Si bien no se sabe con exactitud quién fue el inventor de la máquina de vapor, lo que sí es una certeza es que quien o quienes lo hayan hecho crearon uno de los avances tecnológicos más importantes de la historia.
Aquellos que han investigado sobre los orígenes de esta tecnología aseguran que no se trató de una sola persona, sino que fue un proceso evolutivo con contribuciones de varios inventores.
Los primeros intentos
Herón de Alejandría inventó en el siglo I la eolípila, un dispositivo que utilizaba vapor de agua para generar movimiento. Aunque no era una opción práctica en el sentido moderno, demostró la posibilidad de utilizar este producto para producir energía. Hasta finales del siglo XVIII, no tuvo demasiado éxito comercial.
Thomas Savery (1650-1715) realizó una primera patente en 1698, con un motor capaz de elevar agua por medio del fuego, permitiendo desaguar las minas de carbón que se inundaban. Su gran limitación era el riesgo de explosión.
A través de este primer desarrollo, Savery se convirtió en el inventor de la máquina de vapor comercial. Aunque, como veremos, con el paso del tiempo sería objeto de numerosas e importantes modificaciones.
Tiempos de mejoras
Catorce años más tarde, su socio Thomas Newcomen (1663-1729) inventó una alternativa que utilizaba vapor a menos presión. El nuevo modelo utilizaba un pistón y un cilindro para convertir la energía en movimiento mecánico. La cual servía para accionar tanto bombas de agua como otros tipos de sistemas.

James Watt (1736-1819) fue más allá al introducir un condensador separado, que reducía la pérdida de calor y generaba más vapor, resultando una máquina más económica y eficiente. Fue precisamente esa eficiencia mejorada la que permitió llevar el invento al mundo del transporte.
El día que cambió el mundo
Todas estas mejoras hicieron que la máquina a vapor fuera más práctica y rentable para su uso en diversas actividades. De esta forma, se convirtió en el puntapié inicial para el desarrollo de la Revolución Industrial, ya que permitió la mecanización de muchas industrias y la producción a gran escala.
Durante ese periodo, la humanidad experimentó las transformaciones económicas, sociales y tecnológicas más profundas de la historia. Desde el Neolítico (aparición de la agricultura y la ganadería) no se había visto una evolución de semejante envergadura.
La sociedad pasó de estar fundamentalmente basada en la agricultura y el comercio, a desarrollar una economía esencialmente urbana, industrializada y que usaba máquinas. La introducción de estas herramientas permitió dar el paso definitivo en el éxito de esta revolución, puesto que permitió aumentar enormemente la capacidad de producción.
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