“Se define a un deportista como ídolo cuando sus actuaciones espectaculares, gane o no gane, asombran al público aficionado y, además, tiene un carisma especial, distinto, incluso sobre los más exitosos”. Así arranca Sprinter su libro sobre Traverso, El último ídolo.
Partiendo de esa base, se puede inferir que Juan María Traverso se ganó un lugar entre los grandes deportistas de nuestro país, y su idolatría superará al tiempo y seguirá siendo el referente de varias generaciones.
Qué distinguía a Traverso del resto de los pilotos con los que compartió gran parte de sus 750 carreras disputadas, de las cuales ganó 150 y que fueron la base para obtener sus múltiples campeonatos.
Aprendió a manejar en un Ford 35 de su padre y en un Plymouth de un tío; y de a poco, fue internalizando su relación con el automovilismo y las carreras, que vio pasar de chico entre Ramallo y San Nicolás. Su padre se dedicaba al campo y a la ganadería de la zona, y lo alentó para que estudiara en el colegio La Salle de Buenos Aires. Una vez que terminó, volvió a su terruño, Ramallo, para trabajar con su padre.
El hecho de tener su primer auto, un Ford “A”, que hacía mucho ruido porque no tenía escape, fue aumentando sus ganas de correr. Cuando le dijo que quería competir en auto, su padre lo echó de su casa. Años después, su padre sería su hincha número uno.
De la mano de su amigo de Ramallo, Mauricio Mario García, accedió a un Torino Liebre uno y medio, que era color naranja porque lo había corrido Carlos Pairetti. Con ese auto debutó en el TC en la Vuelta de Pergamino, el 31 de octubre de 1971; y pese a desertar, clasificó 17°. Fue su primer contacto y un año más tarde, en 25 de mayo, llegó su primera victoria.
Pero el verdadero aprendizaje vendría después. Tras la muerte de Nasif Estéfano, en Tucumán en 1973, pasó a integrar el equipo Ford y tuvo como compañero al cordobés Héctor Luis Gradassi, uno de los últimos pilotos/mecánicos, de quien aprendió y mucho, además de otros volantes de la época. También tuvo en Oreste Berta a su maestro y, por ello, llegó a ser un piloto excepcional, mañero, veloz y compenetrado con el auto –al punto de “hablarle” mientras corría– y que se enojaba cuando la bandera a cuadros le ponía punto final a una carrera.
El cigarrillo también lo acompañaba desde joven. Desde los 17 años fumaba. Era su acompañante aun en carrera, ya que contaba con un cenicero y un atado en el auto, porque si abandonaba tenía cómo esperar a que lo buscaran. Esas incontenibles ganas de fumar signaron su vida y la ayudaron a perderla.
Sin embargo, su tuteo con la velocidad no se condecía con el vértigo que sufría, por ejemplo, al subir a un ascensor, incluso prefería usar las escaleras hasta el piso que fuera.
Los pilotos argentinos no son los mejores a la hora de correr bajo la lluvia, pero Traverso era un pez bajo el agua. ¿Por qué? Porque corrió en la Fórmula Dos Europea con un March, y como la mayoría de las pruebas se corrían bajo la lluvia, aprendió los “secretos” , por eso, cuando volvió al país, se hizo intratable bajo esa condición.
Hasta el rally lo tuvo como gran animador, pese a que no era su preferido. En 1988, en la edición que ganó Jorge Raúl Recalde en Córdoba, su victoria con el Renault 18 GTX en Clase A7, de Carlos Menem (P), no pasó desapercibida y fue el punto de partida para integrar un equipo en el Rally Bonaerense junto con Carlos Menem (h), Emilio Satriano y Miguel Ángel Guerra.
Hasta que un día, en 2005, cuando debía largar en segunda fila, de pronto decidió bajarse definitivamente del auto de carrera. Así lo sintió y punto.
Traverso, fuera del auto
Los campeonatos logrados por Traverso a nivel nacional hoy sólo son superados por dos cordobeses, Federico Villagra y Gabriel Raies, su rival y amigo. Sin embargo, Traverso también tuvo una destacada actuación en sus actividades más allá del volante.
En la película Car, de Disney, aportó su voz e hizo de un piloto experimentado… Los filatelistas también lo tuvieron entre sus preferidos, cuando una empresa de correo privado lanzó una serie de cuatro estampillas con la imagen del Flaco y sus conquistas.
Fue elegido como presidente de la Asociación Corredores Turismo Carretera (ACTC) y también de la Asociación Argentina de Volantes (AAV), para que defendiera los intereses de sus exrivales. Se hizo un lugar para brindar conferencias sobre Educación Vial y dio más de 200 charlas.
Estaba convencido de que los argentinos, en general, no saben manejar y lo hacen con imprudencia, lo que ayuda a cuantificar los accidentes. En los últimos tiempos, estuvo ligado a la marca Toyota y, junto con Gabriel Raies, brindaron charlas en concesionarios para públicos diferentes que apreciaban sus conceptos.
Hace poco más de un año, durante la presentación del libro sobre su vida deportiva en Córdoba, dijo: “Generalmente, cuando se presenta un libro de este tipo, es porque el deportista ya no estaba en este mundo, Sin embargo, me tocará explicarles a mis nietos lo que yo hice y podré responderles sus inquietudes. Algo inesperado para mí”.
Se fue Juan María Traverso y se juntó en el cielo con viejos amigos; y más que nunca, dejó claro que se ha ido el último ídolo.
