Se volvió una costumbre en el fútbol argentino que los arqueros se tiren al piso simulando molestias para forzar una detención del juego, como si se tratara de un “tiempo muerto”. Ya sea para recibir indicaciones tácticas o permitir una variante, la maniobra es cada vez más habitual. Sin embargo, lo que ocurrió en la visita de Aldosivi a Defensa y Justicia podría marcar un punto de inflexión.
Corrían 17 minutos del primer tiempo cuando, tras revisar una jugada en el VAR, el árbitro Pablo Dóvalo expulsó correctamente a Yonathan Cabral por una durísima patada a Ezequiel Cannavo. El Tiburón se quedó con uno menos y, además, desarmado en la zaga central. Desde el banco marplatense se apuraron para reorganizar al equipo y preparar un cambio.
Fue entonces cuando Jorge Carranza, el arquero de Aldosivi, se tiró al suelo pidiendo asistencia médica. El objetivo era claro: frenar el partido para ganar tiempo y permitir el ingreso de un defensor en lugar de un volante. Pero la estrategia no pasó desapercibida.
Dóvalo, consciente de lo que estaba ocurriendo, no solo se negó a frenar inmediatamente el juego, sino que se acercó al arquero visiblemente molesto. Tras un cruce de palabras con Carranza y luego con varios jugadores de Aldosivi, el juez tomó una decisión inusual pero firme: amonestó al arquero por fingir una lesión. Luego sí, autorizó la variante: ingresó Kummer por Serrago.
La amonestación a Carranza no pasó inadvertida. No es común que se sancione disciplinariamente a un arquero por este tipo de acciones, aunque la práctica es bien conocida. Durante el primer ciclo de Alexander “Cacique” Medina en Talleres, por ejemplo, se volvió habitual que Guido Herrera se arrojara al césped para frenar el juego en momentos clave. Así, la T utilizaba esas interrupciones como si fueran pausas tácticas, similares a las del básquet.
Este fallo de Dóvalo podría marcar un precedente si otros árbitros comienzan a actuar con el mismo criterio. La línea es delgada entre una lesión real y una simulación para hacer tiempo, pero el fútbol argentino viene arrastrando hace tiempo este tipo de “vivezas” que muchas veces quedan impunes.