A veces, los sueños cruzan fronteras. Y no siempre entran por Ezeiza. A veces vienen en colectivo, con un bolsito al hombro y el corazón encendido. Nicolás Caballero Benítez armó el suyo en Paraguay, despidió a su familia entre abrazos y mate cocido, y se vino para Córdoba con una ilusión gigante: tener una chance en Racing de Nueva Italia. Y esa chance, por fin, llegó.
El defensor central de 19 años fue promovido en las últimas horas al plantel profesional del club, tras un destacado paso por la primera local que compite en la Liga Cordobesa de Fútbol. Su nombre empezó a sonar con fuerza en los pasillos del Miguel Sancho, y el entrenador Héctor Arzubialde no dudó en sumarlo a los entrenamientos del equipo que compite en la Primera Nacional. El club ya le firmó contrato hasta fines de 2026.
Caballero llegó desde Olimpia de Paraguay, uno de los clubes más tradicionales de Asunción. No llegó con títulos ni flashes, pero sí con historia: su papá fue arquero y, nada menos, que campeón de la Copa Libertadores 2002. También formó parte del plantel que jugó contra contra el Real Madrid en la final de la Intercontinental de ese año. “Me crié en los vestuarios, crecí junto a los futbolistas. Eso me ayudó mucho a querer más el fútbol incluso”, cuenta Nico, con esa mezcla de timidez y orgullo.
Sin embargo, su destino no estaba bajo los tres palos. “Mi papá no me podía ver con los guantes puestos. Me decía que en el arco no había plata”, se ríe el zurdo, que comenzó jugando como volante, pero que fue reconvertido en defensor en la Sub 15 de Olimpia. Desde entonces, no soltó más esa posición: zaguero por izquierda, con buen uno contra uno y fuerte en el juego aéreo. “También jugué algunos partidos de 3, pero mi puesto es como central”, aclara.
Sus primeros meses en Córdoba no fueron fáciles. “Extrañaba mucho a mi familia y la comida. Pero en la pensión cocinan bien, ya me acostumbré. Hay muchos chicos y nos ayudamos entre todos”, dice, mostrando una madurez que impresiona.
Hace apenas unos días, el cuerpo técnico le comunicó que daría el salto al plantel profesional. “Cuando me dieron la noticia, la abracé. Es lo que había venido a buscar. Esa es la razón por la que estoy acá”, dice Caballero, que se plantea metas claras. La primera: debutar este año en la Primera de Racing. La segunda: ganarse un lugar en el Mundial Sub 20 que se disputará en septiembre. “Sería un salto muy grande, me va a ayudar mucho”, aseguró en su visita a La Voz.
Nicolás sabe que cada paso que da lo acerca a su mayor objetivo: ayudar a su familia. “Quiero darles un lindo futuro”, dice, con voz baja pero firme. También habla de su amigo Matías Galarza Fonda, hoy en Talleres, con quien compartió años en Olimpia: “Su papá era entrenador de arqueros de mi viejo. Nos conocemos desde chicos”.
Hoy, Caballero entrena con el plantel profesional de Racing, sueña con su debut y se aferra a esa camiseta celeste y blanca como a un abrazo. Porque para los que vienen de lejos, nada se regala. Todo se sueña, todo se pelea. Y todo, siempre, se empieza con un bolsito.