Hasta ahora, el final siempre fue el mismo cada vez que Talleres tuvo que jugar por un título de AFA, ya fuera en Primera o Copa Argentina. El subcampeonato del torneo Nacional 1977 y las copas Argentina 2021 y 2022 pusieron a Talleres en ese partido decisivo. Los segundos puestos de Liga Profesional 2023 y 2024 lo dejaron fuera un tiempo antes y en la última fecha porque no dependía de sí mismo, respectivamente.
Ahora, en este partido ante River, vuelve a golpear las puertas de la gloria, a la espera de entrar donde nunca pudo. Alcanzar la condición de campeón ofrece el valor de una copa “local” –el grado de reconocimiento que le da AFA a uno de sus tres nuevos torneos–, para esta Supercopa Internacional edición 2023, que debió jugarse hace un más de un año.
Que casi no se juega porque se rompió el convenio con el sponsor anterior hasta que AFA encontró un sustituto. Que después había que esperar el okey de River para que no fuera en fecha Fifa, la especulación con un escenario local pese a llamarse “Internacional” hasta llegar al deseo de Talleres que reclamaba jugarla, como corresponde.
En el medio de su pelea declarada con la AFA de Tapia, llegó la confirmación esperada para esta final. Un partido que llegó dos meses después de ser segundo de un Vélez que hoy está ultimo en todo y sin goles. Sin embargo, para la nueva oportunidad, Talleres no llegará bien. Las virtudes y limitaciones de un equipo que poco pudieron ser potenciadas o subsanadas/mejor disimuladas, respectivamente, ni siquiera con las altas producidas -el mercado es el partido de la dirigencia- o con los volantazos producidos por el DT Alexander Medina, pusieron en escena a un Talleres desesperado por lograr una identidad de juego.
Un objetivo al que no llegó, aunque lo sigue intentando.
Un campeón no se construye de un día para el otro. Talleres lo sabe porque eligió el camino más difícil. Hoy le toca ir por el que ofrece la chance de ganar como le salga. Lo malo es que sus aciertos vienen siendo pocos y los rivales le facturan en la mínima licencia. Lo bueno es que, con la mejora mínima de cada uno, la realidad puede ser distinta. Con reducir equivocaciones y provocar las del rival, a veces puede alcanzar. “Estamos en deuda”, dijo un Benavídez que le tocó lidiar con la más fea.
Se equivocó y fue el 0-1 de Tigre, pero logró subsanarlo con su gol, siendo más oportuno en la definición. El equipo es el que gana o pierde, pero el resultado también se determina por hechos individuales, convencimiento y compromiso. Con el nacimiento de su hijo Mateo, a horas del juego, podría haberse quedado en su casa. Ni hablar de cuando se equivocó. Podría haber pedido el cambio... Talleres tiene ese ejemplo, surgido en la adversidad y por más que no haya alcanzado, ya que se perdió por 2 a 1.
No el único que tiene esa capacidad. Hay otros y muy importantes. Ya lo demostraron. Botta cuando conduce y es vertical o se asocia; Reynoso puede entrar en sintonía con él y otros, como Galarza Fonda y Depietri, para no caerle tanto a los delanteros como Girotti, Bustos y Tarragona que no han convertido, pero a los que les ha llegado poco la pelota. No son Santos, pero pueden ser importantes para el juego, si es que se trata de un equipo que le da las mejores chances a sus volantes.
Atrás, Herrera puede ser el determinante que supo ser, Portillo-Rodríguez saben cómo cuidarse, “Chaco” sabe cuál es su prioridad y Navarro, la manera de evitar que le hagan el 2-1. Ni hablar del doble cinco sobre lo vital que es evitar el juego interior y rival, y ser prolijos en el inicio de los avances.
Medina sabe de administración de recursos. Ya cuando llegó, hizo más con menos en un plantel heredado.
Espera River, quizás con más fortalezas y menos debilidades, pero es parecido al que Talleres ya supo ganarle. Nadie gana ni pierde en la víspera. Por más que el rival tenga más o menos que uno. Pero finales hay pocas en la vida de Talleres y nadie sabe cuándo habrá otra.
El triunfo hará historia en Talleres; la derrota lo obligará a seguir aprendiendo.