció que el trofeo dañado era la copia y no la original, exhibida desde entonces en el Museo de la Fifa, en Zurich, Suiza. El incidente sirvió, de paso, para blanquear la historia de los pormenores de la premiación.
Una historia copada
El actual trofeo de la Fifa, con un peso de 6,175 kilos de oro macizo, está en juego desde 1974 y no puede ser ganado de manera definitiva, a diferencia de su predecesora, la Copa Jules Rimet que estuvo en vigencia entre 1930 y 1970. El reglamento de esta última establecía que quien la alzara tres veces se quedaría con su posesión absoluta, un requisito cumplido por Brasil al obtener los mundiales de Suecia ’58, Chile ’62 y México ‘70. La Rimet tuvo un trágico destino: fue robada en diciembre de 1983 de la sede de la Confederación Brasileña de Deportes por dos ladrones cariocas y, según la versión oficial, posteriormente fundida por Juan Carlos Hernández, un joyero argentino radicado en Río de Janeiro, quien la vendió en lingotes de oro. Sin embargo, también se escucha otra historia con ribetes de mito. Según ella, la copa no fue destruida y en realidad fue a parar a manos de un coleccionista furtivo a cambio de una fortuna.
Obligada a buscar un nuevo trofeo, la Fifa encargó al escultor italiano Silvio Gazzaniga el nuevo trofeo, que en un principio tenía un protocolo más flexible que el actual y contemplaba que el país ganador del Mundial se quedara con la guarda de la Copa durante cuatro años. Por eso, la AFA pudo tener su guarda durante ocho años entre 1978 y 1982 y en el período 1986/90. Y Córdoba la pudo disfrutar en tres ocasiones: la primera en 1986, cuando se exhibió en el salón del Banco Provincia de Córdoba después que Maradona y compañía la ganaran en México, y las otras dos en un Tour de la Fifa realizado en 2010 y 2014, con sede en el Orfeo y auspiciado por una marca de gaseosas.
Las tres copas de Qatar
Después de la histórica postal de Messi levantando la copa original, esta anduvo de mano en mano por los 26 integrantes del equipo y en el campo de juego llegaron a reunirse el capitán de la selección y Angel Di María, cada uno con un trofeo. En ese éxtasis y desorden absoluto, apareció una réplica “trucha” que habían hecho ingresar desde la tribuna dos platenses amigos de Leandro Paredes para que la firmaran los jugadores. ¿Cómo saber cuál era cada una? Por detalles finos a la vista, pero contundentes: la original tiene una placa de oro con la inscripción de los países ganadores, mientras que la “réplica oficial”, de bronce y bañada en oro, sólo indica el año de disputa de ese torneo (esta es la que llegó a Córdoba). La “trucha”, en cambio, fue fabricada en resina y cuarzo con pintura símil oro, pero con base de plástico.
La Copa original tiene su residencia permanente en el Museo Mundial del Fútbol, en Zürich (Suiza) y solo sale de sus vitrinas cada cuatro años durante las giras de promoción, el sorteo del certamen y las ceremonias de apertura y premiación, siempre con extremas medidas de seguridad y de protocolo. Sólo puede ser manipulada por los campeones, incluyendo a los titulares de las Asociaciones ganadoras y los respectivos presidentes del país. Cualquier otra persona autorizada a levantarla, debe tomarla con guantes blancos. Es que para el mundo del fútbol, la copa es el Santo Grial.
