La reciente muerte de Alejandra “Locomotora” Oliveras volvió a poner en discusión el uso de sustancias químicas en el deporte. En un ambiente donde la exigencia física es cada vez mayor y los límites del cuerpo se llevan al extremo, el uso de esteroides anabólicos sigue siendo un tema tan vigente como tabú.
Tomás Flamini, culturista cordobés de trayectoria internacional, aportó una mirada directa y sin rodeos sobre una práctica extendida que, asegura, “no se limita sólo al fitness”. “La gente suele pensar que todo suplemento es droga. Pero una cosa es tomar proteínas, creatina o aminoácidos, y otra muy distinta son los anabólicos esteroides”, explica. Según Flamini, estas sustancias son derivados de la testosterona -la hormona principal del desarrollo muscular- y se utilizan para acelerar la ganancia de masa, mejorar la recuperación y sostener el rendimiento a niveles extremos.
Y aclara: “No es sólo en el culturismo. Hay doping en todos los deportes. La diferencia es que en el fitness el resultado físico es más evidente”. ¿Es una práctica habitual? Sí. Especialmente en niveles competitivos. “En torneos como Mister Olympia (la principal y máxima competición mundial de culturismo profesional) todos consumen. Nadie lo oculta porque son las reglas del juego”, dice.
Lo preocupante, advierte, no es solo el uso, sino el contexto: “En Argentina no hay laboratorios habilitados para producir esteroides. Eso genera que se muevan productos provenientes del mercado negro. No hay control de calidad, puede haber contaminación cruzada y nadie te garantiza lo que estás consumiendo”.
En esa línea, agregó: “También acá hay una cuestión. Argentina está dentro de muchos rankings. Y está dentro de los países con mayor cantidad de muertes por automedicación”.
¿Hay recomendaciones entre deportistas? En el círculo íntimo sí, aunque muchas veces basadas en la experiencia personal más que en evidencia médica.
En ese contexto, hay que ver quién es la persona que te recomienda algo y también el impacto que puede tener un influencer en las redes sociales. Flamini subraya que el verdadero problema es el abuso, la falta de control profesional y la automedicación. “La testosterona en sí no mata. Lo que mata es usarla mal o sin saber si tenés predisposición a enfermedades. Acelera tu reloj biológico”, advierte. Y también destaca que nuestro país tiene una alta tasa de muertes por automedicación.
En ese sentido, propone un cambio estructural. “Hace falta educación, contención emocional, un trabajo interdisciplinario y un control antidoping más serio. Pero también se debería debatir una legalización o regulación clara. Así se puede evitar que alguien consuma algo en mal estado”.
La presión por rendir, el ego, la falta de apoyo psicológico y el acceso sin control a estas sustancias forman un cóctel peligroso: “Si se deja de rendir, se puede perder el sponsor, la fuente de ingreso. Si no estás mejorando y cada vez te sentís más cansado, es como una tentación”. Para Flamini, la solución está en hablarlo, informarse y cuidar la salud antes que el podio.