Es todo. No es una “sola cosa”. Es el recuerdo reciente del partido con Newell’s: esa derrota que cerró de la manera más dolorosa la campaña de 2024. En un partido con chance de título, la imagen del equipo deprimió. Sí, ya pasó. Pero no pasa del todo. O pasa de a poco. Y atrasa.
Y sí. Es eso y es esto. Lo de ahora. Un arranque inesperado. Impensado. El Talleres de los mismos nombres, del plantel “casi igual” que peleó por ser campeón el año pasado, resulta que no gana en este 2025. Que no puede. Que se queda corto. Que merece más, pero la realidad lo castiga. Que le hacen goles pavos. Que le ganan “con nada”. O “con poco”.
Y que esa dinámica duele igual. O más. Porque termina siendo un Talleres que es el de antes. Y que es el de ahora. Y así se va armando esa nube que se posa sobre Talleres.
Acaso es el arrastre de una hinchada que quiere ser campeón. Que tiene ansiedad estirada en el calendario y desde hace décadas. Y que quiere un efecto de felicidad ya. Hoy. Ayer. Mañana. Que siente que el club jugó demasiado tranquilo en el mercado de pases. Que sabe que falta algo. Pero que no sabe qué. Y que siente que Talleres está trabado ahí. Atrapado. Estancado. Y eso que progresa en todas las área, que construye edificios en su predio, que despliega evolución en todos los ámbitos. Y que la pelota no entra. Y ahí va. Necesitando un bombazo deportivo, un imposible.
Y entonces el 0-1 con San Lorenzo en Buenos Aires dio bronca. Y entonces el 2-3 ante Independiente lastimó. Porque el equipo arrancó ganando (gol en contra de Federico Vera a los 3 minutos del primer tiempo). Porque se lo dieran vuelta con dos errores (gol en contra de Juan Rodríguez a los 17 y zurdazo de Adrián Sporle a los 38). Y sobre todo porque el equipo fue a buscar todo en el segundo tiempo. Y lo empató (Valentín Depietri) con un bombazo a los 40).
Y lo perdió increíblemente (a los 45, Luciano Cabral casi entra con la pelota al mismísimo arco de Guido Herrera). Y para más fastidio, en la última de la jornada, el botón izquierdo de Cristian Tarragona fue un resorte para una pelota que había que soplar para que fuera gol. No pasó y se vivió ese clima de bajón, de buscar respuestas rápidas para un proceso que recién empieza.
Porque para Talleres nada es por partes. Para Talleres es todo. Siente que está esa (mala) energía que le oprime (a lo de la “energía” lo dijo el DT Alexander Medina en la conferencia de prensa). Que hace que las cosas no pasen. Que Rubén Botta juegue una etapa como el Botta de 2024 y luego termine arrastrado en el segundo tiempo. O que Nahuel Bustos le ponga alma y vida a cada jugada pero que no pueda terminar gritando gol. O que cuando grita el gol se lo anulen: quitó una pelota bárbara y definió con jerarquía ante Rodrigo Rey. Pero hubo falta antes. Lo de Bustos es la metáfora del Talleres 2025. Con ganas de todo. Con eficacia cero.
¿El arranque de la temporada 2025 es un drama futbolístico? No, para nada. Se ve un equipo competitivo, que va a ganar partidos, que probablemente esté para clasificarse entre los ocho primeros y meterse en los octavos de final. El tema en Talleres es hoy el tema de los últimos años. Cuándo y cómo encontrará la manera de ser algo más que un equipo que está para pelear para ser una garantía de que esta vez sí será la vez en la que logrará lo que todos quieren.