Aunque el fútbol ofrece sorpresas, es difícil aventurar novedades inmediatas en Talleres. Ya han pasado siete fechas de la Copa de la Liga y no parece vislumbrarse un cambio rotundo en la forma de jugar de un equipo hasta ahora de un discreto nivel de juego, con irregularidades en un mismo partido que lo hacen notoriamente impredecible.
El empate ante Deportivo Riestra es uno de los claros ejemplos de su ciclotimia, con momentos en los que se lo observa convencido de sus caminos para doblegar a quien tenga enfrente, y con otros en los que sus movimientos se vuelven inofensivos y más que eso, débiles e inseguros, al punto de presentarlo como completamente vulnerable. Por eso, en el Bajo Flores y durante un lapso, Ignacio Arce acaparó elogios salvando su arco, en tanto que, no mucho después, Guido Herrera parecía sentir los aplausos que sonaban desde Córdoba por su arrojo y decisión.
Sea quien haya sido su adversario, y más allá del resultado conseguido, los albiazules han ofrecido elementos de análisis contundentes. Salvo Herrera, Juan Carlos Portillo y Rubén Botta (este en un nivel más bajo que en la temporada anterior), ningún otro futbolista ha podido consolidar su permanencia en el equipo. Por eso, condicionado también por un corrosivo fixture que no respeta tiempos de descanso ni temperaturas agobiantes, Alexander Medina ha debido cambiar constantemente una formación que, salvo los tres futbolistas apuntados, no tiene titulares definidos y que, por ese motivo, bien puede decirse que continúa en proceso de formación.

Hilando más fino, pueden apuntarse como las zonas de más interrogantes la del sector central del medio campo y la de todo su ataque. En la mitad de la cancha, Talleres tuvo como referencias la experiencia de Pablo Guiñazú y la vigorosa juventud de Federico Navarro. Ellos hace un buen tiempo que no están, y mientras han pasado meses y años, el equipo (salvo algunos buenos momentos de Rodrigo Villagra) no ha tenido en esa posición un líder o un hombre con la personalidad o el talento necesarios como para ayudar a encauzar a sus compañeros desde su temperamento y determinación.
En el ataque hay muchos “9”, pero no aparece el goleador. Focalizar el problema en quienes viven más cerca del arco rival es reducir su dimensión. Además de la poca respuesta para generar peligro por sí mismos, Talleres no tiene una buena conexión entre sus jugadores como para elaborar jugadas que intimiden. Matías Galarza Fonda ha bajado su rendimiento con respecto al que mostró en el final del año anterior y en los costados el desequilibrio ha aparecido en cuentagotas. Ya sea por lesiones, discontinuidad o bajo rendimiento, Sebastián Palacios y Valentín Depietri tampoco han podido sobresalir. Es así que la necesidad de festejar ha aumentado a límites más que elevados en Nahuel Bustos, Federico Girotti y Cristian Tarragona.
Con chances cada vez más limitadas de seguir en el presente Torneo Apertura, el equipo de barrio Jardín tiene como próximo gran desafío la disputa de la Supercopa Internacional, el 5 de marzo próximo ante River Plate, instancia previa al comienzo de la Copa Libertadores de América, el 2 de abril.

Para llegar a esos umbrales, aun haciendo gala de algunos altibajos, aquel Talleres tuvo la necesaria cuota de regularidad como para tener el segundo mejor puntaje de 2024, con momentos de buen fútbol, con más lucidez para armar juego y con más contundencia como para que no quedaran dudas sobre su superioridad. Volver a aquel tiempo de buena cosecha es el objetivo. Y, en ese sentido, se puede ser optimista. En este juego que siempre ofrece sorpresas, nada es imposible.