Una tradición no escrita dice que si algo es lo suficientemente antiguo, será primero olvidado y luego demolido: en nombre del progreso hemos acabado con edificios que formaban parte de nuestro patrimonio edilicio y, cuando una calle nos ha parecido un tanto estrecha, hasta hemos mudado plazas y monumentos. Parece una nimiedad, pero al abjurar de nuestro pasado eliminamos, al mismo tiempo, todas nuestras responsabilidades.
Algo hemos aprendido, pese a todo, y de vez en cuando reparamos en la necesidad de preservar ese pasado al cual negamos, y encaramos acciones encaminadas a tales efectos para, a poco, perder el impulso y buscar otros derroteros. El naufragio de las buenas intenciones, en suma, que es como está empedrado el camino del infierno. O el proyecto del Parque Provincial Cerro Colorado.
Anunciado hace dos años, el planteo de encarar la preservación del patrimonio rupestre de los pueblos originarios fue sufriendo diferentes mutaciones: el parque de 500 hectáreas pasó a tener sólo 22, y dejó afuera una enorme reserva natural. El pago de lo expropiado no se concretó y la Provincia nunca tomó posesión. Pero sí el abandono, siempre dispuesto a llenar cuanto espacio dejamos vacante.
En esa especie de limbo, Cerro Colorado es hoy de nadie, o sea que nadie es responsable por su cuidado, mientras la erosión del tiempo y el agravio constante de visitantes dispuestos a dejar el recuerdo de su paso con leyendas escritas con aerosol van haciendo lo suyo, tanto como para que en unos pocos años se deteriore de modo irreversible lo que aguantó diversos rigores por siglos. Somos, a nuestra manera, eficientes: sabemos acabar con lo que no sabemos conservar.
El rol de la Provincia no ha sido en esta materia de lo más lucido, con una proyección marketinera primero y una visible falta de rigor después, para ratificar la falta de políticas en materia cultural. No se nos escapa que el día a día nos encandila con otras urgencias, como la pobreza, el desempleo, la inseguridad, la salud pública, cuestiones ciertamente impostergables. Pero no es menos cierto que si sólo encaramos las urgencias del presente, el futuro podrá encontrarnos con muchos de nuestros problemas solucionados, pero huérfanos de pasado e historia.
Políticas, se dijo. Oportuno sería que quienes deban formularlas nos hagan saber que entre sus prioridades está encarar la puesta en valor de Cerro Colorado. Y
que esta vez se pueda avanzar más allá del marketing: eso ya se hizo y es inútil repetirlo. El pasado que nos empeñamos en minimizar exige de nosotros un toque de conciencia, dado que no todos vinimos de los barcos: allí está el testimonio de los pueblos originarios para corroborarlo.
Abandono
El pago de lo expropiado no se concretó y la Provincia nunca tomó posesión. Pero sí el abandono, siempre dispuesto a llenar cuanto espacio dejamos vacante.
25 de julio de 2016,
