Fin de semana de estreno con una remake para nostálgicos. El formato de llaves del actual torneo de AFA nos presenta desde este domingo un calendario típico de los viejos Campeonatos Metropolitanos.
Sí, un viaje por el tiempo cuatro décadas más atrás, hacia esos certámenes en que se hallaba proscripto el llamado “interior futbolero”.
Archivado por esta temporada las típicas competencias de “todos contra todos” que rigen en las ligas serias del mundo, los cuartos de final del Apertura 2025 se estructuraron con ocho equipos habitués de aquella etapa. Siete de ellos del puerto más uno de la provincia de Santa Fe (Rosario Central), incorporado de manera estable a la estructura centralista de AFA desde 1939.
La “zaranda” de la etapa clasificatoria había dejado pasar por su “colador” a sólo dos clubes indirectamente afiliados, Instituto e Independiente Rivadavia. Pero no bien estos alcanzaron los octavos de final, en la primera de cambio se despidieron de cualquier otro intento de progreso.
Mucho se ha cuestionado desde siempre la organización del fútbol nacional, donde los provincianos nunca han podido sacarse el lastre de “afiliado de segunda” que le imponen desde la casa de calle Viamonte.
Pero al margen de esta discriminación indiscutible, también es cierto que los pocos clubes de este lado de la avenida General Paz que lograron sobrevivir a las duras condiciones impuestas desde la última gran reestructuración (1985), siguen en deuda consigo mismos.
Los representantes de provincias siguen huérfanos de éxitos en campeonatos de larga duración. Las únicas alegrías vinieron de la mano de copas de efímera programación, donde ganar un puñado de partidos (o hasta uno solo) es suficiente para generar un festejo.
Patronato de Paraná (Copa Argentina 2022), Central Córdoba de Santiago del Estero (Copa Argentina 2024) y Talleres (Supercopa Internacional, en 2025) fueron las únicas celebraciones de “chacareros” desde 1967, cuando se realizó el primer ensayo federal del negocio.
La ampliación del cupo de participantes hasta 30 equipos, defendida y avalada por Claudio Tapia en estos días, se podía visualizar en los días de su implementación como una buena alternativa para sumar a las instituciones más tradicionales y de mayor potencial de las provincias.
Pero en la práctica, sólo ha servido para incrementar el número de clubes de la capital argentina, muchos de ellos con estructuras de fútbol amateur o barrial.
De los 30 participantes del actual Apertura, sólo nueve son afiliados indirectos. Los dos tercios restantes pertenecen a quienes habitualmente jugaban los viejos Metropolitanos, más otras entidades sin peso en boleterías y nulo interés nacional como Barracas Central, Riestra o Defensa y Justicia.
Tapia, quien no hace mucho tiempo aseguraba que el torneo superior debía tener unos 18 equipos, sostiene ahora que “el fútbol ha cambiado” y que a nivel internacional, varias competencias incrementaron sus equipos (Copa del Mundo, Champions League, Mundial de Clubes, entre otros).
La referencia es cierta, pero a la hora de analizar a las principales ligas del mundo, el sentido es conservador: ninguna supera, en general, los 22 participantes. Y eso que varias de ellas cuentan con mayor cantidad de clubes afiliados.
“Con 30 equipos tenemos más jugadores y eso nos beneficia porque somos una Liga formativa”, saca pecho Tapia con intención de defender una estructura que le permite, de paso, acumular poder.
¿Está bien presumir ser formativos?, ¿o tal vez sería mejor tener rótulo de competitivos, como éramos antes? Porque tener mayor cantidad de jugadores para exportar no se traduce en inundar el mercado mundial con futbolistas argentinos. Si bien es cierto que los nuestros abundan por todas las regiones, Brasil produce infinitamente más con menos clubes en Primera.
A nivel clubes, Argentina está lejos de liderar las competencias de Conmebol como históricamente lo caracterizó.
En la Copa Libertadores sigue siendo el país con más títulos ganados (25), un honor que, de seguir la tendencia actual, resignará en breve a manos de Brasil (24). Es que en las últimas 10 ediciones, los brasileños ganaron siete y los nuestros apenas dos.
Y si el filtro se reduce aún más, surge un dato todavía más contundente: las últimas seis copas fueron para el país del norte y en cuatro de ellas hubo finalísima brasileña.
La Copa Sudamericana, donde juega la segunda línea de clubes a nivel continental, le sonríe un poco más a los albicelestes, liderando el palmarés con 10 triunfos sobre cinco de su tradicional rival.
El fútbol argentino necesita agrandarse de otra manera, ampliando las oportunidades para plazas atractivas que hoy están postergadas.
El abanico de una competencia federal es más necesario que nunca, para frenar la caída. Y también que los de esta parte del país se pongan los pantalones largos de una vez.