A los 17 años, Lamine Yamal no solo juega como si llevara una década en Primera: también habla como un veterano. Este martes, en medio de la tensión de una semifinal de Champions contra el Inter, el joven extremo del Barcelona alcanzará los 100 partidos con la camiseta que lleva puesta desde que aprendió a atarse los botines. Y lo hace con una serenidad que desarma.
“Yo no me comparo con nadie, mucho menos con Messi”, dijo en la previa, como marcando la cancha. Lo admira, claro. ¿Quién no? Pero no necesita disfrazarse de otro para brillar. Juega como él, no como otro. Y eso, a su edad, es más raro que un caño sin ovación en el Camp Nou.
Criado en La Masia, Yamal pertenece a esa clase de jugadores que no necesitan presentación porque su fútbol ya los presentó mil veces. Se nota en cada arranque, en cada centro quirúrgico, en la forma en que busca la pelota cuando nadie más la quiere. Pero también en cómo entiende el juego, cómo lo respeta. “No es lo mismo fichar un jugador de afuera que criarse acá”, lanzó. No fue un reproche. Fue una verdad incómoda, dicha con naturalidad.
En este Barça que busca reencontrarse con su identidad, Lamine es más que una promesa: es una declaración. De estilo, de carácter, de pertenencia. Con 21 goles, 27 asistencias y un puñado de partidos inolvidables, ya dejó claro que no está de paso.
Y este martes, cuando la pelota empiece a rodar en la semifinal, no será solo un nene cumpliendo 100 partidos. Será el corazón de una idea. Un chico de casa dispuesto a marcar la diferencia en el escenario más grande.