El fútbol argentino de Primera División se caracteriza por mostrar un cóctel atractivo que lo hace más que competitivo, que se combina en campeonatos tan extenuantes como parejos y exigentes.
En el certamen se mezclan, por ejemplo, una cantidad inédita de equipos (28), muchos jugadores jóvenes con otros tantos de edad avanzada (propio del mercado exportador que caracteriza a nuestro fútbol), estadios y campos de juego de primer nivel y otros que dejan bastante que desear, calendarios desorganizados y arbitrajes más que cuestionables (a los cuales la llegada del VAR lejos estuvo de brindarles claridad).
Todo eso se conjuga para que, fecha a fecha, la mayoría de los partidos tengan algún punto de atracción, porque además hay equipos que tienen propuestas más que interesantes y otros tantos que apuestan a juegos colectivos con los cuales se le paran de igual a igual a cualquiera. Entonces, nadie debe extrañarse porque el humilde Barracas Central le gane en su cancha al conspicuo River, que parece encaminado a dar la vuelta olímpica pero que, como bien lo recalcó el sábado su entrenador cordobés Martín Demichelis, todavía falta. O como remarcó Javier Gandolfi, DT del escolta Talleres, tras el 1-1 con Godoy Cruz, “la distancia es muy grande, pero mientras den los números la ilusión va a seguir”.
River, sus virtudes y sus defectos
Es que, en ese escenario en el cual cada cruce es una historia aparte en la cual todo puede suceder, el puntero River ha mostrado virtudes para mandar con relativa comodidad, pero también defectos para que la lucha asome abierta en esta recta final. Porque “el Millo”, cuando se enchufa, parece que juega a otra cosa, pero en determinados partidos (como el del sábado en cancha de Barracas) tiene rendimientos tan flojos que nadie adivinaría que se trata del líder absoluto del campeonato de la liga de los campeones del mundo.
El tema es que sus perseguidores, Talleres,San Lorenzo, Lanús o Estudiantes (por nombrar sólo algunos), han desaprovechado en forma sistemática esas licencias que les dieron los riverplatenses. Por ejemplo, el Santo, cuando era único escolta, estuvo varios encuentros sin sumar. Y la “T” perdió puntos que quizá estaban fuera de lo pensado, como los dos que dejó en el camino el sábado frente al Tomba en el Mario Kempes o una fecha antes con el 1-2 contra Lanús en el sur bonaerense.
Como sea, y ayer a la noche el clásico Instituto-Belgrano fue la enésima muestra, el fútbol argentino sigue ofreciendo un menú imperdible, pese a sus déficits y todo lo pendiente de mejorar.
