Desde luego que vale mucho la victoria de Talleres. La “T” volvió a sumar tres puntos ante Deportivo Riestra luego de tres partidos que no lo hacía. Y por primera vez en las nueve fechas de la Copa de la Liga, Guido Herrera terminó con su arco en cero. No es poca cosa esa estadística.
Pero, además, el Albiazul sacó adelante un partido feo e incómodo y que se terminó jugando mucho más como propuso Riestra que como quiso hacerlo Talleres.
Al final, ganó 1 a 0 con el gol de penal del delantero paraguayo Ramón Sosa, a los 16 minutos del primer tiempo, luego de una sujeción dentro del área de Tomás Villoldo a Gastón Benavidez que el árbitro Ariel Penel no vio y que recién cobró a través del VAR a cargo de Germán Delfino.
A puro empuje y pelotazo, Riestra metió a Talleres en su área y en los cinco últimos minutos de esa etapa inicial le fabricó tres situaciones muy claras.
En la más neta, a los 44, un derechazo de Jonathan Goitia desde afuera del área reventó en el travesaño de Guido Herrera. En ese lapso, Riestra estuvo cerca como nunca de llegar al empate.
Después, su estilo rudo y directo que hizo un culto de la segunda pelota y de los bochazos a cargar, lo fue alejando a Riestra de la posibilidad del 1 a 1 hasta condenarlo a su cuarta derrota consecutiva como local en su modesta cancha del Bajo Flores.
Al mismo tiempo que Talleres se ubicó sexto con 15 puntos en la tabla de la Zona A, a dos unidades del cuarto que es Independiente, el último que por ahora va pasando a los cuartos de final.
“No se podía jugar de otra manera. Hubo que adaptarse” reconoció el técnico de Talleres, Walter Ribonetto, en la conferencia de prensa posterior al partido (ver página 23).
Y fue así. Hubo que predisponerse a la lucha porque Riestra encimó en toda la cancha, planteó un juego de preponderante roce físico y le impidió a los delanteros y a los volantes jugar con la cancha de frente.
El único que pudo hacerlo en los primeros 25 minutos del complemento fue Rubén Botta. Y ese lapso condensó lo mejor del equipo cordobés. Volcado sobre la derecha con la cancha a favor del talento de su zurda, Botta produjo el futbol más claro de la tarde.
La pelota pasó mucho más por sus pies y hasta generó las únicas dos llegadas del equipo albiazul: una suya que a los 14 minutos le tapó Ignacio Arce, el arquero de Riestra y exInstituto y otra a los 25, producto de un pase suyo para Ulises Ortegoza, cuyo remate salió apenas alto por encima del travesaño.
Dos minutos más tarde, “Tino” Ribonetto decidió asegurar la victoria: puso al paraguayo Matías Galarza por Ortegoza para oxigenar el desgaste de la media cancha y al colombiano Kevin Mantilla para defender con tres marcadores centrales, el festival de pelotazos que desde hacía rato Riestra descargaba sobre el área de Talleres.
De ahí al final del partido, la prioridad fue la resistencia y en esa tarea en la que resaltaron Guido Herrera, y los defensores Matías Catalán y Lucas Suárez nadie escatimó energías.
Por eso, se celebró tanto el triunfo. Porque hubo recurrir al oficio y al fervor para pelear un partido en el que jugar, acaso fue imposible. La pelota perforó las nubes de tanto que anduvo por el aire.
Y en ese contexto, Talleres respondió. Dejó la belleza para otro momento. Y recurrió a la intensidad y a los dientes apretados. Tal vez solo por eso ganó. Sin que haya mucho más para decir.
