La apuesta era temeraria, audaz y resistida y terminó de la manera que la mayoría preveía: mal. Walter Erviti duró un suspiro como director técnico de Belgrano y se convirtió, con apenas cuatro partidos dirigidos, en el entrenador más fugaz de la historia de Belgrano en torneos de AFA. Después del tibio empate ante Banfield, la cuerda se cortó dejando atrás números tan escuetos como pobres: dos empates, dos derrotas, dos goles a favor y nueve en contra.
La decisión, tan apresurada como su designación, provocó un alivio entre sus hinchas que pedían su cabeza desde antes del debut e hicieron mover las páginas del archivo para encontrar algún antecedente similar. El resultado fue igual de contundente: dirigió un partido menos que los anteriores poseedores del “récord”, Jorge Ginarte y Norberto Alonso, quienes sólo tuvieron espalda para aguantar cinco salidas al banquillo.
Y si la lectura se traslada a los viejos torneos de la Liga Cordobesa, el registro de Erviti sólo supera a los tres encuentros que resistió Roberto Luque, ex ídolo como jugador del club, quien debió marcharse luego de soportar tres derrotas sucesivas ante Sportivo Belgrano (1-3), Talleres (1-2) y Racing (0-3) por el Campeonato Competencia de 1960.
El paso de Erviti quedará, seguramente, como esos mojones negativos difíciles de olvidar como lo fue, en su momento, la estadía de Norberto Alonso, una figura estelar como jugador e inexperto absoluto como entrenador, quien, a diferencia de Erviti, llegó con altísima expectativa en noviembre de 1990.
“Vine a salir campeón. El plantel tiene todo y si a eso se le suma el apoyo permanente de esa hinchada increíble, no se puede aspirar a otra cosa que no sea el ascenso”, tiró “el Beto” para la tribuna, antes de cargarse la mochila: “si no ascendemos es fracaso. Con Osvaldo “Japonés” Pérez como asistente, debutó con un éxito ante Tigre (1-0) en Alberdi, pero tras cartón llegaron cuatro fechas sin victorias (2-3 vs Deportivo Italiano, 0-0 con Central Córdoba de Santiago y derrotas 1-2 ante Banfield y Almirante Brown).
Todas las derrotas fueron en condición de visitante, así que no hubo reproches masivos de la tribuna, pero Raúl Gregorio Ledesma no tuvo más paciencia y lo despidió el 22 de enero de 1991. Su reemplazante fue “un hombre de la casa”, el mismo que le había precedido en un interinato: Jorge Guyón, con el cual Belgrano logró el ascenso prometido por Alonso.
Otro que hizo honor a la popularizada frase de “toco y me voy” fue Jorge Ginarte, quien arrancó la temporada 2002/03 del Pirata decididamente con el pie izquierdo. Al cabo de la quinta fecha de la B Nacional, Norberto Castaños, gerenciador de Córdoba Celeste, le bajó el pulgar tras un indigerible 0-3 vs Almagro.
El técnico, que no había podido hacer ganar al equipo ni en la pretemporada, tenía el respaldo del plantel que, incluso, intercedió para lograr su continuidad. Pero la dirigencia fue inflexible. “Belgrano hizo un esfuerzo y no ha rendido sus frutos. La palabra éxito es la que gobierna y esto se termina acá”, retrucó Castaños.
Néstor Craviotto fue otro que armó rápido las valijas tras desembarcar en Alberdi en febrero de 2005. Tuvo un buen estreno (3-0 a Sarmiento en la primera fecha del Clausura 2005 del Nacional B, pero en las siguientes cinco fechas apenas rescató dos empates. La goleada sufrida ante el Racing cordobés 4-1 en el Chateau aceleró la caída. Ángel Solazzo lo reemplazó en las siguientes 13 fechas mejorando el rumbo del equipo.
En orden decreciente, con apenas nueve partidos dirigidos, Leonardo Madelón (2016/17), Alfredo Berti (2019) y Alejandro Orfila (2021) fueron los fusibles tempraneros de las urgencias de Belgrano.
Los técnicos cordobeses, con pasos por el club, tuvieron escasos o casi nula participación y en la mayoría de los casos oficiaron de interinos a la búsqueda de un DT foráneo.
Erviti es desde ahora el eslabón más frágil de la cadena de entrenadores que fracasaron al sentarse en el banco del Pirata. Su marca, de estrellar el equipo en apenas cuatro partidos, será muy difícil de igualar.