La pequeña placa adornaba un pedestal de piedra calcárea con el estilo telegráfico y directo de la época. Aquel viernes 7 de marzo de 1975, Pedro Eladio Vázquez, titular de la Secretaría de Estado de Deportes y Turismo de la Nación, dejó al descubierto el bronce que, a su manera, ofició de silbatazo inicial del Campeonato Mundial en nuestra ciudad. “Complejo Polideportivo Córdoba. Subsede Mundial 1978. Ministerio de Bienestar Social. Secretaría de Deportes y Turismo. Intervención Nacional de Córdoba. 1975″, se podía leer en ese trozo de metal que tuvo fugaz existencia: a la semana siguiente, manos anónimas lo sustrajeron y pasó a la posteridad sólo en calidad de recuerdo.

Curioso destino el de una placa que ni siquiera quedó registrada en las amplias coberturas de los medios de comunicación de la época. La ceremonia, realizada en la periferia de la ciudad, en el barrio Chateau Carreras, tuvo una extensa difusión y hasta se televisó en directo por uno de los canales locales desde las 19.30. Pero no existen registros conocidos de ese objeto que marcó la génesis de nuestro “coliseo mayor”.
“Nunca más supe de ella. Se hizo el acto en una zona descampada donde había una entrada a la obra, donde hoy todo ha quedado tapado por el actual Ipef, en la punta sur del actual estadio. La plaquita se puso sobre una especie de monolito de piedra calcárea de Córdoba”, recuerda Renzo Facchín, uno de los arquitectos que participó de la obra.

Córdoba estaba en un momento político de ebullición. El brigadier mayor Raúl Oscar Lacabanne, un militar relacionado a grupos parapoliciales, había sido designado en septiembre del año anterior como interventor de la provincia por la presidenta María Estela Martínez de Perón, utilizando el lema de “el gobierno del pueblo al servicio del pueblo”. La colocación de la piedra fue una buena ocasión de publicitarse. “Ya se pone en marcha una obra gigantesca que dará a nuestra Provincia proyección internacional”, sostenían los avisos de página entera con los que se promocionaba la concurrencia a un acto de marcado contenido partidario.
La concurrencia se estimó entre 15 y 30 mil personas, quienes concurrieron a la periferia de la ciudad, en una zona de escaso urbanismo ubicado “a 150 metros antes de llegar a Villa Belgrano, siguiendo el camino que va desde el final de avenida Colón al 5000, que pasa frente al predio conocido como Chateau Carreras”, según informaban los diarios.

Para que la convocatoria fuera masiva, la intervención dispuso un feriado administrativo a partir de las 12 horas y recomendó la misma actitud al comercio y la industria. Hubo presencia de sindicatos y de agrupaciones políticas de toda la provincia. Pocos días después de la colocación de la piedra, la diputada provincial Ileana Sabattini presentó ante la Cámara un pedido de informes sobre el acto, solicitando detalles para conocer si se trató de un acto oficial o meramente partidario.
“Estuve en ese acto con el entusiasmo de un niño de 10 años”, cuenta Armando Muñoz (60), quien fue testigo del minuto cero del actual Estadio Mario Kempes. “Fui con mi padre y un tío, y la verdad es que no creía que allí se hiciera algo. Es que sólo había una especie de barranco lleno de espinillos, cerca del río, con un área alisada y limpia. No había nada más, pero me gustó haber estado porque vi fuegos artificiales y me volví con unas pelotitas que tiraron desde helicópteros con la inscripción Argentina ‘78″, recordó acerca de uno de los momentos más recordados de la ceremonia, que se inició con una retreta del desierto, el himno nacional y la marcha peronista.
Pocos días antes, se había anunciado la expropiación de 370 hectáreas de la familia Carreras, enmarcado en una discusión en el Senado por la carencia de información de la estimación de costos. Allí mismo quedó sentada la intención de levantar, conjuntamente con el estadio, el Complejo Ferial que se inauguraría en mayo de 1978 con la Feria Internacional Córdoba (Fico ‘78).
Pedro Eladio Vázquez, en representación de “Isabelita”, se ubicó en un improvisado palco oficial, acompañado de Rodolfo Traversi (subsecretario), David Bracutto (presidente de la AFA), el chileno Juan Goñi (vicepresidente de Fifa), además de Lacabanne y del intendente municipal José Domingo Coronel. Monseñor Raúl Francisco Primatesta bendijo la piedra basal y, a continuación, al son de marchas militares, desfilaron distintas delegaciones deportivas y escolares.
Vázquez, orador principal, remarcó que “esta obra no solamente servirá para 1978, sino que también será útil para que los hijos de esta provincia se críen en la práctica cotidiana del deporte. Nos comprometemos a terminar este estadio antes que finalice el año 1977″. A continuación, el dirigente resaltó en frases de ocasión los valores del deporte, con una arenga que anticipaba un desmesurado optimismo sobre sus potencialidades: “En el deporte el hombre aprende a convivir con sus hermanos, aprende a manejar el triunfo, a sublimar la derrota. Donde entra el deporte no entrará jamás la marihuana, no llegará la cocaína, no entrará la drogadicción ni las ideas foráneas a nuestro ser nacional”.

“Había una prendida política y le quisieron dar una movida importante al acto. Pero la obra anunciada era faraónica, con cosas que no se habían visto nunca. A pesar de ser una nación futbolera, estábamos muy atrasados en materia de infraestructura y diseño”, reconoce hoy Facchín, quien confesó que el proyecto original era más pretencioso, con dos tribunas simétricas techadas y enfrentadas.
El golpe militar y la llegada de la dictadura, el 24 de marzo de 1976, forzaron algunos cambios de planes. “Un día, el capitán de fragata (Carlos) Lacoste vino a vernos y nos dijo que habría que suspender la obra (había comenzado en octubre de 1975) porque no estábamos en condiciones, pero que como teníamos el caballo más allá de la mitad del río, la continuaríamos revisando y reduciendo los costos. Ahí se rebanó el presupuesto e hicimos lo que se conoció después”, recuerda Facchín.
Tal como se estilaba con los estadios públicos o estatales, se le adjuntó una pista olímpica que, en los años posteriores, fue generadora de críticas por la lejanía que impone a las tribunas. “Su construcción estuvo prevista desde los primeros croquis, por pedido de la Confederación de Deportes, una observación que le agradó mucho al gobernador y al vice. Sólo el estadio de River contaba con una caduca, y eso entusiasmó. Es el concepto que seguían los inmuebles estatales, como el de Múnich, Roma, Tokio o el de la Ciudad Universitaria de México”, explicó el arquitecto.
Cuando el estadio finalmente se inauguró, el 16 de mayo de 1978, la Córdoba futbolística sabía que había aparecido un mojón en su historia. El nacimiento del “Estadio Córdoba” (Mario Kempes desde octubre de 2010) estableció un antes y un después, por más que la placa y la piedra basal que le dio génesis sólo se conserve como una anécdota.