La imagen es una postal repetida de nuestro fútbol. El escenario, generalmente, una terminal aérea que de repente se puebla de abrazos interminables, lágrimas sentidas, consejos y augurios de éxito para el futuro. Con la emoción a flor de piel y una mezcla de sentimientos contrapuestos, la frase aparece casi invariablemente antes de que el crack migrante emprenda hacia la escalinata del avión: “Estoy muy agradecido al club y volveré aquí para terminar mi carrera con esta camiseta”.
Como táctica para aplacar el dolor de la despedida, de poco sirve la declaración por más sinceros que sean los dichos. Es que el hincha intuye, con el aval de haber llorado a otros, que ese juramento tiene la misma esencia que los amores de estudiantes y se diluirá con el tiempo.
No son muchas las ocasiones en que los grandes ídolos de los clubes cordobeses retornan a su club de origen y mucho menos con sus condiciones futbolísticas aún en alta cotización. Claro que la mente puede traer algunos casos emblemáticos y excepcionales, pero no son esos la regla general.
Por estos días, los principales dos clubes de la ciudad anunciaron el retorno de dos “hombres de la casa” que despiertan expectativas más allá de sus nombres. Lucas Zelarayán, en Belgrano, y Nahuel Bustos, en Talleres, representan esos finales felices que el hincha sueña. Porque amén de ser referentes del club, se supone que vuelven a aportar algo más que el impacto de su figura. En otras palabras, que “aún tienen hilo en el carretel” o, como suele decir el hincha crítico y sin careta, “no vienen a chorear”.
“El Chino”, que cada tanto ratificaba el mensaje del día de su partida, está otra vez en Alberdi tras desoír sondeos de Boca, River y San Lorenzo. A los 32 años, el volante que juega para la selección de Armenia, viene a engrosar sus números en Belgrano, donde señaló 10 goles en 81 partidos jugados entre 2012 y 2015. A nueve años de su partida, su nivel hace ilusionar a la hinchada Pirata.
El 4 de junio de 2016, a poco de haberse mudado del Pirata, Sebastián Roggero, de Mundo D, le tiró la pregunta clásica: “¿Vas a volver a Belgrano estando bien de edad?”. La respuesta del “Chino” llegó con el bonus track de un deseo: “Seguro que es así, ojalá yo vuelva a Belgrano para ser campeón. Es lo que quiero. Todos queremos eso, cuando yo vuelva esperemos que podamos ser protagonistas y pelear arriba. Yo soy uno más para sumar y lograr el objetivo de todos”.
Nahuel Bustos fue otro que coqueteó en varias oportunidades con el retorno a Talleres después que en 2020 se alejó por primera vez. Ahora, tras su regreso del año pasado y nueva partida a San Lorenzo, recala en barrio Jardín por segunda ocasión, donde ya señaló 28 goles en 94 partidos. A los 26 años, tiene una trayectoria de “veterano” y la ventaja de experiencias en México, Brasil y el fútbol europeo.
“Nahuel regresa a Talleres, es un jugador de la casa y tiene nuestro ADN. Hace tres años fue el mejor delantero del futbol argentino y lo volverá a ser”, se ilusiona el presidente Andrés Fassi, un anhelo que los hinchas albiazules también hacen propio.
Entre idas y vueltas
Ambos son casos puntuales, no muy frecuentes. Y sin ánimo de ser taxativos, la memoria trae a la mente el recuerdo de nombres que la tribuna exigía volver a ver. En Alberdi esperaban a Franco Vázquez, pero su regreso se “pinchó” en agosto pasado por decisión del técnico Juan Cruz Real, quien consideró que no necesitaba sumar un jugador de sus características. A los 35 años, “el Mudo” juega en el Cremonese de la Serie B italiana y, claramente, ya está en las postrimerías de su carrera.
Otros volvieron más de una vez y en distintos niveles de rendimiento, como Matías Suárez, Luis Fabián Artime y José Omar Reinaldi. Entre los más celebrados retornos también pueden citarse los de Mario Bolatti, Luis Ernesto Sosa, Juan Carlos Olave, José Luis Villareal y Carlos Guerini. Con 36 años, Pablo Vegetti difícilmente vuelva a colocarse la celeste y para tiempos venideros se aguardarán segundas partes de Cristian Romero y Juan Barinaga, por ejemplo.
Los que el hincha pirata esperó en vano fueron unos cuantos y entre ellos, tal vez los más lamentados fueron Germán Martellotto, Roberto Monserrat, Juan arlos Heredia.
Por el lado de Talleres, el sueño mayor incumplido fue, tal vez, el de Javier Pastore. A pesar de que jugó apenas 5 partidos en el Matador (149 minutos en total), su condición de crack e hincha del club constituyó un combo que despertó en el seguidor albiazul el anhelo de verlo ya consagrado con su camiseta.
Guido Herrera, por citar un referente actual, fue junto a Nahuel Bustos uno de los grandes “recuperados” de la “T” de los últimos años, y en ambos casos lo hicieron jugando en alto nivel, por más que el delantero no pudo lucirse del todo a raíz de sus lesiones.
Del equipo de fines de los ‘90, quienes hicieron bis fueron Mario Cuenca, Rodrigo Astudillo, José Zelaya y Diego Garay, aunque ninguno de ellos con el brillo de otrora. Entre los históricos, Daniel Willington y Miguel “la Wanora” Romero fueron dos festejadísimos retornos que terminaron por darle mayor resplandor a sus figuras.
Instituto tuvo menos suerte con sus mejores luminarias. De los grandes nombres que hicieron trampolín en Alta Córdoba, apenas un puñado tuvo segundas partes y con el agregado de que en la mayoría de las ocasiones sus incorporaciones resultaron más efectistas que efectivas. Diego Klimowicz, Oscar Dertycia, Daniel Jiménez, Nicolás Fernando Oliva, Julio Chiarini y Silvio Romero fueron algunos de los retornos que despertaron gran euforia, mientras que en el “debe” quedaron para siempre “los monstruos sagrados” de Mario Kempes, Osvaldo Ardiles, Hugo Curioni y José Luis Saldaño. Ahora, la incógnita es saber si volverá Paulo Dybala a vestir la albirroja y en qué estado.
Mientras tanto, el negocio del fútbol sigue con sus danzas de millones y transferencias constantes que impactan directo en el corazón del hincha, ese mismo que en cada partida de sus ídolos se ilusiona con recuperarlo al final del camino.