Cuando quedan cinco partidos, River (50 puntos) sigue con una ventaja apreciable sobre Talleres (41, la misma cantidad que San Lorenzo). Los resultados siguen siendo consecuencias de las decisiones que se toman adentro y afuera de la cancha. Quizá Talleres se esté lamentando por qué ese 1-0 parcial no pudo ser victoria definitiva en Córdoba y se convirtió en el 1-1 definitivo al que Godoy Cruz llegó a minutos del cierre.
Quizá los puntos que le llevaría River serían siete y no los nueve actuales. La oportunidad tan deseada llegó, como se ansiaba inclusive, pero la dejaron escapar. El líder pagó doble ya que su entrenadores Martín Demichelis rotó jugadores, el nivel no fue el esperado y el Barracas Central de “Chiqui” Tapia obtuvo un triunfo histórico.
En los números la historia está igual; en la cancha, es donde puede cambiar. Sigue siendo así. La lucha contra sí mismo es la que Talleres debe volver a ganar. Cómo lo hizo antes.
Más allá de los últimos resultados, el equipo de Javier Gandolfi se ha situado peligrosamente en una meseta. Logró imponer condiciones por ser un equipo de ataque directo y también condicionó la forma en la que se iban a defender sus contendientes. “Los rivales juegan” es una frase vigente, pero lo que han hecho es trabajar mucho más sobre las limitaciones que tiene Talleres y la provocación de otras.
Talleres y sus obstáculos
Llevar a Talleres a que ataque en espacios reducidos es un movimiento que Lanús y Godoy Cruz mantuvieron aún cuando fueron perdiendo. El temor al mano a mano de Sosa y Valoyes puestos a correr por las habilitaciones de Garro y el oportunismo de Santos se hace presente permanentemente en el razonamiento de los DT. Han elegido darle la pelota, pero no el control de las zonas en las que desequilibra.
Talleres ha buscado romper al rival al mover permanentemente a Garro y a Santos, para que rompa Ortegoza rompa líneas y con la proyección de Benavídez. La apuesta a las pelotas detenidas para poner al frente al ex Instituto también han sido alternativas. Para los jugadores que arrancan o también para Nahuel Bustos o David Romero.
Sin embargo, cada contendiente también ha ido al límite del reglamento. La agresividad la han sufrido Garro, Valoyes y Sosa. Pero sobre todo el paraguayo. Es el más rápido, uno de los mejores asistidores y fundamental para cuando Talleres logra ese ansiado ataque directo, en el que se llega al área en dos o tres pases. Y esa salida genera otros cambios. Ante Godoy Cruz, Pizzini entró con su velocidad, pero le costó tener la prioridad de Sosa.
En cuanto a las limitaciones de Talleres, Lanús y Godoy Cruz trabajaron mucho sobre la posición de Juan Carlos Portillo y alrededores. La sincronización con Rodríguez y su reemplazante Palacios fueron puntos que no escaparon a los DT Frank Kudelka y Daniel Oldrá. De la misma manera que se tratan de aprovechar cuando Rodrigo Villagra queda en desventaja ante la ida de Ortegoza. También ambos entrenadores apostaron cambios que le dieron resultados, por aire y tierra.
Esas luchas, Talleres debe volver a ganarlas. Lo necesita para seguir siendo protagonista y temible.
