En su alegato inicial, expuesto en la apertura del juicio, el fiscal Patricio Ferrari afirmó su convicción de que a Diego Maradona “lo condenaron al olvido y en esa casa de Tigre decidieron que muriera”. Y para sostenerlo, mostró una imagen tristísima, tomada pocos minutos después del deceso por un empleado de la empresa funeraria, en la que se advierte al ídolo acostado boca arriba y con el vientre muy hinchado. Según quienes tuvieron acceso a esa habitación, el deterioro de Diego era tan grande que ni siquiera controlaba sus esfínteres.
“Entre el 11 y el 25 de noviembre de 2020, Diego Armando Maradona fue introducido en el lote 45, del barrio San Andrés, Benavídez, Tigre, Buenos Aires. Por entonces, no se encontraba en uso pleno de sus facultades mentales y no podía decidir sobre su salud. Ingresó para una rehabilitación clínica que hoy podemos decir que fue calamitosa”, acotó Ferrari, para quien los profesionales que lo atendieron “incumplieron todos los deberes a su cargo”.
En la mirada de los fiscales, resulta inadmisible que en la habitación donde Diego llegó a la muerte no hubiera elementos esenciales para una eventual emergencia médica, como un desfibrilador o un tubo de oxígeno, pero sí gasas, sueros, botellas de agua tiradas por todos lados y dos teléfonos celulares.
Quedó además comprobado que las indicaciones para administrar la medicación figuraban en un simple papel pegado de un imán en la puerta de la heladera, como si fuera el número de teléfono de un delivery o de una remisería. Y que los enfermeros Ricardo Almirón y Gisela Madrid sólo cumplían horarios, ya que Diego se negaba a ser atendido por ellos.
Irreconocible
Leopoldo Luque, el neurocirujano que encabezó el equipo ahora enjuiciado, se presentó al juicio con un aspecto absolutamente distinto al que tenía cuando Maradona se le murió en las manos: las facciones de su rostro fueron remodeladas por un cirujano plástico y su cuerpo parece el de un fisicoculturista. La comparación entre aquel Luque de 2020 y este de 2025 impresiona.
Su abogada defensora, Mara Digiuni, solicitó su absolución. “El neurocirujano no participó de delito alguno”, afirmó y apuntó a que las enfermedades cardiológicas, hepáticas y renales de Maradona “podrían haber influido en la causal de muerte”. También señaló que la indicación de internación domiciliaria no fue ordenada por Luque. “Su conducta fue coherente con la práctica médica de la época”, indicó en su alegato la doctora Digiuni.
Vadim Mischanchuk, abogado de la psiquiatra Agustina Cosachov, también pidió la absolución de su clienta, para quien no se pudo comprobar la causa de la muerte, pero sí que hubo un evento cardíaco. “Lo que sí se descartó es que la muerte haya sido producto de la medicación. La medicación que se le indicó y administró entre el 11 y el 25 de noviembre no ocasionó la muerte de Maradona. La medicación, además, era la misma que le daban en la clínica de Olivos y en Ipensa. No hay responsabilidad penal de Agustina Cosachov en la muerte de Maradona”, argumentó Mischanchuk.
En idéntico sentido avanzó Diego Olmedo, defensor de Carlos Díaz, el psicólogo especialista en adicciones que recién empezó a atender a Maradona el 26 de octubre, un mes antes de su muerte, escaso tiempo para organizar un plan criminal. “Maradona murió sin alcohol ni drogas en sangre, entonces algo positivo ocurrió con la intervención de Díaz. Pero no lo atosigó yendo todos los días: ¿quién va al psicólogo todos los días”, argumentó Olmedo.
Los defensores del personal médico enjuiciado dicen que pueden demostrar que eran Maximiliano Pomargo –el cuñado de Matías Morla– y Jonathan Espósito –sobrino del ídolo– quienes se encargaban de administrarle la medicación. De acuerdo con algunos testimonios de su entorno, el pozo depresivo en el que Diego había caído era tan profundo que las 48 horas anteriores a su deceso las pasó a oscuras, sin alimentarse ni levantarse de la cama para higienizarse. Creen que se dejó morir.
La operación
El abogado Mario Baudry, marido de Verónica Ojeda y defensor de Diego Fernando, el hijo menor de Maradona, podría mejorar la suerte procesal del doctor Leopoldo Luque en el juicio y complicar en paralelo la de Víctor Stinfale.
Baudry declaró en TN que cuenta con documentación probatoria de que Stinfale ordenó que Luque no operara a Diego del cerebro en Olivos y que la intervención estuvo a cargo de un conocido neurocirujano, cuya identidad se reserva y a quien Stinfale le pagó honorarios muy importantes en dólares y en efectivo ni bien concluyó la operación.
De acuerdo con las declaraciones de Baudry, tanto en la clínica Ipensa, de La Plata, como en la propia clínica de Olivos, habían desaconsejado la intervención a Diego, con el argumento de que el hematoma cerebral que se le retiró podía resumirse con medicación.
Pero Stinfale igualmente decidió operarlo, pasando por encima de la opinión de los médicos, y contrató a un neurocirujano particular en la inteligencia de que Luque no estaba capacitado para hacerlo. Además, que el riesgo de que Maradona falleciera en la operación era muy grande.