En los últimos años, los torneos de fútbol amateur en Córdoba dejaron de ser solo un espacio recreativo para convertirse en una actividad masiva y cada vez más competitiva.
Canchas llenas todos los fines de semana, ligas que crecen en equipos e infraestructura y jugadores que se entrenan de una manera cada vez más profesional, muestran un fenómeno que sigue en expansión.
Junto con ese crecimiento también aparecieron señales de alarma: enfrentamientos entre equipos, discusiones que escalaron rápido y episodios de violencia que obligaron a los organizadores a replantear reglamentos, sanciones y prevenciones para garantizar la seguridad.
La preocupación no es aislada. Los organizadores de distintos torneos coinciden en que la violencia se vuelve un problema cada vez mayor y que el desafío está en abordarla con reglamentaciones, sanciones a equipos o jugadores, y expulsión de reincidentes.
Aun así, reconocen que muchas veces estas respuestas no alcanzan y que detrás de cada incidente existen factores sociales, económicos y culturales que exceden al campo de juego.
¿Qué dicen los organizadores?
Matías Gastardelli, organizador del torneo Campa, uno de los más reconocidos de la ciudad de Córdoba, expresa su intranquilidad por esta problemática. El torneo Campa existe desde hace más de 11 años.
Campa Fútbol cuenta con alrededor de 7.000 jugadores (entre equipos masculinos y femeninos) y figuras del tribunal de disciplina, equipo médico con ambulancia, guardias, limpieza y encargados del bar. Matías reconoce el avance del torneo a lo largo de los años y admite la evolución de la violencia en este tiempo.
“Culturalmente se justifica la violencia bajo el paraguas de ‘son cosas del fútbol’ pero no debería ser así. Mucha gente viene a descargar sus frustraciones en la cancha y ahí empiezan los episodios de violencia”, afirmó Gastardelli. Y agregó: “La violencia no es algo nuevo, pero sí es algo que viene creciendo”.
“A veces se descarga la negatividad de las crisis en una actividad que es para divertirse. Los equipos deben prepararse también para perder, sin que genere reacción violenta”.
Marcos Marengo, organizador del Torneo PRO, coincide en que la violencia dejó de ser un hecho aislado para transformarse en una parte habitual del fútbol amateur cordobés.
A la par que Gastardelli, Marengo aseguró: “Los episodios de violencia son muy frecuentes y cada vez son más”. Sumó que en algunos torneos “ya es una costumbre la agresión”.
Para ambos organizadores, la problemática que se profundizó con el tiempo, no responde sólo a cuestiones deportivas, sino a un clima social que se filtra en la cancha.
Reglamento y disciplina
En el Campa, la disciplina es uno de los pilares de la organización. En un contexto donde las tensiones crecen, para Gastardelli “la disciplina es nuestra herramienta más fuerte” para frenar la escalada de agresiones.
En 2024, el torneo decidió expulsar a dos equipos completos de una misma categoría —uno de ellos campeón— tras protagonizar incidentes violentos.
Para Matías, estas medidas son necesarias para proteger al torneo.
“Si una sanción puede implicar expulsar a un equipo o jugador, analizamos antecedentes y comportamiento antes de tomar la decisión”, aseguró. Y afirmó: “Con un reglamento claro y de cumplimiento igualitario logramos que los episodios de violencia no sean tan graves”.
Más allá de las sanciones y los reglamentos: cómo juega la cultura
Tanto en el Campa como en el Torneo Pro coinciden en que la violencia en el fútbol amateur no se resuelve únicamente con sanciones o reglamentos. Desde la organización de Campa, plantean que “hay que trabajar el respeto desde las estructuras sociales” porque, aunque ellos pueden intervenir, “el cambio de fondo es cultural”.
De todas formas, Gastardelli se muestra optimista e indicó que “no existe la posibilidad de decir que la violencia en el fútbol es inevitable.”
En la misma línea, Marcos Marengo sostiene que las bases para una transformación real están en la formación de las personas desde edades tempranas. Para él, “la base es la educación: en la escuela y en el hogar”, y resume su postura con una frase que sintetiza la raíz del problema: “Más educación, menos margen de error”.
Ambos organizadores coinciden en que por mucho que ellos se propongan impedir este fenómeno, sin un trabajo social y cultural profundo, cualquier intento de reducir la violencia dentro del predio será apenas un parche momentáneo que en cualquier momento se puede salir.
Tensiones sociales trasladadas a las cancha
La violencia en el fútbol amateur de Córdoba se presenta como un claro signo de complejas tensiones sociales y culturales que van mucho más allá de una cancha. Las sanciones, los protocolos de actuación y las medidas disciplinarias funcionan como frenos para un fenómeno en auge.
Sin embargo, resultan insuficientes para resolver una problemática que nace de factores mucho más complejos, como las frustraciones personales no canalizadas, la evidente falta de control emocional de algunos participantes y una cultura deportiva inmoral que tiende a justificar ciertas reacciones agresivas bajo la excusa de que son incidentes habituales y esperables en el contexto del fútbol.
No obstante, experiencias como las de Campa y el Torneo Pro evidencian que existen vías para avanzar en la mejora. La presencia activa de las organizaciones en los complejos deportivos, la aplicación rigurosa y transparente de los reglamentos, y la creación de instancias de diálogo entre los equipos han contribuido a disminuir la gravedad de numerosos conflictos. Estos antecedentes demuestran que la transformación no se limita al juego mismo: la recuperación del fútbol amateur como un espacio de encuentro y convivencia exige fomentar, desde edades tempranas, la educación, el respeto mutuo y la responsabilidad social.
*Por Lorenzo Páez Molina, Sofia Valentina Romero, Marco Javier Mina, Salvador Velez , estudiantes del Colegio Universitario Politécnico (CUP), para una práctica profesional de Periodismo.
