Invitado por el programa de Ajedrez Social del Ente Municipal BioCórdoba, y con el apoyo de la Federación de Ajedrez de la Provincia de Córdoba, el actual campeón argentino y número uno del ajedrez argentino Sandro Mareco participó de una jornada que incluyó una charla abierta con los aficionados cordobeses y, luego, una sesión de partidas simultáneas con 17 jóvenes destacados. Solo la joven promesa Desirée Luna, de 14 años, logró sacarle unas tablas al gran maestro bonaerense.

El evento se llevó a cabo el pasado sábado en el nuevo edificio del Concejo Deliberante, ocasión en la que el programa de Ajedrez Social de BioCórdoba lanzó 20 puntos de enseñanza gratuitos en la ciudad de Córdoba, con el objetivo de acercar este deporte a más personas y fomentar su práctica como herramienta educativa y social.
Durante la charla, Mareco tuvo definiciones muy interesantes. Destacó que, en su caso, una de las claves para progresar en ajedrez fue la capacidad para reconocer errores propios. De niño dijo que no le gustaba el ajedrez y recién en al final de su adolescencia comenzó su despegue como jugador. “Debo ser un caso inédito en el que jugador con ELO inferior a 2200 puntos llega a convertirse en gran maestro y estar entre los mejores 100 ajedrecistas del mundo”, infirió.

De niño tuvo que superar una dura prueba. Su padre murió cuando tenía 9 años y la economía de su hogar se hizo cuesta arriba. “A los 16 años tuve que contribuir a la economía de mi casa”, señaló.
También destacó la ayuda de los módulos de computación para su progreso ajedrecístico. “Comencé a estudiar a los 18 años con una ‘compu’ que me prestó un vecino. No era la más avanzada, pero me sirvió”, contó.
Al término de su charla, el número uno de Argentina dialogó con La Voz.

- En la charla dijiste que empezaste tarde con el ajedrez, a diferencia de otros maestros que desde muy pequeños ya comienzan a destacarse. ¿En qué momento sentiste que eras bueno para el ajedrez?
- A los 20 años logré el título de maestro internacional y a los 22 el de gran maestro. En esa etapa sentí que me podía dedicar al ajedrez. No sé si es que no tenía techo, pero por lo menos sentía que ya podía ganarme la vida con el ajedrez.
- Y en ese momento, ¿qué sentiste que empezaste a corregir que te permitió dar un salto de calidad?
- Creo que lo que más me costaba era la parte de posicional y el entendimiento del juego. Siento que era como etapas en las que iba trabajando, hasta que en algún momento hacía como ‘click’ interno, en el que de repente comenzaba a entender un poco mejor y daba un salto de calidad, digamos.

- ¿Cuándo sucedió eso, de que año estamos hablando?
- Y fueron varios momentos, pero te diría que la etapa más concreta fue cuando empecé a dedicarme de lleno al ajedrez, a partir de 2005 hasta 2009.
- ¿Qué jugadores te inspiraron en ese momento?
- No sé si me inspiraba tanto en los jugadores. Sí veía a los grandes jugadores, me gustaban, pero no sé si lo utilizaba tanto como inspiración. A mí me servía más tratar de corregir y analizar las partidas, incluso cuando perdía. Trataba de ver qué había pensado mi rival, que cosas había visto que yo no veía y porqué me había ganado. Entonces siempre trabajé mucho por corregir lo que hacía mal. Fue la principal faceta que trabajé. En general, y no sólo en ajedrez, a uno le cuesta admitir que se equivoca. Siempre hay excusas cuando perdés: estabas cansado, tenías fiebre…

- Si tuvieras que nombrar cinco o seis jugadores de la historia del ajedrez…
- Y a mí me gustan Carlsen, Kasparov, Fischer, Stein y Lasker, ese sería mi “top five”.
- ¿Cómo fue tu experiencia de trabajar con el gran maestro sueco Ulf Andersson, un top ten de la década del 80?
- Para mí fue superpositivo, porque me ayudó mucho a mejorar mi juego posicional. Hoy es un gran amigo. Fui a entrenar varias veces con él a Suecia. Es un maestro súper humilde, súper tranquilo. Tuve la suerte de conocerlo a través de Robert Hungaski, un gran maestro de Estados Unidos que vive en Argentina. Andersson me ayudó bastante porque básicamente me trataba de fijar en qué cosas hacía mucho mejor que yo y por qué. Él no es exactamente un entrenador que te dice esto bien o está mal, sino que analizábamos muchas partidas, posiciones.
Mi gran amigo el módulo
- ¿Qué sentís cuando analizás tus partidas con los módulos de ajedrez, frustración tal vez por no hacer siempre las mejores jugadas?
- No, no, la verdad que no siento frustración por eso, porque para mí el módulo ha sido casi como un amigo, fue lo que más me ayudó a progresar. Me cae superbién el módulo (se ríe). Creo que, a veces, el problema que tiene la mayoría con el módulo es que no se fija ni por qué dice que una jugada es buena o es mala. Entonces eso hace que uno pierda la objetividad. Y otra cosa interesante es que el módulo te dice cuál es el mejor camino en una posición, pero te obliga a realizar una secuencia de jugadas ‘terribles’. Y uno no puede jugar como el módulo. A veces me pasa con mis alumnos que me dicen: “Estaba en una posición igualada acá”. Y yo les digo: claro, estabas igualado, pero tenías que acertar cuatro jugadas buenas seguidas, lo que es súper difícil. Hay que entender que vamos a seguir jugando como humanos y del otro lado del tablero también se van a equivocar y siempre habrá chances para ganar o salvar una partida.