El 14 de agosto de 2004, en el primer día de competencia de los Juegos Olímpicos de Atenas, la cordobesa Georgina Bardach le dio a Argentina la primera medalla en esa cita. Era la tercera vez en la historia que un representante albiceleste se subía al podio en natación. Antes lo habían logrado Alberto Zorrilla, oro en los 400 libres en Ámsterdam 1928, y Jeanette Campbell, plata en los 100 metros libres de Berlín 1936. Después de 68 años, una veinteañera nadadora cordobesa, entrenada y exigida hasta el Olimpo por Héctor “Bochi” Sosa, se colgó el bronce en los 400 metros combinados.
Bardach recorrió los 400 metros en 4m37s51, un tiempo que le cambió la vida. “Me lo acuerdo (al tiempo) de memoria porque lo tenía anotado. Eran 4m37s49 e hice 4m37s51. No sé si se me pasaron imágenes de mi vida en esos cuatro minutos, pero sí me la cambió”, recordó Georgina a La Voz, y aseguró: “Lo trabajamos y lo entrenamos mucho, pero en el deporte a veces te toca y otras no. Podría haber sido 4m38s y a lo mejor no se daba la medalla. Se unió todo”.
Georgina Bardach, 20 años del histórico bronce olímpico
Después de aquella hazaña para el deporte argentino, Georgina Bardach no volvió a Atenas, aunque sí está en el Olimpo griego. Le gustaría volver y es una cuenta que tiene pendiente. La capital de Grecia marcó su vida para siempre; le trae recuerdos siempre. “Me emociona. Es como que lo valoro mucho más ahora”, reflexionó sobre su logro en aquellos Juegos Olímpicos.
Y sentenció: “Veo lo difícil que fue. Y que es. Sentís que lo hiciste y ya está; y está mal porque se te vuelve una costumbre. Tuvimos muchos resultados buenos con ‘el Bochi’. Un podio mundial, finales en campeonato del mundo de larga (pileta de 50 metros). Fue una locura, un proceso durísimo. Y aprendí mucho”.
Hoy, 20 años después, Georgina Bardach está muy agradecida con la vida que le tocó, aunque le cuesta definir quién es hoy. “¡Qué difícil!”, expresó, y afirmó que nunca le gustó encasillarse en algo. “Creo que soy un montón de cosas y en ese montón de cosas... tía: creo que es lo que más me gusta. La tía de Simón. Exnadadora; ahora estoy amigada con eso. Cuando dejé de nadar, me costó muchos años de terapia aceptarlo. Medallista olímpica. Creo que eso también lo puedo abrazar ahora. Soy muy feliz”, completó y, después de un marcado silencio, indicó: “Buena persona, espero”.
La dimensión del logro en el tiempo y el legado
Héctor “Bochi” Sosa fue el entrenador de Georgina Bardach, el que alentó, exigió y materializó, a través de planificación y mucho trabajo en conjunto, ese sueño. Y tantos otros. “20 años después de esa medalla, creo que se va tomando dimensión real. Es el récord más antiguo de Sudamérica; con esa marca, si Georgina hubiese corrido en estos Juegos (París 2024), hubiese quedado cuarta. Sigue siendo finalista y top a nivel mundial. A medida que vaya pasando el tiempo, se va a tomar cada vez más dimensión de lo que se alcanzó”, explicó “el Bochi”.
El entrenador contó que, mientras ella recorría los 400 metros, él iba haciendo un análisis técnico, pero llegó un momento en el que la adrenalina le ganó al análisis y todo fue pura euforia. Y, en esa euforia, la imagen que quedó para el recuerdo es la de Sosa revoleando una remera. “Esa remera se la regalé a Otto Stemberg, el papá de Carlos, un señor que me acompaña muchísimo. Él fue el padre de uno de los primeros nadadores que yo tuve, del primer nadador de buen nivel, un señor que me enseñó una barbaridad como padre. Un extraordinario”, confesó.
Otra de las personas que estuvo presente en ese día histórico, dentro de la pequeña comitiva de Bardach, fue su papá, Jorge. Ella siempre cuenta que se preocupó porque no escuchaba el silbido característico de su papá, pero él estaba bien, disfrutando desde afuera lo que su hija hacía en su andarivel. “Cuando empezó pecho (uno de los cuatro estilos que comprende la prueba), la vi muy muy fuerte. Ahí ya no pensaba en nada, realmente fue una alegría muy grande. El silbido ese que ella menciona no lo hice nunca más porque mis hijos dejaron de nadar y a todos les silbaba cuando llegaban”, relató el papá.
“Lo que más valoro hoy es cómo está Georgina, que siguió con su vida, estudió y fue un ejemplo para los hermanos también. Fue un proceso y un aprendizaje para ella y para todos nosotros”, agregó.
Después de 12 años de haber dejado de nadar, Georgina comenzó a extrañar el agua y volvió al lugar que la vio crecer, madurar y convertirse en una tremenda deportista. “Voy a nadar a Bucor, que es la pileta donde me entrené toda la vida, a las 7 de la mañana, muy tranquila, a disfrutar de estar en el agua. Nada más”, describió.
La cordobesa está inmortalizada en el podio de los nadadores argentinos medallistas olímpicos; su medalla se exhibe en el Museo del Deporte Provincial del estadio Mario Alberto Kempes; la gloria es eterna. “Me genera un orgullo enorme; está bueno, pero me gustaría que sean más. Sueño con que sean más”, cerró.