Belgrano fue en la noche del lunes, de nuevo, un equipo sin conceptos claros, sin capacidad de resolver en campo y que acumuló error más error para terminar perdiendo 2-0 ante Independiente Rivadavia por la fecha 24. Fue tan malo lo de la “B” y tal el enojo de la gente, que la derrota marcó el final del ciclo del entrenador Juan Cruz Real en el club de Alberdi. Así lo confirmó, en los primeros minutos de este martes, el presidente celeste Luis Fabián Artime.
La visita fue más efectiva en todos los sectores y se llevó el premio. La Lepra es uno de los equipos más flojos del torneo y el Pirata, otro que está en esa sintonía. Nuevamente no tuvo un concepto claro de juego, no supo cómo progresar en el terreno y siempre fue diluyéndose en los metros que lo acercaban al área rival. Independiente llegó a Córdoba con el sabor del triunfo sobre River de la fecha pasada y sabiendo que llevarse algo era un plus al premio logrados unos días atrás. Y de repente, se quedó con todo, por mérito propio y por los tremendos errores del Celeste.
Este final anunciado de una campaña que se empezó a derrumbar hace 15 fechas, llegó hasta el fondo, hasta el barro. Allí donde lo feo aflora y las responsabilidades se reparten de la peor manera, porque los culpables o los inocentes se entremezclan y todos salen salpicados por las decisiones tardías de gente que está para tomarlas a tiempo.
La visita acertó en un centro a los 25 del PT, cuando una pelota despejada corta en un tiro de esquina encontró a Villalba cabeceando en soledad y habilitado por un Leguizamón que salió tarde y lento, como desentendido de una jugada clave.
Con el 0-1, el nervio afloró en la gente, el silbido se hizo más potente y el insulto más presente. El equipo siguió sin encontrar caminos para torcer el rumbo, sin saber hacia dónde estaba la salida al momento. Y la pelota voló para caer en zona defensiva del cuyano y allí la cabeza de Studer, la simpleza de Ostchega y el trabajo de Villalba se simplificó.
Cambiar sin hacerlo
Otra vez Juan Cruz Real, silbado e insultado por los plateístas desde que la pelota se movió, metió mano en el equipo antes y durante el partido para que nada cambiara.
Sacó los laterales y un punta respecto del partido pasado, movió en el complemento a los jóvenes y se acordó en el epílogo de su permanencia en el cargo de un jugador como Suárez. Todo fue parecido a lo que venía haciendo, es decir: sumar voluntades en lugares donde estaban ubicados otros sin que el sistema, el esquema o la manera de jugar cambiara para ser optimizada.
Belgrano se diluyó y Sebastián Villa, un jugador de calidad internacional, tuvo que acertar una para darle el cierre anticipado al partido.
Marcador 2 a 0 y la gente gritando a los jugadores, a los dirigentes y en especial al DT. Se vio el empuje del Pirata, las ganas afloraron, las ideas no y el visitante mostró sus limitaciones para mantener a raya al local. La pelota flotó por el área mendocina de un lado para el otro y cuando lograron empujarla sobre el arco de Centurión, el arquero respondió para que no hubiera sueño de reacción.
Los silbidos fueron atronadores, la cabecera intentó virar los cánticos en favor del aguante y el resto se dedicó a mostrar su descontento. Esta crónica anunciada desde hace mucho tiempo se siguió cocinando en las tribunas, la gente se expresó y el equipo se fue con la mirada contra el césped. Belgrano perdió tres de los últimos cuatro partidos de local y el sueño de seguir en el nivel internacional en el 2025. Sin rumbo y sin carácter, fue el fin del ciclo de Real como su DT.