“Nico, ustedes se tienen que tranquilizar. Tienen un equipazo, vos tenés mucho futuro. Pero no puede ser que se peleen siempre, contra todos, en todas las canchas”.
El consejo vino de un entrenador de las selecciones juveniles de Argentina, y quien escuchaba atentamente era Nicolás Zalazar.
Pero no era el mismo Nicolás Zalazar al que la vida le cambiaría todo de un puntazo.
Todavía era un pibe de 15 años que se llevaba el mundo por delante, que no le tenía miedo a nada ni a nadie, y al que “se le saltaba la térmica” por cualquier cosa. No medía situaciones ni contextos.
Se manejaba como en el barrio, con los códigos de un lugar “picante” como Ciudad Evita, en el Buenos Aires profundo, donde se crio.
Hasta ese momento, era uno de los jugadores más prometedores de una categoría 97 de San Lorenzo de Almagro que estaba llena de pibes que parecían no tener techo.
Eran muy unidos, venían juntos desde los 6 años.
Y quizá por eso, cuando tocaban a uno, tocaban a todos.
Así pasaba en la cancha, en los partidos de inferiores, que “cada dos por tres terminaban en una batalla campal”, recuerda el propio Nicolás, hoy con otra madurez y otra forma de ver la vida, a sus 28 años.
Pero cuando tenía 15, este serio y rudo defensor central era un “bulldog”. Un pibe que iba a todas sin medirse, que dejaba la piel en cada jugada, en cada partido.
Mucho de eso todavía está hoy en este zaguero que defiende la camiseta de Instituto en la Liga Profesional de Primera División del fútbol argentino.
“Nico”, en una familia de origen humilde, con siete hermanos, aprendió que en la vida había que defenderse para lograr lo que quería.
Y, en su caso, lo que quería era ser jugador profesional desde las inferiores de San Lorenzo, donde llegó con apenas seis años.
Pero un suceso que vivió en el mismo club San Lorenzo amagó con quitarle todo. Hasta la vida.

De aquella puñalada a un “clic”
Todo esto sucedió en febrero de 2012, en un momento crítico de San Lorenzo de Almagro, que peleaba por salvar la categoría. Lo lograría unos meses después, justamente ante Instituto, en una recordada Promoción.
Pero en ese momento, “Nico” Zalazar era un jugador de inferiores que quedó involucrado en un confuso episodio dentro de la Ciudad Deportiva del club, donde por entonces podían ingresar libremente otros socios.
Los recuerdos de aquel momento permanecen ahí, como una película.
Un compañero de Zalazar “chistó” a una señorita que estaba en el lugar y, minutos después, llegó un grupo de socios de San Lorenzo –que luego se sabría que eran parte de la barra– para enfrentar a este grupo de juveniles que estaba en el gimnasio.
Estos socios atacaron, y la categoría 97 se defendió.

“Otra grave herida en San Lorenzo: apuñalaron a un juvenil. En el mundo del Ciclón la crisis se dispara; a los pesares deportivos se sumó otro episodio violento: ayer fue apuñalado un chico de las inferiores; la Ciudad Deportiva es tierra de nadie”, señala un artículo del diario La Nación que aún se puede encontrar en la web.
Ese “chico de inferiores” era Nicolás Zalazar, que defendió a sus compañeros y, al intentar salir, se encontró cara a cara con este barra que le metió un puntazo en el abdomen.
“Nico” corrió y escapó, pero a los pocos metros se encontró con las piernas bañadas en sangre.
Lo rescató un profe, que pudo llamar a una ambulancia que lo llevó al hospital Piñero. Allí lograron salvarle la vida, porque había perdido mucha sangre.
“En aquel momento me dijeron que si no hubiera sido un deportista, no la contaba. Me costó mucho tiempo volver a jugar. Y para mí fue un clic. Desde ahí cambié para siempre. Si antes era muy calentón, empecé a tomarme las cosas de otra forma. Por eso hoy me ven así, más calmo”, cuenta ante La Voz, en su visita al pódcast Mundo Gloria.
Por fortuna, aquella puñalada no logró afectar ningún órgano vital. Pero las cicatrices están.
“Siempre, cada vez que voy a fichar en algún club, me lo recuerdan. Fue noticia nacional en aquel momento. Algo que me tocó vivir. Y me sirvió para aprender”, recuerda.

Un tipo que sabe de situaciones “bravas”
“Nico” Zalazar llegó a Instituto como refuerzo para esta temporada 2025. Y, luego de esperar su chance, demostró rápidamente que no es de esos jugadores a los que les “tiembla la pera”.
Le gusta estar en las difíciles y poner el pecho. Actualmente, el equipo vive una situación poco grata en este Torneo Clausura.
Instituto lleva seis partidos sin ganar, tres sin anotar goles. Además, sufrió dos goleadas por 0-4, ante River y Unión de Santa Fe, que fueron golpes duros para este grupo.
Zalazar se ha ido transformando en un referente de este plantel y pone la cara en este contexto áspero.
Este domingo, a las 15, Instituto será local de Argentinos Juniors por la octava fecha. La necesidad de volver a ganar es grande.
Ya ante Independiente de Avellaneda, en el cotejo pasado, los hinchas cantaron el clásico “jugadores” antes del inicio del partido. Todo un síntoma.
“Es un momento no tan lindo ni agradable para el club. Hay que hacerse cargo y tomarlo con la responsabilidad que se merece. Y tratar de revertir la situación lo más rápido posible”, expresó Zalazar.
“Nos han costado los partidos. Nos está faltando esa vuelta de rosca, como quien dice, para tratar de llegar al resultado positivo. Muchas veces lo hemos dado todo y no tuvimos suerte. A veces venís con la flechita para arriba, pega en el palo y entra. Hoy llegamos y no concretamos. Pero hay que hacerse cargo: ajustando los detalles, podemos llegar a la victoria”, completó.
Su carácter y templanza serán clave para este momento de la Gloria.
Zalazar tiene 28 años, se formó en San Lorenzo y luego pasó por Atlético Rafaela, All Boys, Platense, Bursaspor (Turquía), Defensa y Justicia, Ñublense (Chile) y Junior (Colombia).
Era una fija en selecciones juveniles y formó parte de una Sub 20, en el que compartió equipo con Lautaro Martínez, por ejemplo.
Tenía destino de jugador de Europa, pero la ansiedad por jugar lo llevó a salir del Ciclón para irse al ascenso y sumar minutos.
Jugó en el exterior con buen suceso, como en Junior de Barranquilla, donde se enfermó de dengue apenas llegó.

Las piedras en el camino han aparecido siempre en su carrera.
Pero “Nico” Zalazar siempre encontró la forma de salir adelante.
Con ese temperamento quiere ayudar y empujar para que Instituto salga de esta situación.
“Instituto es un club hermoso. Me habían hablado muy bien antes de venir y pude confirmarlo cuando me tocó llegar y descubrirlo. Está creciendo y ojalá podamos acomodar esta situación para disfrutarlo como corresponde”, señala “Nico”.
Aquel pibe que se peleaba con todos y sobrevivió a una puñalada. Este tipo centrado, de familia, tranquilo, que se desvive para que Instituto vuelva a estar feliz.