El fútbol del interior cordobés se aferra a un mismo pulso: el de Río Cuarto. En esa ciudad que respira competencia y sueña con hazañas, dos equipos mantienen viva la ilusión de que Córdoba vuelva a decir presente en la elite del fútbol argentino.
Por un lado está Estudiantes, el León que ruge otra vez en la Primera Nacional y que este fin de semana iniciará su cruce de semifinales ante Estudiantes de Caseros.
La ida será este sábado a las 19.40 en Buenos Aires y la revancha, una semana más tarde, en el Candini, donde el equipo de Iván Delfino buscará hacer pesar su localía y su ventaja deportiva. Esa pequeña gran diferencia le permitirá avanzar a la final en caso de igualdad en los dos partidos.
El Celeste del interior cordobés sueña con volver a codearse con los grandes. Sabe que si supera esta serie, lo esperará el ganador del duelo entre Deportivo Madryn y Deportivo Morón.
La final también será a ida y vuelta, sin ventaja deportiva, aunque el mejor ubicado cerrará en su casa. Si Estudiantes llega y su rival es Morón, definirá en el Candini. Pero si el que avanza es Madryn, el último viaje será al sur, al frío patagónico, donde los sueños suelen ponerse a prueba.
Atenas de Río Cuarto también sueña
Mientras tanto, Atenas, el otro representante de Río Cuarto, también da que hablar. El equipo dirigido por Gastón Leva (sí, aquel que ascendió con la camiseta de Instituto) superó a Sarmiento de La Banda como visitante, con gol de Facundo Mucignat a los 22 del complemento, y se metió en los cuartos de final de la Fase Reválida del Federal A.
Su próximo rival será San Martín de Formosa, en una serie que lo encontrará con la confianza por las nubes y la ilusión más viva que nunca.
El Albo está escribiendo la mejor página de su historia reciente en el Federal A. Es, además, el único equipo cordobés que sigue en carrera en esa categoría.
Así, entre el empuje de un León que busca volver a rugir en Primera y un Albo que no quiere despertar del sueño, Río Cuarto se transforma en el corazón que late por el ascenso cordobés.
Y cuando todo se juegue en los márgenes —en un córner, en un rebote, en una noche fría del sur o bajo los reflectores del Candini— quedará esa sensación tan futbolera como entrañable: que hay ciudades que se vuelven equipo, y equipos que hacen ciudad. Y Río Cuarto, en eso, juega su mejor partido.
