La selección femenina de fútbol tuvo por mucho tiempo a un entrenador que decía: “No se puede jugar un Mundial de igual a igual”. Luego llegó otro que dijo: ¿Y si lo intentamos?”.
El primero, Carlos Borrello, clasificó a la Argentina a sus tres Copa del Mundo anteriores, ganó una Copa América y tuvo un fuerte conflicto con referentes que querían otra propuesta de juego. El segundo, Germán Portanova, eligió arriesgarse y darle una imprenta a sus equipo que le permitió clasificar directo al Mundial 2023 y conseguir una buena racha de encuentros sin perder.
Con las dos fórmulas, a la selección se les sigue haciendo muy difícil conseguir ese tan ansiado triunfo. Si bien casi siempre tuvo potencias al frente, como Alemania, Japón o Inglaterra, a la Albiceleste los resultados en Copas del Mundo dan un saldo de ocho derrotas y tres empates.
Portanova logró convencer a sus jugadoras de que había otra manera de pararse en este gran escenario y las alentó a animarse a proponer. Logró armar un buen grupo donde se nota que el todo está por encima de las partes.
En el primer partido ante Italia, se mostró una cara muy diferente a la de Francia 2019. El pos Mundial generó una explosión en el fútbol femenino que el actual DT decidió usar para generar una identidad que hasta ahora no había aparecido.
¿Alcanza? Todavía no. ¿Los resultados importan? Claro que sí y más en el fútbol argentino.
El camino que decidió recorrer es mucho más complicado y los golpes suelen ser más fuertes. Sudáfrica fue una demostración de todo lo que aún nos falta para competir en los primeros planos. Hay que saber jugar con la presión de tener que ganar y cada error se paga caro
Pero a pesar de todo esto, esta selección eligió “morir con la suya” y el mensaje que deja a las niñas es muy importante. El complejo de inferioridad hoy desapareció. Y si no toca ganar, que sea así, sin miedo al éxito.
