Un club movilizado, unos colores movilizados, una comunidad movilizada, un pueblo movilizado, un fútbol movilizado, una provincia movilizada, un país movilizado...
Distintos, diferentes, inéditos, con mucha adrenalina y más pasión aún. Así fueron estos días, esta semana, el domingo que vivió y vibró Córdoba hasta anoche, con efectos colaterales que se extenderán por muchas horas y un tiempo sin límites.
Más allá de gustos y elecciones futboleras, fue imposible permanecer ajeno a todo lo que generó la definición del campeonato de la Liga Profesional, con Talleres metido en la conversación hasta el minuto final, con la chance de coronarse y de hacer historia. El club de barrio Jardín, uno de los hijos dilectos del deporte de la provincia, estiró otra vez su protagonismo al máximo y obligó al país deportivo a girar, una vez más, su atención hacia Córdoba.
Se quedó sin final Talleres porque la pulseada la ganó un Vélez que sin dudas fue el mejor equipo de la temporada, pero además la “T” estuvo lejos de repetir ante su gente, que otra vez desbordó el Kempes, todo lo bueno que había hecho en las cinco fechas anteriores, con una acelerada cargada de triunfos que le abrieron la ilusión de ganar el título.
Córdoba seguirá sin ser campeón de Primera División y así como lo lamenta Talleres, que una vez más padece semejante frustración (aunque ahora dependía de un tercero), también le duele a una plaza cordobesa que adolece de una coronación trascendente en la máxima categoría por la cual lucha desde hace tiempo.
Talleres, aunque otra vez se quedó a las puertas de una vuelta olímpica, puede encontrar un aliciente en el hecho de volver a ser protagonista, de mantener la ilusión hasta el final y de pelear con ambición. Y es bastante, quizá insuficiente si se lo analiza desde el fanatismo, pero mucho en un colectivo de 28 equipos en el cual sólo tres mantuvieron sus sueños hasta la fecha 27. Esa convicción de protagonismo debe ser un efecto contagio para todo el fútbol de Córdoba, que sigue dando buenas señales y más temprano que tarde llegará a la anhelada consagración.
Mientras tanto, el torneo de la Liga Profesional cerró con lo único que este fútbol argentino caótico, mal organizado, injusto y con varios dirigentes poderosos impresentables puede asegurar sin dudar: que es apasionante y atractivo hasta el final.