De sus raíces en Leones, Córdoba, al vertiginoso mundo de Racing Bull en la Fórmula 1. Esta es la historia de Gregorio Mandrini, de 29 años, quien comparte su trayectoria como mecánico, los desafíos de vivir la máxima categoría del automovilismo y lo que el futuro le depara. Lo hizo en un mano a mano con La Voz desde Italia, donde tiene sede el equipo en el que trabaja.
“Decirte que me ocupo de una cosa puntual sería mentirte, porque tenés que hacer un poco de todo… saber improvisar y reaccionar ante un problema en segundos. Pero si tengo que decir una parte específica, me ocupo un poco de la parte de las temperaturas, presiones y compuestos de las gomas”, contó.

—Además de la gestión de neumáticos, ¿tenés un rol específico durante los emocionantes pit stops?
—Sí, en la parte de pit stop también tengo mi rol específico. Aunque parezca que el auto entra y se hace siempre lo mismo, no es así. Depende de lo que haya que hacer: o cambio la trompa delantera, o levanto el auto adelante, o lo levanto atrás. Nosotros ya sabemos, antes de que entre, cuál va a ser el procedimiento a seguir.

—La sincronización en los pit stops es asombrosa. ¿Cómo se entrena esa precisión que vemos en cada carrera?
—Se practica muchísimo. En una semana de carrera, lo practicamos al menos 60 veces antes del domingo. Y cuando estamos en casa, en la fábrica de Italia, se practica tres veces por día en tres sesiones, donde hacés por lo menos 10 pit stops por sesión.
—¿Cómo te abriste camino hasta llegar a la Fórmula 1? ¿Tu pasión viene de familia?
—Sí, claro. De ahí viene toda mi pasión por los autos. Crecí en un entorno donde mi papá, Gustavo Mandrini, tenía un equipo de autos y fue piloto. Yo nací entre los fierros, y a los cinco años ya estaba en el karting hasta los nueve. Después, mi papá falleció cuando yo tenía 17, y me alejé un poco de este mundo hasta los 23, cuando me surgió la oportunidad de ir a Suiza. Mi primera entrada a Europa fue en un equipo suizo de Fórmula 4, donde fui mecánico por unos dos años. Me enteré de una vacante en un equipo de Fórmula 1, mandé el currículum y, sin querer, empecé una serie de seis entrevistas: tres online y dos presenciales en fábrica, hasta que tuve la excelente noticia de que me tomaban. La oportunidad de ir a Suiza, de hecho, se dio a través del equipo de Crespi, donde corrió mi padre.

—¿Cómo es la dinámica dentro del equipo de Racing Bull? ¿Cómo es el trato con los pilotos y el ambiente general en el paddock?
—El equipo en sí es una familia, porque somos 24 guerreros; si no fuera así, no se podría llevar adelante. El paddock es la misma gente en cada carrera. Somos unos 3.000, un pueblo muy chiquito que se mueve por el mundo. Ya te conocés, sabés qué rol ocupa cada uno, aunque sean de otro equipo. Los pilotos también son parte de esa familia: nos cruzamos todo el tiempo y nos saludan porque saben que también estamos ahí las 24 carreras durante todo el año. Con los pilotos de nuestro equipo, incluso salimos a cenar, compartimos un partido de fútbol o pádel; se vive como una familia.
—¿Hay otros argentinos, o incluso cordobeses, trabajando en la Fórmula 1?
—Sí, conmigo hay otro argentino, también cordobés, de Marcos Juárez (Nicolás Bianco), que está a 20 kilómetros de donde vivo yo. Extrañamente, nos conocimos en la Fórmula 1, ¡a pesar de vivir tan cerca en Argentina! Como mecánicos o dentro del grupo de estos 3.000, creo que somos unos cinco o seis. Con Franco Colapinto, que forma parte de esto del paddock, hemos compartido algunas palabras, algún saludo o chiste, pero más que eso no.

—El calendario de la Fórmula 1 es extremadamente exigente. ¿Cómo se vive en lo personal y profesional estar viajando constantemente por el mundo?
—No te voy a mentir: cansa muchísimo el hecho de estar en 24 carreras en 24 países distintos, moviéndote todo el tiempo. Ahora estoy en mi casa en Faenza, Italia, donde está la base del equipo, pero solo estoy acá unos cinco o seis días en todo un mes, porque el resto estamos viajando de una carrera a la otra. Tiene su parte buena, por supuesto —si no, no lo haría—, pero también es muy demandante en cuanto al cansancio, estar lejos de la familia y perderse un montón de eventos. Es parte del trabajo.
—Mirando hacia el futuro, ¿qué sigue para Gregorio Mandrini después de haber alcanzado la Fórmula 1?
—Es una excelente pregunta. Obviamente, yo nunca, ni siquiera cuando me vine a Europa, me imaginé llegar a la Fórmula 1. Era algo muy lejano. Pero sí, uno siempre quiere seguir creciendo, y estoy dando el siguiente paso: estoy creando un equipo propio de Fórmula 4 italiana y europea con otro argentino. Yo empecé siendo mecánico en esa categoría hace cinco años. Sería el próximo sueño.
—¿Es posible para vos pasar de Racing Bull a otro equipo, como Ferrari, por ejemplo?
—Es posible, pero no estoy seguro de que tenga mucho sentido, ya que si llegaste tan arriba, no hay mucho más en términos de posición o sueldo.
—Para que entendamos mejor la complejidad del deporte, ¿cuánto influye cada componente —como el piloto, el auto y el equipo— en el resultado final de una carrera de Fórmula 1?
—Para que un piloto gane una carrera, todo tiene que ir bien: el piloto, el auto y el equipo. Es muy importante que el equipo esté muy sólido en eso. Es un conjunto de cosas que se tienen que dar. Obviamente, en la Fórmula 1 actual, el auto influye muchísimo… más de lo que debería, para mí. Y tiene mucho que ver con los resultados finales, pero no es solo una cosa en particular de la que dependa tener buenos resultados.