La selección femenina culminó otra participación en la Copa del Mundo sin poder sumar una victoria, siendo el equipo con la racha más larga en ese aspecto dentro del torneo.
Sin dudas que el combinado nacional ha tenido al frente a rivales muy complicados, a priori superiores desde lo físico o lo técnico, y no gozó de las bondades del sorteo como otros. Sin embargo, en esta edición estuvo muy cerca del triunfo, como nunca, y desaprovechó sus chances.
Contra Italia, el equipo hizo un partido casi perfecto, cumpliendo el plan a la perfección y teniendo chances para marcar un gol. Algunos cambios tardíos que no llegaron a meterse en el partido, más fallas individuales, terminaron inclinando la balanza en favor de las europeas, que se llevaron tres puntos que dolieron del otro lado.
Pero más allá del resultado adverso, la imagen que dejó la selección fue muy buena, se vio a un equipo convencido, sin miedos y con la sangre para competir que caracteriza al futbol argentino.
El partido dejó señales muy positivas hacia adentro y hacia afuera. Argentina llegaba a plantarse buscando el triunfo, con sus armas y con una idea trabajada.
Sin embargo, ante Sudáfrica se cometieron todos los errores que hasta el momento no habían aparecido, con fallos insólitos y errores en un primer tiempo que de mitad de cancha hacia atrás fue muy difícil. El equipo intentó proponer pero el primer gol pegó fuerte.
En el complemento, el DT corrigió algunas cosas y el trámite se inclinó a la búsqueda argentina. Otro error y un segundo gol que pareció devastador. Llegaron mas cambios y se dio otra gran remontada para demostrar que el equipo estaba vivo, que juega con mucho compromiso y respeto por el escudo.
Con Suecia se vio otra vez a un equipo que no se achicó y que con sus armas quiso crear el milagro que finalmente nunca llegó. Las diferencias no fueron tan grandes pero sí suficientes para que otra derrota se sume al historial argentino en mundiales.
Sin dudas que es una selección que se siente orgullosa de ponerse la camiseta y deja todo en cada juego. A nivel grupal e individual probablemente las jugadoras estén a su máximo nivel, salvo las más jóvenes.
Da la sensación de que hoy en día es difícil poder jugar mejor, al Mundial se llegó en gran forma y con buenos resultados. Quedará ese grito atragantado, esa bronca de dejar pasar otra chance más por la que habrá que esperar otros cuatro años.
Llegar al último partido, ante las número 3 del mundo, con la obligación de ganar, no era el escenario ideal. De hecho, era una misión casi imposible si sumamos el desgate físico acumulado.
El Mundial debe quedar atrás, valorando el cambio total de una selección que viene haciendo un gran proceso. El trabajo de Germán Portanova se ve, aunque todavía debe aprender mucho en la toma de decisiones ante rivales de jerarquía. Para él también era su primera vez y no tuvo miedo de competir con sus convicciones. Sus jugadoras lo respaldan y hay una camada joven que tiene mucho roce internacional.
Paulina Gramaglia, Chiara Singarella, Sophie Braun, Daiana Falfán, Dalila Ippolito, Yamil Rodríguez, Lorena Benítez, son el presente y el futuro del equipo. Ya no estará Estefanía Banini, gran referente de esa camada.
Algunas más se irán yendo durante el camino a 2027, como la arquera Vanina Correa, quien ostenta haber disputado todos los mundiales en los que participó la Albiceleste.
Surgirán nuevos nombres, muchas tendrán experiencia europea y la selección tendrá una base mucho más amplia.
Hoy lo importante es tomar a esta Copa del Mundo como una parte más de un camino mas largo que no terminó en Oceanía, sino que sólo hizo una parada. Se vienen mas amistosos, una Copa de Oro en febrero contra equipos fuertes y luego una Copa América donde se buscará el boleto para el próximo Mundial.
Argentina jugó como nunca pero obtuvo los resultados de siempre. Todavía no alcanza, pero lo hará. Solamente hay que seguir trabajando y apostando por el crecimiento sostenido.
