Asunción no fue la misma Asunción para Talleres. El recuerdo de la histórica consagración albiazul ante River, en la Supercopa Internacional, es eso. Un recuerdo. El tiempo festivo no marida aún con la “T”.
Anoche, el equipo lo intentó, lo buscó, probó con sus argumentos futbolísticos, pero no alcanzó. El presente sigue siendo esquivo en resultados para el Matador en la Libertadores 2025 y las dos derrotas sufridas hasta acá ponen muy cuesta arriba el camino a los octavos de final. Pasar la fase de grupos es un objetivo de mínima para este equipo, pero el que celebró fue Libertad, que fue un culto a la eficacia en su estadio y ganó el partido que quería ganar. Es que los paraguayos consideran al Matador el rival directo en la lucha por quedarse con uno de los cupos a la siguiente instancia.
La derrota trajo nubarrones de nuevo en el cielo albiazul. El impacto de la llegada del “Cholo” como DT interino y la victoria sobre Gimnasia el sábado pasado, en el Kempes por el Apertura de la Liga Profesional, resultaron de corto vuelo. Vale resaltar: ayer Talleres buscó, pero fue un equipo de mucha posesión, poca profundidad y menos punch. Fueron buenas intenciones.
La cabecera norte del estadio La Huerta fue, como en el Kempes, la residencia albiazul donde se alentó en la fría noche. Fue el lugar para ratificar que la pasión no entiende de distancias, divisiones geográficas ni fronteras. Los Barrera son un claro ejemplo de ello. Juan Agustín lució orgulloso su camiseta de Talleres, con todo listo para ver a la “T” ante Libertad. Pero la tonada no es la habitual cordobesa. Es catamarqueña. Es que, si bien nació en la Docta, la familia se trasladó a San Fernando por cuestiones laborales.
Y, de paso, exportó la pasión albiazul por aquellos lares. Juan está con su papá Carlos, su tío Aldo y su primo Pablo, que vive en Córdoba y se fue hasta Catamarca para compartir el viaje. Fueron 12 horas en las que solo pararon para cargar combustible. Para ellos, Talleres es la excusa ideal para viajar y compartir la experiencia.
Pero hay una pasión albiazul que viene del abuelo. Tan es así que Juan Agustín es el presidente de la filial “Mario Cuenca” de Catamarca, que tiene a más de 60 socios activos que aportan su cuota todos meses al club. La filial está por cumplir 11 años de vida. No fueron los únicos hinchas de la “T” que llegaron hasta Paraguay desde otros lugares que no fueran Córdoba. Es el caso de Darío Campos. Vive en Buenos Aires desde hace 19 años, donde tiene una empresa metalúrgica.
Nacido en la República de San Vicente, su amor por Talleres todo lo puede. Cada partido en el que se permite la presencia de los hinchas albiazules, como en Copa Libertadores, Sudamericana o Copa Argentina, ahí está él. Por Asunción andaba vestido con toda la indumentaria oficial albiazul. “Me compro todo lo que sale”, contó. Su locura por Talleres es cada vez mayor. “Soy socio de la platea Ardiles y voy a ir a Lima y a San Pablo. Somos amigos con la torcida, así que allá iremos”.
Carla Ceballos, “la Cuca”, también está. Llegó a Paraguay con su marido, pero sin sus hijos esta vez. De barrio Lamadrid, ya conoce muchos lugares de Sudamérica gracias a Talleres: “Vamos a todos lados desde siempre: Ecuador, Chile, Perú, Paraguay… Gracias a Talleres”.
Pero el que no tiene un buen viaje es Talleres con su presente. A la posesión hay que sumarle punch.