Yago y Klaus Lange no lo dudaron y se tiraron de cabeza a las aguas contaminadas de la Marina da Gloria. Su padre merecía el abrazo más grande del mundo y nadaron a su encuentro para entregárselo antes de que la medalla de oro reluciera en su pecho.
En la arena, con una emoción desbordante y esa ternura con la que sólo miran las madres, Ana lo acompañaba a lo lejos, intentando creer lo que, por primera vez a sus 86 años, estaba viendo.
En el agua, sobre el catamarán de la clase Nacra 17, el gran protagonista de esta historia, Santiago Lange, se fundió en un abrazo interminable con su compañera Cecilia Carranza, su ladera y partenaire en este desafío que se coronó con una medalla de oro.
Y la foto quedará para la posteridad: el Pan de Azúcar de fondo; el Cristo Redentor a su izquierda; la Bandera Argentina a la derecha y ellos, Lange y Carranza, en el centro de la escena, en lo más alto del podio.
La dupla albiceleste ganó en la tarde de ayer la categoría que debutó este año en los Juegos, le dio la segunda medalla de oro a la delegación nacional y le regaló una tarde llena de emociones.
Siempre con el viento
A los 54 años, Santiago Lange encaró sus sextos Juegos Olímpicos y ganó su tercera medalla luego de los bronces de Atenas 2004 y Beijing 2008 en clase Tornado.
Sin esta categoría en el programa olímpico, el porteño decidió saltar a la Nacra 17 por la similitud que presenta con su anterior especialidad (en ambas se compite con catamaranes rápidos) e invitó a Cecilia a sumarse al proyecto.
Su preparación fue tan profesional que en noviembre pasado se instalaron en Río para ultimar detalles y conocer la cancha. Y les dio su fruto porque ayer, cuando parecía que el podio se les escapaba, sacaron a relucir ese trabajo.
"Empezamos con una penalización injusta, pero navegamos tantas horas acá desde noviembre que ese plan pagó. Por suerte el viento estaba muy inestable y yo lo veía. Y como estábamos muy seguros de cómo hacíamos las cosas, logramos una regata increíble", dijo Lange después del podio, con los ojos llenos de lágrimas.
Desde la arena se vivió el suspenso. Klaus, su hijo menor, encabezó a puro llanto el emocionante festejo que se desató entre los argentinos cuando la embarcación nacional comenzó a escalar posiciones.
Sebastián, el hermano menor del ahora campeón olímpico, tuvo un ojo en la regata y otro en su madre, que a los 86 años estuvo a la orilla del agua viendo por primera vez a su hijo en unos Juegos. Ese corazón no podía más.
“Es increíble para mi estar acá. Soñé tanto con la medalla de oro con ‘Camau’ (Espínola, su compañero en los bronces de Clase Tornado) y se nos escapó dos veces, que ahora en estos Juegos, que venimos de tan atrás, haberlo logrado es un sueño", dijo Santiago.
Desde la cuna
Su dilatada trayectoria en la vela convierte a Lange en una figura indiscutida de este deporte. Tanto que los brasileños alentaban por él. Porque a sus logros olímpicos el porteño le suma cuatro títulos mundiales (tres en Snipe y uno en Tornado), así como dos medallas de plata y una de bronce en los Juegos Panamericanos. Además, es ingeniero naval.
Hijo de un padre que fue olímpico en Helsinki 1952, la vela es algo que Lange mamó desde bebé.
"Mi marido iba a navegar y lo llevaba en el moisés. Desde que nació está en el agua. Pero esto es una emoción bárbara porque pasó un año muy duro. Para él es una maravilla. Es lo que se llama un regalo del cielo", le dijo Ana a Mundo D.
Su madre se refirió al cáncer de pulmón por el que Santiago fue operado el 22 de septiembre último. Pero él no quiso hablar de eso: “Me gusta lo que hicimos deportivamente y la enfermedad no tuvo nada que ver. Mi problema de salud fue sólo una piedra en el camino”.
Él prefirió hablar de su compañera y el mérito que tuvo por “aguantarlo todo el tiempo”. Además de su actuación deportiva: “‘Ceci’ navegó dos veces mejor de lo que lo hace siempre”. Y también de “estos Juegos que fueron inolvidables más allá de la medalla”.
“El día después de la Ceremonia Inaugural me puse a tomar mates y no paraba de llorar. Estar aquí con mis hijos y compartir todo esto es algo increíble”, dijo y se enorgulleció al saber que mañana podrá ver a Yago y a Klaus en la Medal Race de la clase 49er.
El sol comenzó a caer y el cielo se tornó cada vez más oscuro, pero los celestes ojos de Santiago Lange se iluminaron cada vez más a la luz de un sueño cumplido, de la mirada orgullosa de su madre; de la felicidad que desbordaba a sus hijos, del llanto inconsolable de su hermano; de la satisfacción de saber que “cuanto más cuestan las cosas, más se disfrutan”.
