No abundan muchos documentos de aquel momento. Apenas se conoce que la escenografía de la génesis del Club Atlético Belgrano fue un descampado irregular conocido como “El Cañaveral”, a pocos metros del Colegio Santo Tomás y del actual Palacio de Justicia.
Dicen que el acto fundacional ocurrió debajo de un algarrobo corpulento y coposo cuya base se improvisaba como “vestuario” y “local social” de los socios, la mayoría chicos de pantalones cortos.
Ni siquiera se sabe con exactitud la fecha de esa ocurrencia infantil. Porque a la hora de consignar el nacimiento del club de Alberdi (por entonces barrio de La Toma o de la Exposición), existen dos fechas en danza: una, la oficial, que refiere al 19 de marzo de 1905, hace 120 años exactos, y, otra, menos conocida, enfocada en el 19 de junio de 1903.
Tal vez, a su manera, ambas tengan visos de realidad, porque bien puede suponerse que en esta última se hizo el acuerdo oral de conformar un club y que dos años más tarde, cuando se intentó darle formato de seriedad a la iniciativa, se constituyó la comisión directiva y se labró la primera acta hace exactamente 120 años.
Es que la fecha de 1903, de acuerdo a los recuerdos manuscritos dejado por uno de sus pioneros, Ernesto Barabraham, tiene detalles muy precisos sobre la hora cero del club y una versión por demás lógica acerca del nombre y elección de los colores para su uniforme.
Este viejo delantero “pirata”, testigo directo de aquel momento, sostenía que la idea germinó de una intervención de Eleodoro Orgaz, padre de los hermanos Arturo y Oscar, quienes integraban la barrita fundacional de amigos. Según consta en sus memorias, Don Eleodoro irrumpió en la reunión, y al ver que los niños no podían ponerse de acuerdo, les sugirió el nombre y el color que identifican desde siempre al club.
Siempre de acuerdo a su testimonio, Barabraham aseguraba que la fundación ocurrió el 19 de junio de 1903, unas horas antes de celebrarse el Día de la Bandera, casi dos años antes de que el club funcionase de manera formal. Eleodoro también habría propuesto la confección de la vestimenta, con directa vinculación hacia la enseña patria: remera celeste, pantalón blanco y medias celestes, con lo que se conformaba las barras de color de la bandera.
Por su parte, Juan Carlos Gómez, reconocido compilador de la historia celeste ya desaparecido, sostenía otra versión, aunque también la hizo recaer en el seno de la familia Orgaz. De acuerdo a sus fuentes, el ideólogo del nombre y del color de la camiseta fue Oscar, el cuarto de los 10 hermanos, quien era simpatizante del Belgrano de Buenos Aires, principal rival del Alumni.
De ser real esta versión, la cuestión podría considerarse como ajena al rescate del prócer. Al momento de la fundación de la entidad Oscar contaba tan sólo 8 años de edad, por lo cual podría sonar improbable que haya impuesto su voluntad entre chicos mayores. De todos modos, hay que tener en cuenta que su hermano Arturo asumió la presidencia a los 14 y que el mismo Oscar debutó en el equipo superior con tan sólo 9 años. Otra época, claro está.
La tercera versión viene del lado del núcleo familiar de los Lascano, que también tuvo un rol central en el nacimiento del club, con la participación de tres de sus integrantes en la primera comisión directiva: los hermanos Nicolás, José y Balbino.
Al decir de Nélida Lascano, hija de Ricardo (gran goleador de los años ‘20 y ‘30 y hermano de los anteriores), la iniciativa le perteneció a su abuela, Rosario Lucía Soria, madre del clan.
“Los colores los eligió ella, en homenaje a la bandera. Y no sólo eso, también fue quien confeccionó las primeras camisas con una máquina de coser Singer y les bordó una letra “B” en el bolsillo”, dice Nélida (72 años), a la vez que agregó otros detalles sobre aquellos primeros años.
“Mi abuelo Nicolás no quería saber nada con que sus hijos jugaran al fútbol, pero Rosario siempre los apoyó y siguió colaborando con el club hasta días antes de su muerte, en 1948. Recuerdo que lavaba las camisetas y cada tanto las teñía cuando iban perdiendo color. Eran celeste turquesa, muy distintas a las tonalidades actuales”, asegura la sobrina de los fundadores.
Sea cual fuere el origen de la camiseta y la fecha de fundación, lo único concreto e indiscutible es que hoy, quien la lleve puesta, deberá sudarla en nombre de quienes soñaron con la grandeza de su historia.