La provincia, la ciudad, el fútbol de Córdoba vivieron el clásico como se viven estos partidos, que en realidad se palpitan desde que se conoce el fixture y la ansiedad crece a medida que pasan los meses, las semanas, los días, las horas, los minutos.
Un Belgrano-Talleres, un Talleres-Belgrano, se juegue donde se juegue, cuándo se juegue y cómo se juegue, es imposible que pase inadvertido.Y el que se disputó en el Gigante de Alberdi confirmó esa premisa.
Desde bien temprano las calles de la ciudad capital daban cuenta de que algo trascendente marcaba el domingo cordobés. Y aunque el local era Belgrano, se vieron camisetas celestes y albiazules en cada rincón, como una muestra necesaria para ratificar de qué color era la pasión.
El superclásico cordobés entre celestes y albiazules tuvo de todo y, contrario a lo que se pensaba y a las especulaciones que siempre giran entorno al (entendible) miedo a perder, los dos equipos tuvieron sus chances claras para ganar y hasta el minuto final ambos contaron con situaciones muy netas de gol, lo que hubiera significado el 2-1, para Talleres o para Belgrano.
El Talleres de Alexander Medina fue más que Belgrano en el primer tiempo, pero en el segundo la ecuación se invirtió y el Belgrano de Ricardo Zielinski superó a Talleres.Así y todo, piratas y matadores tuvieron sus oportunidades para festejar hasta el suspiro final de un partido jugado con las pulsaciones a mil, como se juegan estos clásicos.
Lo que sí dejó muy claro el clásico es que ninguno de los dos equipos atraviesa un presente amable, que todo les cuesta demasiado y que jugadas 11 fechas todavía siguen en deuda con sus funcionamientos. Y, además, que las estadísticas, que hoy los tienen fuera de los ocho primeros que por cada zona se clasifican a los playoffs en busca del título, certifican esa actualidad flaca, con más déficits que virtudes y plagada de urgencias y de necesidades.
Nada faltó en la puesta en escena de ayer: un estadio repleto, mucha tensión, bastante nerviosismo dentro como fuera de la cancha, determinación para afrontar el partido, goles, un penal, amonestados, un expulsado, quejas, polémicas, muchas polémicas, y algunos hechos repudiables, que fueron pocos pero que parece que nunca faltan porque siempre hay un desubicado (o varios) que ofenden, agreden o provocan.
El árbitro, lejos de un partido así
En el caso de las polémicas, fueron fomentadas por un arbitraje de Sebastián Zunino que estuvo muy lejano a lo que se puede esperar de uno a la altura de una liga de elite. Al juez ayer le faltó autoridad, se equivocó, compensó, habló más de lo que cobró y sancionó las mismas acciones con criterios diferentes.

En síntesis, a Zunino y su equipo el clásico les quedó enorme. Como si en la AFA desconocieran de qué se trata un Belgrano-Talleres como para equivocarse de semejante forma en la elección del árbitro y su equipo. Entonces, hay que padecer desempeños como estos, en los cuales hubo errores inadmisibles.
Al margen de todo, en ese menú completo y atrapante hubo dos equipos que se sacaron chispas y pusieron todo para quedarse con el festejo por el cual cada uno tuvo un tiempo mejor que su rival de siempre y hizo méritos para sumar de a tres.
Pero lo cierto es que ninguno pudo ganar y si bien evitaron los daños colaterales que significa perder el clásico y eso les da cierto aire para el futuro, el punto les sirve de muy poco para sus pretensiones de clasificarse entre los ocho mejores de cada zona.
Pero de sólo pensar lo que hubiera sido para cualquiera de los dos una derrota se toma dimensión del alivio que significa salir ilesos del derbi. Y aunque seguro está lejos de ser lo ideal, les da calma para trabajar.