Haga un ejercicio de imaginación. Figúrese el vestuario de Belgrano, con el director técnico dando la charla previa a un partido clave ante Estudiantes de La Plata, por el Nacional de Primera. En esa escena, el entrenador expone el funcionamiento del equipo, repasa jugadas preparadas y pone el foco en los puntos fuertes y débiles del plantel, con el objetivo de pulir cada detalle. Todo, claro está, bajo el hermetismo propio de quien trabaja con un plan secreto guardado bajo siete llaves.
Sin embargo, en esa intimidad típica de un recinto exclusivo y homogéneo, donde la adrenalina contagia a todos antes de saltar a la cancha, el DT observa de reojo a dos de sus dirigidos. Son los flamantes refuerzos procedentes de Instituto, incorporados con una cláusula impensada hoy: la posibilidad de defender camisetas distintas en torneos diferentes.
Tres días más tarde, esos mismos jugadores serían parte de la Gloria, el próximo rival, en un duelo clave contra el Celeste en otra competencia. De compañeros a adversarios en un abrir y cerrar de ojos.
Loco, ¿no? Eso ocurrió en 1974, y uno de los protagonistas fue nada menos que Osvaldo Ardiles, quien ese año defendió al Pirata en el ámbito nacional y a los albirrojos en el torneo local. El puntero izquierdo José Luis Ceballos, también con notables antecedentes, fue el otro protagonista junto al campeón del mundo de 1978.
Y ante semejante escenario insólito, ocurrió lo inevitable: ambos clubes se cruzaron en un clásico. “El Pitón” y “el Zurdo” dejaron la concentración de Alberdi tras el partido con “el Pincha” para meterse de lleno con los de Alta Córdoba.
“Tomé la situación con mucha naturalidad. Belgrano me había pedido, pero el Nacional se inició antes de que terminara el torneo local y durante un tiempo estuve ante ese escenario”, cuenta Osvaldo desde su residencia en Londres.
“Fue una situación bastante curiosa, pero no recuerdo que Miguel Ponce (DT de Instituto) o ‘el Gitano’ Juárez me insinuaran algo raro. Yo era muy inocente y, la verdad, en esa época vivía el fútbol como en una nube”, añade.
Una historia de novela
El 17 de julio de 1974, los dirigentes de Belgrano acordaron pagarle a Instituto 110 mil pesos (unos 41 mil dólares actuales) por la cesión a préstamo de ambos jugadores hasta la finalización del Nacional, en diciembre.
El convenio incluía una cláusula especial: ambos futbolistas debían ser devueltos para las instancias decisivas del Zonal de la Liga Cordobesa, cuya final estaba prevista para el 7 de agosto. Ese torneo otorgaba media plaza para representar a Córdoba en el Nacional de Primera División de AFA del año siguiente.
Esa imposición había frustrado el pase definitivo de Ardiles y Ceballos a Rosario Central (fijado en 120 millones de pesos), lo que abrió la posibilidad de un préstamo al Pirata ante la negativa de los rosarinos, que pretendían a los jugadores de manera inmediata.
Finalmente, el 21 de julio, Belgrano debutó en el Nacional en La Plata ante Estudiantes (derrota 2-1), con la presencia de los refuerzos gloriosos. Ceballos anotó la transitoria igualdad y Ardiles cumplió una aceptable labor.
Tres días más tarde, en la última fecha de la ronda clasificatoria del Zonal, ambos jugadores se cruzaron de vereda para enfrentar a sus “compañeros nacionales” de Belgrano.
Instituto ya estaba clasificado para las semifinales, pero los de Alberdi necesitaban ganar para lograr también su pasaporte. Y fue triunfo celeste 1-0, con gol de José María Suárez.
El 28 de julio, la dupla volvió a vestirse de celeste para vencer a Puerto Comercial de Bahía Blanca en la segunda fecha del Nacional. Luego regresaron a Instituto, que ya instalado en semifinales del torneo local venció 2-1 a Sportivo Belgrano y accedió a la final con Talleres.
La historia marcaba que en la tercera fecha del Nacional, Belgrano y Talleres se enfrentarían en el primer clásico jugado a nivel AFA.
El Pirata debió lamentar las bajas de sus refuerzos, ya que Instituto pidió la cesión anticipada de los jugadores ante la proximidad de la final local. De poco sirvió: la “T” se quedó con el título al ganar 1-0.
Después, y hasta el final del Nacional, Ardiles y Ceballos continuaron en Belgrano, aunque el equipo no logró meterse en las finales.
“Esa experiencia con el Belgrano del ‘Gitano’ Juárez –cuenta Ardiles– me abrió las puertas a la selección argentina. Fue él quien me recomendó ante César Menotti, que por entonces no me conocía. Era hincha mío e hizo mucha fuerza para que me incluyeran en la selección del interior que armó ‘el Flaco’ antes del Mundial ’78”.
La historia transcurrió hace medio siglo y hoy suena a puro cuento. Pero fue real. Fútbol y rivalidad de otra época.

























