Nada fue sencillo para este Talleres que fue campeón de la Supercopa Internacional ante un grande como River, en definición por penales y ante un calor insoportable en el estadio La Nueva Olla de Paraguay.
Ni para el presidente Andrés Fassi al que parte del Mundo Talleres le exigía un título. Tampoco para los jugadores mismos, que se habían quedado al borde en la Liga 2024, en la que fue segundo. Y ni hablar para “el Cacique”, que lo había conducido hasta el final con posibilidades en su regreso. Con un plantel heredado y con varios jugadores que había rescatado.
En el inicio del torneo Apertura, ese 23 por ciento de los puntos –con 38% para los 19 juegos desde que se dio su vuelta– lo situaba penúltimo en la Zona B –clasifican ocho a la ronda siguiente– y en el puesto 27 de 30 en tabla Anual (determina el descenso del último), era la previa para el partido con River.
“Los resultados mandan”, después del 1 a 0 ante Lanús, y el “no hay mañana” por la final que se venía Paraguay, más algunos cuestionamientos de parte de los hinchas, hicieron pensar que resultados y formas no deseadas en Paraguay harían difícil su continuidad.
Es que en el horizonte aparecía la obligación de revertir todo en el Apertura (Rosario Central líder, para el lunes, Estudiantes y el clásico con Belgrano), venía la Copa Argentina (21 de marzo con Armenio, en 32avos de final) y el inicio de la Fase de Grupos de la Copa Libertadores (el 2 de abril).
Walter Ribonetto, su antecesor, se había ido con casi el 60% de los puntos en juego, tras la eliminación del torneo continental pasado ante... el River de Gallardo.
“Ganando algún día puede ser que me vaya! Pero tranquilo que estamos muy bien!”, le escribió a La Voz, ante la versión de que podía cortar su segundo ciclo.
Ni loco se iba a ir.
Aquel “volví para coronar” que pronunció cuando regresó, parecía lejos... Pero, en realidad, estaba más cerca que nunca.
Al final, Medina levantó la Supercopa Internacional, conjuntamente con su cuerpo técnico, los jugadores, dirigentes e hinchas.
Fue un triunfo que lo dejó en la historia porque ese primer título de Copa en máxima categoría de AFA y ante el River de su amigo y entrenador en Nacional, Marcelo Gallardo. Y ratificó que es la “bestia negra” del “Muñeco”, ya que con la “T” está 3 a 1 en triunfos. 4 a 1 sería, si se computa el duelo cuando “el Cacique“ estuvo en Vélez.
Tras consumarse el triunfo, lloró, se tranquilizó y dijo: “Es un orgullo por cómo lucharon el partido los jugadores. Siento alegría por ellos, que fueron injustamente criticados. Campeones sale uno solo y hace dos meses salimos segundos. Y parece que había que borrar todo. Vi las críticas que llegaron hacia mí. En seis partidos me tenía que ir, cuando un equipo salió segundo. Eso no podía ser. Eso nos dolía a todos”.
La sociedad
Medina dejó Talleres en 2021, después del octavo puesto en temporada 2019-2020 –clasificatorio a Sudamericana 2021–, tercer puesto en Copa Maradona 2020 y tercer puesto en Liga y tabla anual 2021 –que permitió ir a Libertadores 2022–. Desde lo numérico fue importante pero en el juego más: tuvo identidad y todos los jugadores que pasaron por sus manos crecieron en uno, dos y tres puntos.
Talleres puedo vender en la pandemia de manera increíble, con transferencias récords y la vuelta a las operaciones en el mercado europeo. En el medio, la sociedad con Fassi tuvo un quiebre cuando la “T” iba camino a ser puntero de esa Liga 2021 y se dio la venta de Federico Navarro al Chicago Fire por cinco millones de dólares. Estaba
El DT no atendía el teléfono, pero al final la sangre no llegó al río. Hubo cumbre, pero después se abrió un período de negociaciones para seguir después de diciembre. Se interrumpió una sociedad de dos años y medio.
A Fassi le dolió que no siguiera porque le había dado todo lo que exigía, pero el DT se fue a Inter de Brasil. Luego, reclamó en Fifa unos premios y llegó al TAS. Después, en Vélez, Medina dejó en el camino al Talleres de Caixinha por cuartos de final de Libertadores.
Parecía más lejos que nunca la chance de que Medina pudiera volver.
Sin embargo, las partes se fueron acercando con el correr del tiempo. Cuando se decidió la salida de Ribonetto, con la derrota ante San Lorenzo, posterior a la eliminación de Libertadores, Fassi fue a buscar al “Cacique”, arreglaron el reclamo económico, y se rearmó la sociedad
El gran cambio
La puesta en escena que se vio ante River fue la de un Talleres posible, mas no el ideal que el DT buscaba desde que puso un pie en Talleres nuevamente. Recursos y momentos individuales condicionaron la idea de hacer un equipo de neto corte ofensivo, con estilo de juego directo y con toma de riesgos importantes.
La identidad de juego no pudo darse en la medida esperada.
Tener a Botta fue una buena noticia, pero ameritaba un equipo con una mayor posesión, quedarse sin Catalán y los desgarros que fueron sufriendo Esquivel Depietri y Palacios fueron condicionantes importantes. Recuperar a imprescindibles como Ortegoza y convertir en jugadores importantes a ambos Matías Galarza, acelerar adaptaciones de Rick y Emanuel Reynoso y disimular limitaciones defensivas (le llegaban poco y le convertían) son desafíos que aún siguen vigentes en estos 20 partidos que lleva su regreso.
Sin gol y de “mandíbula floja”, como lo definió, su Talleres tuvo que jugar a lo que se podía. Después del juego con Lanús (0-1), la “T” igualó prioridades de juego para poder empezar a sumar. Mínimamente. Laterales que pasarían cuando se pudiera, dupla de volantes centrales cerca de la zaga, mejorar posicionamientos defensivos y disimular lo mejor posible lo que no tenía solución.
Medina anticipó cambio de plan, de sistema y de nombres. Y lo hizo.
Contra River, como se dijo, defendió a la perfección. O casi. Y se lanzó decididamente al ataque cuando Reynoso hizo una conducción rápida y profunda, Bustos fue parte del juego y Rick gravitó, aunque le faltó definición.
Ese equilibrio se logró en una final. Fue necesario para ser campeón.