Silvio Romero habla con calma. No hay enojo en su voz, pero sí cierta melancolía. Porque lo suyo con Instituto fue una historia que buscaba un final de película, pero que terminó con sabor a poco.
El delantero cordobés de 37 años había vuelto a Alta Córdoba para cerrar el círculo. Para ponerse una vez más la camiseta albirroja, ahora como veterano ilustre, como referente de una generación. Pero la realidad fue otra: pocos minutos, escasa continuidad y un final que llegó sin grandes anuncios.
“Ya estoy desvinculado del club, nos pusimos de acuerdo hace algunos días. No hubo problemas contractuales. Pero sí quedó la sensación de que no fue como la deseábamos”, reconoció “el Chino” en diálogo con Cadena 3, en su primera declaración pública desde que rescindió con Instituto.
Romero se encuentra libre, entrenando por su cuenta y evaluando propuestas. “Estoy analizando todo sin volverme loco. Tuve algunas ofertas de Primera Nacional, pero las descarté. La idea es seguir jugando un poco más. Yo me siento con ganas”, expresó.
En su paso reciente por la Gloria, apenas pudo convertir un solo gol. “Nunca logré tener continuidad y eso hizo que se me hiciera cuesta arriba. El principal responsable de jugar o no jugar es el jugador, eso lo tengo claro”, dijo con autocrítica.
Pese a todo, no hubo reproches hacia la dirigencia ni hacia los cuerpos técnicos que lo dirigieron. Al contrario, Romero destacó el crecimiento institucional del club: “El cambio en Instituto es sustancial. Me pone muy contento la reelección de Juan Cavagliatto. Sé lo que quiere para el club y cómo se fastidia cuando las cosas no salen”.
También tuvo palabras para la hinchada, a la que definió con respeto: “Con el hincha me saco el sombrero, siempre me demostraron cariño. Incluso cuando no me tocaba jugar”.
Sobre su futuro, no descarta ninguna opción: “El retiro no es algo que vea como tan drástico, pero hoy no lo tengo decidido”.
Por ahora, espera. En silencio, con la misma serenidad con la que habla. Tal vez sabiendo que algunas historias no terminan como se sueñan, pero igual merecen ser contadas.