Todo parecía en orden en el Parque Roca: las tribunas llenas, el clima ideal, los mejores jugadores y jugadoras del mundo listos para entrar a escena. Pero un detalle casi invisible —una pequeña falla en el vidrio de la pista central— alcanzó para detener el show. Literalmente.
Un desprendimiento entre dos paneles de blindex obligó a la organización del Premier Pádel P1 en Buenos Aires a suspender la jornada del sábado, apenas cuando se habían jugado tres de ocho partidos previstos. La noticia cayó como un baldazo para el público que había pagado entradas para los cuartos de final: primero les dijeron que no servirían al día siguiente, después dieron marcha atrás. La bronca estalló en redes y en los pasillos del estadio. El espectáculo quedó en pausa por una causa insólita, pero reveladora: la silicona que une los blindex de la cancha.
¿Cómo se arma una pista profesional de pádel? ¿Cuánto tiempo lleva hacerlo? ¿Qué detalles no se pueden escapar? “Montar una cancha nos lleva cuatro días. Y desarmarla, uno”, explican los empleados de la empresa Match Point, que armó las siete pistas en Buenos Aires, a razón de casi una por día, con doce personas divididas en grupos de cuatro. Aclaran que da igual si es un torneo mundial o una cancha para un club de barrio: el nivel de detalle es el mismo.
Pero la pista central no era como las demás. Tenía una particularidad: un sistema con resortes en las mallas laterales para absorber impactos y reducir la vibración. Tecnología de punta. Aun así, algo falló. El problema estuvo en uno de los vidrios, que se habría desplazado por el frío, según una de las hipótesis. “Los paneles se pegan entre sí con silicona. Si baja mucho la temperatura, esa silicona se pone rígida y se puede partir”, explican.
Otra conjetura apunta a la tierra: “Cuando empezamos a ensamblar la cancha estaban emparchando el piso. Rompieron partes y voló mucho polvo. Eso puede interferir en la adhesión del vidrio”.


Una fisura que incomodó al mundo entero del pádel
Aunque desde lo técnico aseguraban que se podía seguir jugando, el riesgo fue suficiente para que la organización dijera basta. El partido no se reanudó y toda la jornada se reprogramó para el día siguiente. Como solución, adhirieron un pequeño vidrio cuadrado de refuerzo con pegamento, para evitar que el problema se repita. “Fue un detalle menor, pero también influye cómo lo percibe el jugador. Algunos no quieren correr el riesgo”, aseguran los constructores.
Lo cierto es que ese “detalle menor” puso en evidencia la ingeniería oculta detrás de cada cancha. Armar una pista profesional no es simplemente poner vidrio y césped. Hay una secuencia precisa: primero las mallas laterales, luego las vigas, las aletas externas que sostienen los vidrios, y finalmente, los blindex —cada uno pesa 180 kilos— que le dan solidez a la estructura. Solo después vienen los zócalos, las luces y las mallas superiores. Un error en cualquier punto puede generar un efecto dominó.
El detrás de escena del pádel de élite
La empresa encargada del montaje ya tiene años de experiencia armando canchas para los torneos más importantes del país. Y aunque a sus trabajadores les da orgullo ver a las estrellas del circuito chocando contra los vidrios que ellos instalaron, también reconocen que no hay margen para errores.
Los detalles importan. “Hay gente que pone mal el cubre zócalo. Si queda pegado al vidrio, y el jugador se apoya fuerte, puede estallar”, explican. También han visto fallas por no colocar bien las latas que llevan la corriente eléctrica o por soldaduras mal hechas. “La diferencia entre una cancha buena y una mala está en esas pequeñas cosas”.
La pista central era una cancha “full”, la más sofisticada del mercado. Tiene mallas más grandes, estructuras reforzadas y un diseño más estético. “Es la mejor que hay”, dicen. Y eso también significa que es más sensible a imperfecciones. “Para que la pista quede perfecta, el piso tiene que estar perfecto”, advierten. A veces se usa láser para nivelar la platea, pero incluso así pueden quedar fallas mínimas.
Como sea el show debe continuar, si el vidrio aguanta, claro. Con las canchas desmontadas en menos tiempo de lo que lleva montarlas, y con nuevos encargos en varias provincias, la empresa sigue expandiéndose. Pero lo del Premier Pádel en Buenos Aires quedará como una lección de esas que nadie quiere repetir: a veces, un vidrio flojo puede hacer crujir todo un torneo.