Era agosto de 1977 y la extensa gira del equipo argentino juvenil de tenis estaba por llegar a su fin. La coronación del viaje que se había iniciado en abril con destino a Europa y a Norteamérica sería en el Abierto de los Estados Unidos en Forest Hills, última edición del certamen sobre la arcilla verde antes de mudarse al cemento de Flushing Meadows.
Pero en Toronto, Canadá, la cordobesa Ivanna Madruga picó para defender un drop shot y las puntas de sus pies se trabaron. La riotercerense, de 16 años, cayó sobre su tobillo derecho y sufrió un "esguince bravo" que la marginó del esperado cierre en el US Open.
Esa lesión le dejó dos enseñanzas a quien en 1980 llegó a ser Top 14 del ranking mundial de mayores. La primera es que debía jugar vendada para protegerse la zona; la segunda, y más importante, es la que le da sentido a este día "D".
El regreso (parte I)
El Abierto de Estados Unidos de 1977 en Forest Hills enfrentó a Guillermo Villas con Jimmy Connors en la final y lo tuvo al argentino como ganador en el cuadro de mayores. Pero en el certamen junior, también el trofeo se tiñó de celeste y blanco: lo ganó la porteña Claudia Casabianca, quien compartía con Madruga, José Luis Clerc, Fernando de la Fontana y Carlos Gattiker esa extensa gira.
El regreso a casa puso de casualidad a todos los argentinos en el mismo avión. El campeón "Willy" había reservado toda la primera clase y los Juniors viajaron en Turista. Pero el capitán invitó a la campeona Casabianca a ir en primera por pedido de Vilas. Y la cordobesa Madruga y sus compañeros recibieron un "no" rotundo cuando intentaron gozar del mismo privilegio.
"Jodete por no trabajar", recuerda Ivanna que se dijo a sí misma al enfrentar la negativa. Y la charla comienza a pasar del dramatismo a las risas. Aunque no sin dejar enseñanzas y un título para este recuerdo: "Es el momento que me marcó para ser una jugadora profesional".
"Ahí empieza a hacerme el clic. En vez de ser protagonista empecé a ser espectadora y vi lo que estaba pasando a mi alrededor", reflexiona la cordobesa, quien a esa "primera desazón" en el avión le sumó una segunda al llegar a Buenos Aires.
"Estaba todo el periodismo esperando y a mí me empujaban para llegar a los Claudia y a Guillermo. Yo no era noticia. No les importaba, y me daba una bronca..., que me decía: 'Ya vas a ser noticia vos'", repasa.
El relato de Ivanna no tiene desperdicios. Desde que a los 16 años hizo ese clic hasta que a los 26 colgó la raqueta, "cansada ya de tantos viajes", le imprimió a su carrera la misma intensidad con la que vivió los meses posteriores a ese viaje para convertirse en una tenista profesional.
El regreso (parte II)
Una vez en Buenos Aires, Ivanna debía dormir en la casa de su compañera Casabianca para, al día siguiente, tomar un vuelo de regreso a Córdoba. Sin embargo, estaba "tan mal con toda la situación" que le pidió al padre de su amiga que la llevara a la estación de Retiro.
"Me tomé un ómnibus y me volví a Río Tercero. Me vine llorando todo el tiempo. Pero me sirvió. Y cuando me bajé del micro, estaba mi papá, y le dije: 'Entrename'".
Ivanna había comprendido todo. "Yo tenía mucho talento y, como típica talentosa, no le daba bola al trabajo", reconoce. Entonces, apuntalada por su padre Daniel Iván como en toda su carrera, comenzó a trabajar la paciencia, y a dejar de lado su gusto por el "saque y red" para convertirse en una jugadora más completa.
"Y mientras Claudia salía en todas las revistas, yo me la había puesto como objetivo. Y lo cuento porque ella lo sabe. Se lo dije muchos años después", avisa entre risas.
Ivanna había pegado fotos de Claudia en el espejo de su dormitorio y cuando terminaba el trabajo fuerte de todo el día, volvía a casa, hacía abdominales en su cuarto y desafiaba a su amiga: “Yo te voy a hacer pelota a vos”.
A los dos meses, Madruga y Casabianca se enfrentaron en la final de la Copa Osorio y la campeona del US Open se retiró cuando perdía 4-1 en el tercer set. "Dijo que tenía un calambre", cuenta la cordobesa, aún con cierta suspicacia.
Segura de que el tenis le iba a dar revancha, la riotercerense sintió "una felicidad inexplicable" cuando, a la semana, el sorteo de un torneo en el Buenos Aires Lawn Tennis anuncia "Madruga-Casabianca en la cancha central por primera ronda". "Le gané 6/1, 6/1. Y nunca más me ganó", dice con orgullo.
"Ahí salté. Ahí empecé a ponerme metas. Toda esa situación me hizo dar cuenta que si tenés facilidad para el tenis, sólo con eso no alcanza. Tenés que ponerle trabajo, adentro y afuera de la cancha. Tenés que ser diferente", concluye.