El 14 de julio pasado, en Miami, Estados Unidos, la selección argentina ratificaba su condición de primera potencia mundial. Otra vez, como en 2021 en Río de Janeiro, ganaba la por tantos años esquiva Copa América. Sin pretenderlo como objetivo principal, el equipo nacional se transformaba en el más exitoso en la historia del fútbol de nuestro país, habiéndolo conseguido todo en tres años en el que en su pecho sólo brillo el oro.
Frente a Colombia, Argentina sólo tuvo que mostrar retazos de la recordada exposición mundialista en Qatar, en diciembre de 2022, que le valió su tercer título ecuménico. Su capacidad creativa y su poder de fuego no se expresaron tanto como en el acontecimiento asiático. Sin embargo, sus valores colectivos y la oportuna aparición de alguna individualidad fueron suficientes para seguir liderando en Sudamérica.
Sin ser abrumadora, y sólo teniendo como referencia similar a la selección comandada por Diego Maradona, su superioridad se plasmaba tanto en los resultados como en la postura segura y dominante con la que se paraba en la cancha. El equipo de Lionel Scaloni, en muchos partidos, los iniciaba desde el “aquí estoy yo”, una disposición anímica que desde el vamos lo ponía delante de su adversario.
Ese periodo, antes, durante y después de Qatar, fue de genuina resiliencia para un grupo de jugadores cuestionado por acercarse varias veces a la cúspide y no poder abordarla. En el Mundial Brasil 2014 y en cuatro copas América, ya fuera dirigida por Marcelo Bielsa, Alfio Basile, Alejandro Sabella o Jorge Sampaoli, la Albiceleste claudicó a metros de la gloria. En ese periodo, las críticas arreciaban, las justificaciones no se escuchaban y el escepticismo ganaba adherentes a cada minuto.
Pero el tesón, el profesionalismo y las ganas de ser campeón pudieron más y la historia ya no volvió a repetirse. El milagro se produjo. Messi levantó primero el trofeo más importante en el sur de América; luego el que le valió por ganar un duelo de campeones con Italia, en Wembley; después, el soñado trofeo qatarí y, finalmente, y por segunda vez, la Copa América. Ya, definitivamente, el rosarino fue el mejor entre sus semejantes y la celeste y blanca ondeó libre y sin ningún tipo de atadura.
Dentro de ese proceso, Argentina produjo una saludable y revitalizadora renovación en el mismo Mundial de Qatar. Se consolidó y fue figura “Cuti” Romero; superaron las expectativas las respuestas de Alexis Mac Allister y Enzo Fernández y fueron determinantes las apariciones de Julián Álvarez. Estos son algunos ejemplos de apariciones que fueron haciendo más amplia una estructura en la que había apellidos fijos y aparentemente pocas posibilidades de cambio.
Así como en diciembre de 2022, hoy Argentina transita por la misma fase. El fútbol, cada vez más exigente, reclama entre susurros o a grito pelado renovación. En ese sentido, después de la última Copa América, fiel a su convicción de incluir a quienes están en mejores condiciones de jugar, Scaloni dio paso a un goteo que los seis últimos partidos de las eliminatorias, el año próximo, y de acuerdo a rendimiento y resultados, podría atenuarse o acelerarse.
A modo de balance, bien puede decirse que, habiendo pasado dos años, Argentina justificó plenamente su tercer título mundial. Salvo ante Uruguay, en La Bombonera, siempre tuvo el sartén por el mango, siempre asumió el principal protagonismo y, por ende, siempre se encargó de llevar adelante el espectáculo. Sus rivales, por temor o especulación, se recostaron en un rol secundario.