Para Diego Domínguez, la pasión y la constancia son claves para el éxito; cualidades más fuertes que, incluso, la propia habilidad técnica. El exjugador de rugby admitió en una extensa entrevista con La Voz que aplica esta filosofía en todos los ámbitos. “Desde mi trabajo hasta la relación con mis hijos”, expresó el máximo goleador histórico de la selección italiana, con 983 puntos en 74 partidos.
Formado deportivamente en el club La Tablada, el exapertura también pasó por el Top 14, convirtiéndose en figura destacada del Stade de France, equipo con el que se consagró campeón del certamen en cuatro ocasiones (1998, 2000, 2003 y 2004). Previamente jugó en el Amatori Milano, de Milán.
Hoy reparte su tiempo entre Europa y Córdoba; forma parte del equipo periodístico en las transmisiones de la televisión italiana en mundiales de rugby, Seis Naciones y los partidos de la ventana de noviembre, entre otros eventos importantes. Además, lidera proyectos sociales en el Viejo Continente. Invitado por el Instituto Italiano de Cultura de Córdoba, Domínguez participó de un conversatorio realizado en el marco de la 2ª edición de las Jornadas del Deporte Italiano en el Mundo.
Al exjugador de rugby le encanta hablar de deportes. “Estoy todo el día hablando de deportes, veo muchísimo deporte, veo rugby, veo y leo todo”, contó a La Voz. Y surge la pregunta obligada.
–¿Ves los partidos de Los Pumas?
–¡Sí, los veo! Claro que veo los partidos de Los Pumas. ¡Están haciendo un torneo bárbaro! (en referencia al Rugby Championship 2025). Me gusta mucho lo que están mostrando y lo dije en Italia hace un par de semanas, cuando me realizaron una entrevista, no falta mucho para que logren algo grande. Si Argentina logra tener un plantel un poco más grande, en cuanto a calidad de jugadores, porque ya algunos están en el final y han jugado mucho en el alto nivel y eso el cuerpo lo siente, está muy cerca de algo importante. El carácter argentino está; como en todos los deportes colectivos, es innato. No hace falta que te lo enseñen, lo aprendés de chiquito.
–En las últimas semanas se ha hablado mucho del arbitraje y lo perjudicial para Argentina. ¿Qué opinás al respecto?
–Ahora escuchamos mucho más que antes hablar del árbitro y es consecuencia de los videos y el TMO. Antes no existía esa tecnología; cuando nosotros jugábamos también se equivocaban, pero podías estar caliente cuatro o cinco minutos, se terminaba el partido y te olvidabas. Hoy, el TMO trae todas estas consecuencias. Pero nosotros debemos tener confianza en el árbitro, que hoy ya casi ni dirige porque todo se lo van cantando. Uno dice: “No hay que hablar con el árbitro”, pero hay un video que sale en todos lados y no podés no hablar. Cuando uno trae nuevas tecnologías al deporte tiene que pensar también en las consecuencias.
Diego Domínguez forma parte del selecto grupo de jugadores históricos que lograron marcar mil puntos en selecciones (también jugó dos partidos en Los Pumas). Tiene el récord de puntos en una final de Copa Europa con Stade de France (2001) y el récord de drops en un partido del torneo Seis Naciones del año 2000. Su nombre es sinónimo de buen rugby, de talento y una patada fenomenal. Su análisis tiene el aval de un jugador que se mantuvo en lo más alto del deporte profesional durante 20 años. Por eso, cuando se refiere a los argentinos que militan en el Top 14 de Francia, destaca una vez más el carácter. “Ahí está el mejor juego del mundo; hoy el Top 14 es el torneo más difícil en cuanto a competitividad, dureza física, técnica, etcétera. Es divino, apasionante”, remarcó el cordobés nacionalizado italiano.

–¿Qué tuvo Diego Domínguez que le permitió convertirse en una figura del Top 14 francés?
–Cuando llegué a Francia, en el ’97, no era lo que es hoy. Hasta esa fecha era semiamateur, la mayoría de los jugadores entrenaban dos veces por día y muy pocos pateaban 100 pelotas todos los días. Cuando llegué, mi cabeza era feroz. Para mí fue una apuesta riesgosa, pero al mismo tiempo apasionante. Uno de los clubes más antiguos de Francia, que recién ascendía de la segunda división… Yo me entrenaba todos los días mañana y tarde; me quedaba una hora después de cada entrenamiento, solo en la cancha, pero después metía 18 puntos por partido y quería que todos empezaran a copiar un poquito ese comportamiento. El primer año jugando en la máxima división salimos campeones después de 90 años y eso no volvió a pasar nunca más.
–Y ese efecto contagio lo seguiste aplicando en otros órdenes y hoy liderás proyectos sociales…
–Sin gritar, sin imponer. Después se habla, primero se muestra. Cuando dejé de jugar empecé a tener un poquito más de tiempo y siempre me gustó todo lo que tiene que ver con la formación. Dedico dos meses al año a la formación de nuevas generaciones, visito clubes en Italia (unos 60 o 70 por año), tuve una escuela de rugby durante 12 o 13 años y también trabajo en barrios difíciles de Italia. En terrenos abandonados, con capitales privados, armamos el viejo club de barrio (el modelo argentino), un lugar lindo, sin nada de lujos, pero que todo funcione para que el deporte sea el vínculo. Esto, sin dejar de lado el trabajo en las cárceles de menores. Todo lo que hago está destinado a que la gente, a través del deporte, se identifique y pueda mejorar su calidad de vida, que los chicos se puedan integrar.